Miércoles, 2 de septiembre de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Eduardo Valdés *
Quiero contestar lo declarado por el profesor Giovanni Sartori en una entrevista publicada por el diario italiano Il Fatto Quotidiano el pasado 30 de junio.
“El Papa tiene su responsabilidad. Es un gran pícaro. Cuando se verificaron las masacres de cristianos en Africa, él se pronunció demasiado tarde y usando palabras poco consistentes. Y la Iglesia es la trinchera de quienes se oponen al control de la natalidad. Pero el fenómeno de la sobrepoblación es la crisis más dramática de nuestros tiempos. ¿A dónde los ubicamos? ¿Qué diablos les damos para que se alimenten? Escúcheme, para serle sincero tengo un prejuicio hacia los argentinos. Discúlpeme, pero es así. Por empezar, él es un astuto y en segundo lugar es argentino. A todos los italianos malos los mandamos a Argentina. Entre paréntesis: nunca acepté un título ad honorem de allí.”
Confieso que me sorprendió mucho leer esas críticas feroces a la Argentina, un país que siempre lo tuvo en gran consideración y del cual me consta que el profesor aceptó el título honoris causa que la Universidad de Buenos Aires le concedió el 14 de octubre de 1998, expediente 1.514.825/98. Dicho título figura en todos los currículum vitae del politólogo posteriores a esa fecha, como puede averiguar cualquier persona utilizando un buscador de Internet, como Google.
A la absurda acusación de callar sobre las masacres de cristianos, le contestó de la mejor manera el mismo papa Francisco durante el Angelus del domingo pasado. Cuando resaltó que también hoy “en Oriente Medio y en otras partes del mundo los cristianos son perseguidos” y rezó para que estas tragedias sean “un estímulo a los legisladores y gobernantes para que sea asegurada en todas partes la libertad religiosa; y a la comunidad internacional le pido que haga algo para que se ponga fin a las violencias y abusos”. Un llamado que el Santo Padre consta haber dirigido al secretario de las Naciones Unidas a través de una carta personal enviada el 9 de agosto de 2014.
Con respecto a sus comentarios sobre la inmigración italiana en Argentina, quiero resaltar que nosotros tenemos orgullo de aquellos italianos que llegaron durante los tres grandes flujos migratorios que tuvieron lugar a partir de la mitad del siglo XIX y que se intensificaron alrededor de las dos guerras mundiales.
Entonces, los compatriotas de Sartori huían de la guerra, como sucede ahora con los refugiados africanos. Quizás el politólogo, a quien tanto le molesta que el Papa se ocupe de ellos, reflexione en algún momento sobre esta circunstancia.
Además, cabe subrayar que estos italianos trabajaron duramente para construir su nueva vida en Argentina, ofreciendo con sus esfuerzos una gran contribución al desarrollo económico, cultural, social e incluso político del país.
Argentina abrió los brazos y estrechó bien fuerte en un abrazo a quienes llegaron de los barcos, hasta construyó un hotel de inmigrantes para recibirlos con comida caliente, una cama y mucho amor ni bien pisaban nuestro suelo. Nacionalidades de las más diversas han formado la argentinidad, españoles huyendo de la guerra civil, polacos, ucranianos, sirios, libaneses, ingleses, galeses, hebreos, asiáticos y africanos junto a hermanos latinoamericanos que también sufrieron persecuciones o necesidad de trabajar. Esta actitud forma parte de nuestra cultura.
Los cinco premios Nobel de Argentina fueron otorgados a hijos de inmigrantes formados por nuestro sistema de educación pública: Carlos Saavedra Lamas y Adolfo Pérez Esquivel por la Paz, y Bernardo Alberto Houssay, Luis Federico Leloir y César Milstein por las Ciencias. Todas estas personalidades fueron formadas en la escuela pública argentina, que les supo inculcar el amor por la patria que los educa y por la de sus padres. Es una cosa muy común, es amor doble, no chauvinista que profesamos los argentinos por la tierra de nuestros ancestros.
La Argentina ha tenido presidentes de origen italiano muy amados por su pueblo, Juan Domingo Perón, quizás el más significativo, Arturo Frondizi, tan respetado en Italia, escritores como Ernesto Sabato, deportistas como Juan Manuel Fangio, el golfista Roberto de Vicenzo, los futbolistas Alfredo Di Stefano, Lionel Messi, plásticos como Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Raúl Soldi y por si faltaba algo el gran cardiocirujano René Favaloro.
El máximo prócer argentino junto a José de San Martín, Manuel Belgrano, creador de nuestra bandera y libertador de Argentina, es de origen italiano.
Por eso, nos duele mucho lo que está pasando con estos hermanos que huyen de sus patrias por el horror de las guerras de las cuales occidente no es inocente.
Por último, le digo, Sr. Sartori, que también es de origen italiano el argentino más amado del mundo, es originario del Piamonte y lleva puesto el nombre del Santo más querido de Italia, San Francisco de Asís. Ama a Dios por sobre todas las cosas y cree que Cristo se aparece en cada ser que sufre. Por eso, predica el Sermón de la Montaña y Mateo 25 y es famoso por construir puentes y destruir muros. Justamente por eso, el próximo 19 de junio será en Cuba donde lo recibirán para celebrar su logro diplomático más extraordinario, el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, un logro cuyo peso desafío a usted, en calidad de politólogo, a explicar.
Se llama Jorge Mario Bergoglio y nació en Buenos Aires donde predicó toda su vida, pero hoy en día lo conocen en todo el mundo como papa Francisco.
* Embajador de la República Argentina ante el Vaticano.
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