Lunes, 27 de agosto de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Pablo Díaz *
Si uno entra a la página de Poder Ciudadano verá que durante el período en que fue directora ejecutiva Laura Alonso (hoy Diputada Nacional por el PRO) se hicieron talleres en las escuelas para los docentes y estudiantes secundarios.
El sentido común de una sobremesa familiar sería que un adolescente le preguntara a sus padres si esto está bien. Para que se sincere el ejemplo y la respuesta sea interesante, se podría cuestionar qué diferencia hay entre el saber política y el uso de una ONG para ocupar luego un cargo partidario. Qué ilegaliza una opción política de un estudiante y qué legaliza un cargo partidario en un Ejecutivo o Legislativo de un adulto.
Primero es loable que si un colegio es una institución democrática, estemos de acuerdo en que la conforman todos los presentes. Entendiendo que los estudiantes secundarios son parte de los presentes. Por lo cual podrían pensar y actuar sectorialmente. La gran discusión no es que un estudiante tenga visitas de agrupaciones políticas partidarias, sino que tomen parte luego de esas visitas, de esas agrupaciones donde crean que mejor se identifican, siendo distintas a las del adulto que está enfrente (a sus intereses).
¿Mejor una ONG donde se esconden candidatos futuros o alguien que dice acá estoy y este es mi pensamiento partidario e ideológico? Siempre preferí como adolescente de bien que no me mientan, hay más libertad en la elección que en la confusión.
¿Qué pasa cuando un docente habla mal de la presidenta de la Nación en un aula, qué pasa cuando un directivo es nombrado por el partido político que ostenta el poder del gobierno de turno, qué pasa cuando un ministro de Educación se pone la camiseta del partido político (amarilla) y salta bailando con la música de Freddy Mercury, cantada por el intendente electo por un partido político?
Prefiero que pasen todos haciendo talleres e identificándose y no como impostores, prefiero que mi hija tenga inquietudes y charle conmigo en la sobremesa familiar sobre La Cámpora, el PRO, la UCR, el socialismo, el comunismo, etc. Y yo pueda decirle por qué soy lo que soy y hasta en todo caso ver si yo estoy seguro de lo que soy y dejarme juzgar inclusive si lo que soy lo represento.
El estudiante secundario ha de ser crítico por naturaleza porque ésa es la función de una juventud que socializa su pureza política. Sepan que es más fácil escribir te amo y ser solidarios por parte de los adolescentes que por parte de muchos adultos. Como dato, de los 254 estudiantes desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar no hay uno que no haya dejado una poesía donde mezcla su amor con el dolor de la pobreza o actividad social.
Tal vez habría que buscar la forma de que en el bar institucional, por el reclamo puntual de los estudiantes del Pellegrini, se sienten a tomar algo socializando su cotidianeidad también los docentes, autoridades del colegio y funcionarios de la educación.
No le temo a mi hija, sino que le señalo que un error nuestro, como estudiante y militante de la década del ’70, fue no haber militado en mi casa con mis padres, mi inquietud de país fue clandestina a pesar de tener como objetivo una sociedad mejor.
Que de ahora en más los estudiantes secundarios tengan su 0800 para denunciar los derechos que no tienen y que pidan reclamos políticos, económicos, gremiales, sociales, como los adultos. Un 0800 para reclamar una sociedad mejor en vez de andar denunciando lo que paradójicamente tienen que ser, actores políticos de una sociedad democrática, donde los representantes y el modelo se eligen tras elecciones partidarias. Prefiero estudiantes secundarios solidarios y enamorados, que luchen por su escuela, que sepan que tienen que ser alfabetizadores de los que no pueden alcanzar el derecho a estudiar y que puedan charlar y explorar las agrupaciones políticas partidarias libremente, e inundar lo que crean más conveniente con su sueño de país. No le temo al Eternauta en las escuelas, le temo a que no exista.
* Sobreviviente de la Noche de los Lápices.
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