Viernes, 29 de junio de 2007 | Hoy
Violencia en Mataderos
Estuve la tarde del lunes en la cancha de Chicago. Vi, miré, sentí, muchos sentimientos contradictorios pasaron por mi mente, por mi alma. Sentí la impotencia y el dolor de propios y extraños por el descenso de un club de barrio al que le cuesta todo, al club de barrio que no se le perdona nada, al club de barrio al cual árbitros como Giménez, Furchi y otros perjudicaron con sus fallos. Nada de esto justifica tamaña vergüenza, nada de esto da derecho a que se mate a alguien de mi misma edad por el solo hecho de ser del equipo contrario. Nada. Es hora de ponerse a analizar quiénes son los que generan violencia, quiénes eligen a estos árbitros, por qué a los clubes grandes gestionados por mercaderes de la política, ante similares hechos, en los medios se los trata con benevolencia, por qué los medios siguen inventando la realidad. En la política, cuando pasan hechos de violencia como los sucedidos en Mataderos, hay renuncias. Por qué Grondona sigue al frente de la AFA. Quiero a Nueva Chicago, lloré su derrota, pero repudio la violencia y la muerte.
Daniel Vernieri
D.N.I. Nº 17.862.506
Escuela de escritores
A propósito de la nota sobre escuelas de escritura (en sección Cultura, 29 de mayo), quisiera aportar una información. Hubo en Buenos Aires, alrededor de 1960, una especie de escuela de escritores. Funcionaba en el Instituto Grafotécnico (Moreno 1921), que también incluía la carrera de periodismo. Esa “escuela” se anunciaba, un poco pomposamente, como curso de “Arte de escribir” (antecedente indudable de los talleres literarios) juntamente con el estudio de “Sintaxis Superior Razonada” (que dictaba el director del Instituto, el español Izquierdo Hernández). Yo concurrí allí (y me “recibí”) en los años 1961 y 1962, cuando era apenas adolescente, y fue una experiencia positiva porque me inició en la lectura de Kafka, Borges, Cortázar, etc., y en el aprendizaje y ejercitación de algunas técnicas narrativas. En el primer año nuestro profesor-guía fue Raúl H. Burzaco (más adelante, director de Tiempo Argentino) y, en el segundo tuvimos varios profesores según las áreas o géneros literarios: Julio Mafud nos daba ensayo; María Esther de Miguel, crítica literaria; Burzaco, teatro, y además figuraban Federico Peltzer, Antonio Requeni y otros. Algunos de mis compañeros fueron Jorge Carnevale, Leonor Calvera, Beatriz Isoldi, etc., y también nos reuníamos con Miguel Briante, que cursaba periodismo. Nuestra “promoción” llegó a publicar un conjunto de cuentos que, acorde con el espíritu de principiantes, se llamó Solos (ed. Goyanarte, 1962).
María Angélica Scotti
D.N.I. Nº 5.112.828
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