Miércoles, 23 de abril de 2008 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON LUIS CAPOZZO, BIóLOGO EVOLUTIVO
Esta vez el jinete hipotético indaga sobre los principios del comportamiento animal, en especial aquellos que según nuestra óptica pueden parecer violentos o sádicos, pero que según la biología evolutiva son estrategias de selección natural y sexual.
Por Leonardo Moledo
–¿Por qué no me cuenta lo que hace usted?
–Bueno, mi formación de doctorado apuntó a la ecología de comportamiento, sobre todo de mamíferos marinos, que son organismos indicadores en muchos aspectos. Mi investigación tuvo que ver con comportamiento y biología evolutiva.
–En realidad, yo le cuento que estoy interesado en saber si hay algunos comportamientos humanos que son compartidos por los animales. Especialmente comportamientos que son considerados por nosotros antisociales. Me pregunto y le pregunto, por ejemplo, si los animales maltratan, si torturan, si juegan haciendo daño.
–En primer lugar, a mí me gustó siempre hacer una diferencia entre etología y ecología del comportamiento, que es la línea de desarrollo que en ciencia he seguido. Más que un etólogo clásico, soy un ecólogo del comportamiento. Todo esto en el marco de la biología evolutiva, que está formada por cuatro pilares. Aquí, en el Laboratorio de Ecología, Comportamiento y Mamíferos Marinos que yo dirijo trabajamos la genética, el comportamiento, la ecología y la paleontología (que es la única que nosotros no desarrollamos). En relación a la primera pregunta que me hacía quería decirle que en general los comportamientos violentos, o sádicos, existen en todo el reino animal, como un patrón. Pero ocurren en un marco que no tiene que ser entendido desde el punto de vista antropocéntrico. Porque lo que nosotros entendemos como antisocial puede ser un comportamiento adaptativo para esa especie.
–¿Por ejemplo?
–Por ejemplo, en el caso de los leones marinos de nuestra Patagonia, hay ataques grupales, donde machos maduros sexualmente pero inmaduros comportamentalmente, realizaban ataques conjuntos a las comunidades donde había crías, madres pariendo. Como resultado de estas redadas había separación de madres y crías, mortandad de crías. Algunos machos jóvenes raptaban crías y las “maltrataban” (aunque en realidad lo que hacían era desarrollar comportamientos de retención iguales a los que los machos adultos realizan con hembras adultas para copular, como si fuera un entrenamiento para cuando esté en condiciones de hacerlo con una hembra adulta). Ahora le pregunto yo a usted: ¿esto es antisocial?
–Es discutible, por lo menos.
–Desde el punto de vista de estos animales, es un comportamiento que resulta adaptativo: deben adquirir experiencia para luego realizar satisfactoriamente la cópula. Es un comportamiento que a nuestra vista puede ser cruel y violento, pero recuerde que mi marco es la biología evolutiva y la selección natural como motor de estos comportamientos y como reproducción diferencial. Pensando si es cruel o no el comportamiento que le describí podemos decir que sí, que es cruel. Ver a un león marino torturar a una cría doce veces más pequeña que él, o retenerla dos días hasta que muere de inanición, es definitivamente cruel. Pero si uno puede abstraerse del concepto de lo que resulta cruel para el ser humano, ese procedimiento hace que ese individuo, a nuestros ojos despiadado, logre una procreación exitosa la siguiente temporada o al cabo de dos años. O sea que la respuesta a su pregunta es que sí, que existen comportamientos que desde nuestra perspectiva serían considerados sádicos, malvados.
–¿Torturas?
–Desde nuestro punto de vista retener una cría hasta que muere de inanición, o aplastada por el macho que la retiene, es un comportamiento sádico, que puede considerarse una tortura, pero lo que yo quiero transmitir es que los animales no realizan comportamientos en el marco de lo que nosotros definimos como sádico, o como tortura. Están completamente libres de una concepción abstracta... Y respecto de la conciencia, bueno, es igual: tenemos que dejar de lado nuestros conceptos; yo no creo que ningún animal realice un comportamiento sádico. El comportamiento malo, si lo realiza, aparece como una herramienta, que proviene del bagaje de todas las generaciones anteriores.
–Comprendo. Un león marino, ¿sabe que él es él? ¿Hay algún asomo de subjetividad?
–Cuando no se sabe nada de una especie particular, se atribuye lo mismo a todos los individuos. Luego se empiezan a identificar individuos y se encuentran características que son inherentes a cada individuo.
–Si no, no habría reproducción diferenciada...
–Pero aceptar las diferencias interindividuales y hacerlo sinónimo del sentido del yo es débil. Creo que no hay elementos.
–Pero pensemos, por ejemplo, en un perro, un elefante o un delfín. ¿No se autoperciben?
–En los estudios de comportamiento que hay realizados no hay nada que indique que se autoidentifiquen. Sí que adquieran relaciones interindividuales. Por ejemplo, en el caso de los delfines, que viajan en grupo, hay jerarquías (como en las manadas de elefantes, en los gorilas o en cualquier organismo que tenga reglas de convivencia social). En el caso de las ballenas... ¿tienen conciencia de su existencia? Sí, de hecho tienen la capacidad de enseñarles cantos a sus hijos. En definitiva, lo que quiero decir es que tenemos que liberarnos de los juicios de valor antropocéntricos que nos hacen analizar mal los comportamientos animales.
–Pero hay ciertas cosas, como la territorialidad...
–Bueno, pero es el resultado de un comportamiento adaptativo. En el caso de los animales territoriales, el territorio tiene algo que lo hace necesario. Las hembras mamíferos, por ejemplo, acuden a territorios donde hay disponibilidad de alimentos (pensemos que tienen que acumular energía para hacer frente a la gestación y al período de lactancia). En el caso de los leones marinos, por ejemplo, que tienen un sistema de apareamiento donde un macho copula a numerosas hembras, los machos están sólo dedicados a acceder a hembras y copular. No gastan energía en cuidar a las crías. En los pingüinos, por el contrario, los cuidados son compartidos, es un sistema monogámico. En los mamíferos, en general, es poligínico (poligámico): el macho, desde el punto de vista reproductivo, lo único que hace es aportar espermatozoides. Los animales buscan alimento, evitar ser comidos y reproducirse, dejando la mayor cantidad de crías posibles que accedan a la madurez. Entonces es medio difícil contestar a su pregunta inicial y a sus otras preguntas, porque involucran un punto de vista antropocéntrico. El comportamiento que nosotros vemos como sádico es, para ellos, adaptativo. En los años ’50 y ’60 alguna bibliografía habla de “conducta antisocial en los leones marinos”. Yo creo que no es antisocial, sino que tiene en vista un objetivo final.
–¿Qué es lo que determina la existencia de un macho prominente?
–Distintas cosas. Por un lado, la historia del grupo y, por otro lado, el desarrollo individual. Un macho alfa (dominante) tiene que ser fuerte, tener un territorio amplio para que quepan un número grande de hembras en condiciones de aparear...
–¿Cómo llega un macho dominante (alfa) a ser dominante?
–Si bien la selección natural es el mecanismo primordial de los comportamientos, hay otras formas que llevan a evolución, como la selección sexual. Los machos compiten entre sí para acceder al mayor número de hembras posibles, mientras que las hembras desarrollan estrategias sutiles, poco visibles, para elegir con cuáles de los machos reproducirse. ¿Qué información suministran los machos a las hembras? Cantidad de relaciones con otros individuos, tamaño, fuerza, cantidad de melena, cantidad de grasa. ¿Cuáles son los individuos más exitosos? Aquellos que están mejor adaptados, aquellos que, al principio de sus vidas, realizaron esos comportamientos que nosotros vemos como crueles, despiadados, morbosos. En los leones de la sabana africana, cuando hay un cambio de líderes de manada, lo primero que hace el macho cuando se instala en el lugar es matar a las crías de las leonas. Porque con eso lo que hace es acortar la siguiente ovulación de todas las leonas, y, además, protege a las leonas que tuvieron sus crías y no las del anterior líder. Desde nuestro punto de vista, es feroz, pero desde el punto de vista del nuevo líder de manada está cuidando a su progenie.
–¿Cómo sabe que tiene que hacerlo?
–No es que lo sepa. Existe para hacer eso. Es el resultado de un largo proceso evolutivo y ontogenético. Llevan un bagaje genético de experiencia, influye el lugar donde nacen, las relaciones con los otros individuos. Por ejemplo, cualquier animal que escapa de un predador determinado mediante una estrategia precisa va a seguir utilizando esa estrategia (aunque el resto de su especie no la conozca).
–¿Hay relaciones preferenciales? Yo sé que entre los monos hay relaciones de amistad, conservan relaciones de parentesco.
–Es medio difícil hablar de eso. Entre los primates existen relaciones que se establecen de acuerdo con la jerarquía social. Estas relaciones yo las definiría como alianzas estratégicas de conveniencia, ya sea para reproducir o para conseguir alimentos. Yo no hablaría de amistad en los términos que nosotros las entendemos. Son casi sociedades comerciales con intereses comunes: desde la protección mutua hasta la reproducción exitosa. Por ejemplo, en algunas especies de grandes ballenas es necesario que haya tres machos para que la hembra se coloque en posición de tal manera que uno solo de ellos pueda copular. En esos casos se observó que los machos que colaboran entre sí son hermanos.
–Pero para esas acciones grupales también tiene que haber algún tipo de comunicación...
–Por supuesto. No estoy diciendo que no puedan reconocer señales o a su propio hermano biológico. Por ejemplo, en el caso que le comentaba, el que no obtiene la cópula no sale beneficiado. Pero si el que copula es el hermano, se puede decir que genéticamente sí se está beneficiando (por lo menos familiarmente). Ahora hay toda una serie de trabajos que vuelven a traer el tema de la cooperación de los individuos, porque permiten también la evolución del comportamiento, por ejemplo en los inicios de la vida en nuestro planeta, en que hubo formas de cooperación para responder a los cambios. Lo que también es importante destacar es que la evolución no está dirigida a nada, no se la puede analizar teleológicamente. Las cosas ocurren de forma accidental o al azar. Pero si lo que ocurre es beneficioso para ciertos organismos se abre una nueva línea. Por eso le decía que es difícil poner todas estas cosas en términos antropomórficos.
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