CIENCIA › DIáLOGO CON AUGUSTO RAPALINI, DOCTOR EN GEOLOGíA

Viaje al centro (y al pasado) de la Tierra

Las piedras registran los vaivenes de la corteza terrestre y susurran su historia. El búho quiere escuchar esas voces, para lo cual dialoga con Augusto Rapalini, doctor en Ciencias Geológicas, investigador del Conicet y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

 Por Leonardo Moledo

–Cuénteme qué es lo que hace.

–Dentro del campo de investigación, las principales líneas tienen que ver con lo que se conoce como reconstrucciones paleogeográficas.

–... que son...

–Básicamente, intentar reconstruir cómo era la geografía del planeta hace 200 o mil millones de años. Hay distintas épocas sobre las que uno puede trabajar. La metodología con la que yo trabajo es la que se conoce como paleomagnetismo. La idea es intentar reconstruir antiguas brújulas en el registro geológico. Así como ahora uno con una brújula apunta al Norte, si uno tuviese una brújula que en lugar de moverse en el plano horizontal se moviese en el plano vertical, se podría medir la distancia al Polo. Lo que nosotros hacemos es trabajar sobre determinados tipos de rocas que son aptas porque llevan grabada la dirección del campo magnético terrestre en el momento en que se formaron.

–El campo magnético terrestre se invierte cada tanto..., ¿cada cuánto?

–No es regular. La última inversión ocurrió hace 780 mil años. Ha habido momentos en que pasaron 30 millones de años sin inversiones, y hubo períodos en que las inversiones tenían una duración promedio de 100 mil años.

–¿Y se sabe por qué se producen esas inversiones?

–En realidad es un proceso inmanente al propio campo magnético, no hay un fenómeno externo que lo desencadene. Lo que nosotros observamos del campo magnético terrestre en la superficie, energéticamente, es una fracción bastante pequeña de lo que es en realidad. El campo magnético se genera en el núcleo de la Tierra, y si uno pudiera meterse allí se daría cuenta de que la energía es infinitamente más grande que la que nosotros recibimos en la superficie y la resultante que nosotros observamos en la superficie de la Tierra está bastante filtrada; no hay procesos que ocurran en la superficie de la Tierra que gatillen una reversión. De hecho, la causa de las reversiones se ha venido discutiendo enormemente y lo que más se ha acercado a una respuesta en la última década son modelos numéricos. Lo que sucede allí es que tenemos un material muy conductor, hierro fundido, a altísimas presión y temperatura, con movimientos de convección y a su vez sometidos a la rotación terrestre.

–Aparte hay una rotación del núcleo, ¿no?

–Sí, hay una rotación del núcleo sólido respecto del manto. Más o menos da una vuelta cada 400 años: el núcleo interno rota un poquito más rápido que el manto, aproximadamente un grado por año. Aparentemente, la razón es un acoplamiento electromagnético.

–¿Por qué hay campo magnético?

–Bueno, primero porque hay un material conductor en movimiento, y un campo externo. Si un material conductor es sometido a un campo variable, o a un gradiente de campo magnético, se genera una corriente eléctrica. Esa corriente tiene asociado un campo electromagnético.

–¿Pero cuál es el campo externo, en este caso?

–Se supone que son campos asociados al viento solar, pero en las etapas originales de formación del sistema solar. Está todo puesto para que el campo magnético perdure, pero siempre, en todos los modelos, se necesita un campo magnético original.

–Volvamos a la geografía de hace muchos años. ¿Cómo era, por ejemplo, Argentina hace cien millones de años?

–Bueno, cuando uno habla de paleogeografía hay dos aspectos que hay que tener en cuenta: uno es el mapamundi, dónde estaban en el mapa los países. El otro tiene que ver con dónde había lagos, dónde había montañas, hasta dónde llegaba la costa del mar. Esos son estudios mucho más detallados, mucho más difíciles. Hace cien millones de años ya la Pangea (el supercontinente) había desaparecido, ya teníamos abierto el océano Atlántico norte, el océano Atlántico sur. América del Sur ya existía como tal. La diferencia es que hace cien millones de años el océano Atlántico era probablemente la mitad de lo que es ahora, con lo cual América del Sur estaba mucho más cerca de Africa. A nivel global, la otra gran diferencia es que no existían los Himalayas: la India aún no había chocado con el sur de Asia, y estaba empezando a despegarse de Africa y Australia.

–¿Lo que es hoy la superficie de la Argentina no estaba cubierta de agua?

–Bueno, no estaban los Andes, había una gran cuenca que entraba desde el Oeste, la cuenca neuquina, que termina siendo la cuenca más importante desde el punto de vista petrolífero y donde están los más importantes yacimientos de fauna. Hace 100 millones de años era un gran brazo de mar que entraba muy adentro en el continente.

–Y tampoco existía América Central.

–No, es un continente muy joven.

–¿Y hace 200 millones de años?

–Estamos en plena Pangea: prácticamente todas las masas terrestres de la Tierra son una sola. Estamos a fines del triásico, empezando el jurásico. Empieza a haber algunos resquebrajamientos de Pangea. Prácticamente no hay brazos de mar grandes, salvo el Tetis, que separaba lo que es Asia y Europa de Africa.

–Lo que sería el Mediterráneo.

–Claro.

–Vamos más cerca. Un millón de años atrás, ¿cómo era la cosa?

–A nivel de distribución de los continentes, lo mismo que la actual. Lo que pasa es que ya estamos en plena era glacial. Ahí hay que ser muy fino, porque los glaciares avanzaron, retrocedieron...

–¿Hasta dónde llegaron en Argentina?

–A la mayor parte de la Patagonia y, obviamente, las grandes cumbres.

–¿Y en Europa?

–A toda Escandinavia...

–Y eso fue lo que produjo entre otras cosas la extinción del hombre de Neanderthal. Volviendo a las piedras... Usted, entonces, las agarra y ve la orientación del campo magnético.

–Sí. Le voy a poner un ejemplo. Yo voy al norte, tomo muestras de rocas y determino que tienen 500 millones de años y que se formaron en el Polo. La magnetización, entonces, va a ser vertical. El campo magnético tiene una particularidad que es muy beneficiosa para nuestro trabajo, porque cuando uno observa el campo magnético y lo promedia, nota que ese campo magnético promedio es perfectamente coaxial con el eje de rotación de la Tierra. Es decir que los polos magnéticos coinciden con los polos geográficos.

–¿No está un poquito desviado?

–Hoy en día está un poco desviado. Pero si uno hace el promedio de 100 mil años el polo magnético coincide con el polo geográfico. Eso quiere decir que el Ecuador geográfico coincide con el Ecuador magnético y entonces tengo una relación directa entre el ángulo de inclinación del vector y la latitud.

–¿De cuánto es el campo magnético terrestre?

–Varía según los lugares de la Tierra donde estemos. El máximo es 0,65 oersteds.

–Deme un término de comparación. Un imán de ferretería, ¿cuánto tiene?

–Muchísimo más. Depende de la distancia, pero puede tener cien veces más, mil veces más. Actualmente, debo decirle, yo estoy trabajando en el paleozoico, un período muy muy antiguo, que es desde 540 hasta 250 millones de años atrás.

–¿Cómo era el mundo entonces?

–Bastante distinto. Recién a fines del paleozoico se forma la Pangea, por el choque de dos grandes supercontinentes: Gondwana (Africa, América del Sur, Australia) y Laurasia (Europa, Asia y América del Norte). Gondwana, particularmente, se desplazó bastante a lo largo del paleozoico, estuvo muy cercana al Polo durante mucho tiempo. Antes de ese choque, nosotros estamos interesados en determinar cuándo y cómo se formó Gondwana. Hay un cierto consenso de que se formó a principios del paleozoico. El asunto es determinar cómo se formó. Es un proceso complejo, porque no contamos con todos los elementos que usamos para la historia más reciente. No contamos con fósiles, por ejemplo. Las rocas, además, son más viejas, con lo cual tienen una especie de amnesia, de pérdida de su memoria vieja. Lo que estamos trabajando se conoce mucho menos, y eso es bastante atractivo.

–¿Qué es lo que se sabe? ¿Qué es lo que no se sabe?

–Bueno, hay cosas interesantes para Argentina. Una de las cosas es que hay un fragmento de corteza en Argentina que es corteza de América del Norte. Ese fragmento, que tiene unos fósiles preciosos (e idénticos, especie por especie, a los que están en los Apalaches), es un fragmento que se desprendió del sur de América del Norte y que colisionó con lo que era Gondwana. Muchas líneas de evidencia (los fósiles, las rocas, datos electromagnéticos) nos dicen que es un pedazo de corteza que vino de América del Norte.

–500 millones de años parece una cosa enorme. Es una cosa enorme, en realidad. Pero en comparación con la historia de la Tierra, es bastante poco.

–Un 10 por ciento, más o menos. Antes, hay una hipótesis relativamente sólida (que ha venido perdurando 15 años) de que hace mil millones de años existía otra Pangea, pero con una configuración muy distinta de la Pangea que conocemos. América del Norte estaba en el centro, y estaba rodeada de otros bloques (el Amazonas, el escudo escandinavo, la India, Groenlandia, Siberia).

–Bueno, era una visión de lo que pasaría políticamente unos cuantos años más tarde.

–Pero vea el lado positivo: todos se terminaron desprendiendo.

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Imagen: Kala Moreno
 
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