Hace mucho tiempo, leí en alguna revista un artículo que, citando un pensador cuyo nombre no recuerdo, decía: “La muerte de cualquier hombre me degrada”. Compartí y aún comparto dicha expresión en tanto y en cuanto tal acontecimiento tiene de definitivo y sin apelación. Es doloroso y la mayoría de las veces totalmente injusto, pero en ciertos contextos puede explicarse una muerte como funcional a determinados intereses. El torrente habitual de tuits en los medios opositores respecto de la muerte del fiscal Nisman, con su persistente carga de odio y mala fe hacia el Gobierno, hace que uno no tenga más remedio que apagar el televisor para no enfermarse de impotencia, pues aún los noticieros bien intencionados (¿hay?) se rozan con la mala leche de políticos obsecuentes al poder mediático. ¿Por qué no se hacen la pregunta clave, es decir: a quién favorece la muerte de Nisman? Claramente el único perjudicado es el gobierno nacional, que se ve impedido de hacer los cuestionamientos obligados a la denuncia estrafalaria del fiscal, cuya muerte inducida o no sólo les viene bien a los medios hegemónicos para decir que “es de una gravedad institucional sin precedentes”. Es claramente un hecho policial con implicaciones políticas, pero en el sentido opuesto al que quieren imponer. La duda expuesta por Moreau el viernes sobre si se presentaría en el Congreso hoy y los análisis de Mocca y demás sobre quiénes lo acompañarían al pasar la puerta del cementerio (6 7 8 del viernes y de ayer domingo) son premoniciones que asombran. Téngase en cuenta que el programa de anoche se emitía poco antes de conocerse la noticia. En fin, todo esto lo digo porque estoy cada vez más harto de esta política a la que nos someten los medios, la mala oposición y el odio de los impotentes de siempre. Gracias por ser un viento de esperanza.

Héctor Guillermo Escudero
DNI 7.948.789