Lunes, 6 de diciembre de 2010 | Hoy
CONTRATAPA › ARTE DE ULTIMAR
Por Juan Sasturain
Hay una muestra de Solano en el centro, en la calle Corrientes, en el ambiente y por donde circula mucha de la gente que lo ha leído/visto/seguido desde hace sesenta años (sic). Siempre vale la pena ir a ver el poderoso trabajo del dibujante, pero sobre todo cabe últimamente, cuando el sabio y veterano historietista asiste a múltiples homenajes y justos reconocimientos por su coherencia de trabajo, arte y vida. Además, coincide esta muestra con la circulación –poco difundida aún entre nosotros– de una edición ejemplar de El Eternauta –su (nuestra) historieta emblemática– realizada por primera vez (sic, otra vez) a partir de las planchas, los dibujos originales. Es que habitualmente estábamos acostumbrados a ver las 360 páginas apaisadas del clásico de Oesterheld y Solano tal cual se venían reproduciendo desde mediados de los setenta, “levantadas” con mayor o menor cuidado y fortuna de la revista en que comenzó a salir, el Hora Cero Semanal, aquel 4 de septiembre de 1957 que es, con justicia y desde no hace mucho, el Día de la Historieta en este país. Aquella impresión original era pésima: mal papel, berreta; líneas empastadas de tinta... Las ediciones que vinieron después hicieron lo que pudieron. Esta nueva –hecha a partir de originales que están desde hace décadas en manos de coleccionistas privados, en Europa– es, en cambio, una joya que confirma lo que sospechábamos: Solano dibujaba (ya entonces) más y mejor de lo que parecía...
Y ni hablar de esto que está expuesto ahora. En la muestra Homenaje a Solano López, que hasta el 19 de diciembre estará colgada en la sala Abraham Vigo, en la planta baja del Centro Cultural de la Cooperación, Floreal Gorini, en Corrientes 1543 –frente al Teatro Municipal San Martín–, se exhibe un abanico de trabajos de distintos momentos del autor, algunas maravillas no demasiado frecuentadas por la impresión o las ocasionales exposiciones.
Uno conoce, por ejemplo, bastante bien la excelencia del policial Evaristo, la obra maestra que hizo con guiones de Carlos Sampayo en los ochenta, pero son pocos los que recuerdan el único capítulo de la serie Clown, con el mismo autor. Acá está. Hay una muestra variada y exhaustiva de los distintos aspectos de su trabajo junto a Ricardo Barreiro: la ciencia ficción desatada de Slot Barr, la parábola antiutópica de Ministerio y el erotismo gótico de El prostíbulo del terror. Acá están también. Y no faltan los trabajos de las últimas dos décadas junto a Pablo Maiztegui en las distintas continuaciones de la saga de El Eternauta, o las feroces Historias Tristes y Ana –en uno de sus mejores momentos creativos– con guiones de Gabriel Solano López, su hijo.
Y dejo para el final, porque sirve de ejemplo del natural anclaje del creador con su medio y su gente, las breves y pequeñas historias que escribió Guillermo Saccomanno para la serie Calle Corrientes, a principios de los ochenta, precisamente para que el paseante al salir a la calle verifique una vez más que lo que dibuja Solano es simplemente así, verdadero. Nadie lo iguala en ese “efecto verdad” que va más allá de referencias precisas y parecidos exactos.
Y la última: hay por ahí una caja descomunal, un Solano-box si quieren, una caja negra que contiene –como la de los aviones– los secretos mejor guardados del arte del dibujante que nos toca admirar: edición limitada de quinientos ejemplares/cajas que incluyen setenta láminas obra del artista, quince serigrafías, trabajos de otros plásticos en su homenaje y otras maravillas.
A mí, la caja, me la encajaron. Gracias.
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