Viernes, 29 de junio de 2007 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
De un par de meses a esta parte parece haberse enturbiado el aura de Julio Grondona. Vaya uno a saber por qué, varios de la recua de amanuences que otrora –otrora hace demasiado poco– le genuflexaban con pleitesía intentan jugar a los cuestionadores o, por lo menos, a los contestatarios. Claro que nunca serán verdaderos transgresores. No desacatarán jamás lo “establecido”, aunque balbuceen, fulbito para la tribuna otra vez y como siempre, que el gatopardismo impone desacatarlo para que supuestos nuevos vientos soplen.
Adherentes a las brisas, los alcahuetes, supuestamente conversos, no soportarán lo que Ernesto Guevara y algunos otros llamaban “vientos de fronda”. El desencadenante de los últimos días fue la batalla campal en el final de Chicago-Tigre. Con un muerto, muchos heridos y varios detenidos en las “puertas giratorias” de la comisaría que fuere: ya están todos libres.
Entusiastas militantes hasta ayer del “todo pasa” del mandamás de Viamonte 1366, ya sea dirigentes, políticos, sedicentes periodistas, barrabravas, directores técnicos y hasta jugadores, a casi treinta años de su reinado, le reclaman a Grondona. Y le reclaman plañideramente no se sabe bien qué cosa. A ver si todavía, desde la afilada lengua de don Julio, el reclamo se convierte en boomerang.
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