CIENCIA › CLAUDIO FERNáNDEZ, DIRECTOR DE UNO DE LOS LABORATORIOS MáS AVANZADOS EN NEUROCIENCIAS

De repatriado a repatriador

Dirige el Max Planck, en Rosario, un laboratorio con equipamiento de última generación. Recibe a investigadores argentinos que vuelven al país y a estudiantes extranjeros que vienen a doctorarse. Publican sus trabajos en las principales revistas científicas del mundo.

 Por Ignacio Jawtuschenko

Claudio Fernández volvió en el año 2006. Es uno de los más de 1200 científicos que volvieron al país cuando años atrás comenzaron a mejorar las condiciones para la investigación y el desarrollo tecnológico. Pero no volvió solo, procedente de Alemania. Volvió respaldado por la sociedad Max Planck, la poderosa institución científica alemana –considerada la más prestigiosa del mundo junto a las universidades norteamericanas–, e instaló en Rosario el Laboratorio Max Planck de Biología Estructural, Química y Biofísica Molecular (LMPbioR).

Desde entonces, con el apoyo del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario (UNR), viene dando pasos significativos en la búsqueda y el diseño de un fármaco que permita terminar con el flagelo del Alzheimer y el Parkinson, las enfermedades neurodegenerativas consideradas endemias del futuro. Y además ahora pasó de repatriado a repatriador: impulsa a otros investigadores a que vuelvan, se radiquen en Rosario y se sumen a la aventura del descubrimiento.

“En el exterior me di cuenta del alto nivel con el que nos forman en las universidades argentinas, en Alemania valoraban y aprovechaban mucho nuestro conocimiento. No es lo mismo que la actividad científica se desarrolle en un lugar o en otro, el conocimiento es soberanía, por eso quería volver y hacer en la Argentina ciencia de punta”, sostiene Claudio Fernández en diálogo con Página/12.

En la Siberia, como se conoce en Rosario al campus de la UNR, funciona uno de los centros de producción científica más competitivos del país, con equipamiento de última generación, como un espectrómetro de Resonancia Magnética Nuclear (RMN) de 600 MHz, digital, con tecnología de criosonda, único en su tipo en el país y un sistema integrado de microscopios capaces de obtener imágenes de células vivas y registrar eventos en lapsos largos.

A fuerza de trabajo en equipo lograron no pasar desapercibidos. Articulando investigación básica con proyectos interdisciplinarios, muestran que la ciencia argentina puede ser hecha alejada de las luces de Buenos Aires y a la vez ser del más alto nivel internacional. De hecho, son referentes internacionales de una especialidad considerada de frontera: la Biología Estructural por Resonancia Magnética Nuclear (RMN). En agosto, por ejemplo, recibieron a cinco científicos de Estados Unidos, cuatro científicos del Brasil, dos de México, dos de Chile, dos de Italia, y dos de Alemania, tanto para entrenarse en técnicas de análisis experimental como para efectuar investigaciones en el campo de esas enfermedades.

En dos años ya fueron sumados cuatro científicos al trabajo en Rosario; los dos últimos en llegar fueron Andrés Binolfi y Verónica Lombardo, que volvieron de Berlín. Binolfi trabaja en un área de frontera, y encabeza el primer grupo en América Latina que trabaja con resonancia magnética nuclear con células vivas de mamíferos (In Cell NMR). Lombardo desarrolla su actividad en el área de la biología celular y animal, buscando identificar posibles biomarcadores de distintos desórdenes neurodegenerativos y efectuar su diagnóstico precoz.

Tienen a mano microscopios considerados de última generación. Allí mismo funciona el centro Internacional de Microscopía de Excelencia Nikon de la UNR; de su tipo en el mundo hay solo trece. Los microscopios son capaces de capturar imágenes en secuencias de tiempo y obtener imágenes tridimiensionales de células vivas. “Contar con microscopios de punta no sirve únicamente para reducir las barreras de la investigación y facilitar el acceso a tecnología de alta gama, sino también facilita la colaboración con científicos e investigadores de todas partes del mundo”, destaca Fernández.

Y no solo vuelven investigadores argentinos que hasta hace poco residían en el exterior. Jóvenes estudiantes como Timo Strohäker, Caterina Masaracchia y Sabine Reen, procedentes de una potencia científica como Alemania, se instalaron en la ciudad santafesina para cursar su doctorado binacional argentinoalemán en biociencias moleculares y biomedicina de la UNR y la Universidad de Goettingen. “Es clave para consolidar el vínculo internacional de la ciencia y universidad argentina, así como para planificar la capacitación y perfeccionamiento en áreas estratégicas para el desarrollo del país”, subraya Fernández. El año próximo vendrá a dictar una conferencia el profesor Stephan Hell, científico alemán de la Universidad de Goettingen, premio Nobel de Química 2014, miembro del claustro de Profesores del Doctorado Binacional en Biociencias Moleculares y Biomedicina.

Descubrir y diseñar fármacos

Además incursionaron en la investigación aplicada a partir de una plataforma tecnológica de descubrimiento, diseño y desarrollo de fármacos en fase preclínica de la Argentina (Sedipfar) y del Instituto de Investigaciones para el Descubrimiento de Fármacos de Rosario (Iidefar UNR-Conicet). El descubrimiento de fármacos es considerado uno de los principales motores de desarrollo económico. A nivel global, el mercado de productos farmacéuticos es un mercado de 900 mil millones de dólares anuales, concentrado mayormente en los países más desarrollados. América Latina representa aproximadamente el 5 por ciento del mercado mundial de medicamentos.

–¿Hay articulación entre la investigación básica que hacen ustedes en universidades y centros de investigación y las empresas farmacéuticas?

–No la suficiente. Los países exitosos en este terreno han sido los que generaron una política pública y una legislación que ha promovido que las innovaciones vayan del laboratorio a la industria. El potencial es enorme. El mercado farmacéutico argentino cuenta aproximadamente con más de 7000 productos, moviliza más de 3500 millones de dólares anuales y cuenta con la particularidad de que más de la mitad del mercado de medicamentos está abastecido por empresas de capital nacional.

–¿Qué impide que haya mayor interacción?

–No hay nada que impida el establecimiento de una estrecha interacción entre el sistema científico y la industria farmacéutica orientada hacia la búsqueda de nuevos fármacos. La Argentina tiene una fuerte tradición en investigación básica y aplicada en ciencias químicas, bioquímicas y de la salud, con recursos humanos con experiencia en las universidades e institutos más prestigiosos del mundo. No desarrollar nuevos medicamentos pone a Argentina en una situación de desventaja respecto de los países desarrollados.

–Es decir que hay potencial para que el trabajo científico impacte en un sector productivo.

–De ser explotado de manera inteligente y enfocada, ese potencial combinado permitiría incrementar en varios órdenes de magnitud el valor agregado de los productos farmacéuticos producidos, haciendo que la industria farmacéutica argentina esté en condiciones de competir a nivel internacional por el descubrimiento y desarrollo de nuevos fármacos. La plataforma tecnológica Sedipfar viene a cumplir esa función de articulación.

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Fernández (en el centro, con los brazos cruzados) y su equipo del laboratorio Max Planck, de Rosario.
 
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