Lunes, 4 de agosto de 2008 | Hoy
CONTRATAPA › ARTE DE ULTIMAR
Por Juan Sasturain
Si el tiempo perdona la obra, ataca al obrero
Víctor Segalen, “Estelas”, 1914.
Si el tiempo perdona la obra ataca
al obrero dice Daniel Santoro entre maquetas
propias y cascarones naturales
pone sellos chinos sobre sus pinturas peronistas
anda en el Pulky se baja del Graciela
cree en el Tao y en la tercera posición
predica las Veinte Verdades
como si no fueran
demasiadas.
Segalen Víctor, arqueólogo francés, poeta
iluminado a la sombra
de la Gran Muralla
se subió al techo –del mundo o del Tíbet– y de allí
explicó el aire puro, las pocas cosas que quedan
cuando uno sube.
Subir / saber
es soltar cosas.
Hay que construir sobre arena,
con madera y papel. No ir contra el
tiempo sino alimentarlo dice Segalen
según Santoro.
Somos /debemos
deberíamos ser
dóciles combustibles del tiempo y no
diques infructuosos, pircas de tonta piedra,
cortina metálica, la sólida casita
del chanchito práctico
según diseño
del congelado
del engrupido Disney.
Santoro –pienso, me gustaría– podría pintar
Los Tres Chanchitos
en la versión del Víctor pasado por Lao Tsé
y bendecida por Evita: una serie
de estampas troqueladas
suplemento de Mundo Infantil para niños efímeros
únicos y privilegiados de los cincuenta
sentados a la sombra
encolumnada de la
bendita Fundación.
Si el tiempo perdona la doctrina, ataca
al militante se podría decir con
Segalen y el viejo Chuang Tzú
convidado de paja
y no de piedra.
Que ya está dicho en la historia y padecido
en la historieta
que supimos conseguir.
El tiempo es lobo del hombre
lobo en general
y es bueno que sople y coma, se lleve
lo que es suyo, tenga siempre qué morder,
nos haga olitas en el lomo,
arrugas en la piel del río.
Todo tuyo tiempo: yo sólo toco y me voy
como Pentrelli vivo al toque
saco el cuerpo pongo el aire
a tu mordisco:
soplá y me voy.
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