CONTRATAPA
Juicio a Bush
Por Martín Granovsky
La demanda se presentará hoy a las 9 de la mañana. La Corte de Apelaciones de Boston recibirá una querella contra George W. Bush que será firmada por soldados, padres de soldados provenientes de siete Estados y varios miembros del Congreso, entre ellos el reverendo Jesse Jackson. Pedirán a Bush que detenga el operativo de guerra en Irak porque viola la Constitución norteamericana.
El juicio a Bush se sintetiza en una frase:
–El Presidente no puede ser un rey –dijo Paul Richardson, padre de un marine destinado a las fuerzas que esperan su turno en el Golfo Pérsico.
Los querellantes sostienen que Bush está violando el artículo primero, inciso octavo, de la Constitución de los Estados Unidos. Según él, solo el Congreso tiene facultades para declarar la guerra. Para los demandantes, la resolución sobre Irak aprobada en octubre último por el Congreso no declaró la guerra. Entonces es ilegal que haya conferido a Bush la decisión de enviar o no a los norteamericanos a un conflicto armado con Irak. Entre los antecedentes de la demanda figuran conceptos de George Washington, el primer presidente de la historia norteamericana. Washington dijo que sus sucesores no deberían tener un poder monárquico como para llevar arbitrariamente a la nación a la guerra, y por eso el papel del Congreso.
La Corte de Apelaciones del Primer Circuito, que escuchará esta misma mañana a los querellantes, es una de las doce que hay en los Estados Unidos. Por encima de esas instancias solo queda la Corte Suprema federal. La teoría clásica sobre las guerras dice que las democracias garantizan la paz más que las dictaduras, porque en democracia la opinión pública suele frenar los conflictos injustificados y en dictadura los pueblos no cuentan. A veces, incluso en democracia, los ciudadanos apoyan a sus gobiernos cuando éstos emprenden hostilidades. Pero eso no ocurre hoy por ejemplo en Italia y España, donde los gobiernos son tan belicistas como Bush y las encuestas revelan que los pueblos se oponen a combatir la dictadura de Saddam Hussein por medio del ataque armado. Hasta ahora, al menos, sí ocurría en los Estados Unidos. Al revés de sus colegas europeos, Bush parecía estar obteniendo el apoyo de la mayoría de los norteamericanos para invadir Irak.
¿Seguirá el consenso? La demanda que se presentará hoy cuestiona la legalidad de una guerra. Pero empiezan a aparecer voces de crítica a la decisión política del ataque. No provienen de un diputado progresista como Jackson sino, por ejemplo, del columnista de política exterior de The New York Times, Thomas Friedman. Escribió Friedman el último domingo que acaba de recorrer 20 Estados de su país y se siente en condiciones de sostener que el 95 por ciento de los norteamericanos quiere resolver el problema iraquí sin guerra. El columnista dijo compartir el proyecto de Bush de “liberar a Irak para mostrar en Medio Oriente el poder de la libertad”, pero señaló la contradicción entre ese objetivo y la obsesión unilateral de Bush de no firmar el protocolo mundial sobre el calentamiento del planeta. También opinó que esa meta hubiera estado más cercana con otra actitud en el conflicto israelí-palestino. Otra actitud: interrumpir las conversaciones con los palestinos si siguen los ataques suicidas, y quitar a Israel 100 millones de ayuda por cada nuevo asentamiento en territorio palestino. “Me preocupa que Bush nos haya exhortado a hacer algo correcto pero que no sea capaz de hacerlo correctamente”, dice el artículo.
La columna de Friedman no marca una oposición abierta a la guerra sino una crítica con apoyo, o un respaldo crítico. Pero para un presidente fundamentalista como Bush y un secretario de Defensa desatado como Donald Rumsfeld, que también será querellado hoy, cualquier duda equivale a un obstáculo en la maquinaria imperial. La presentación de hoy en Boston se acerca más a la oposición abierta. Es muy valiente en los Estados Unidos actuales pedir el procesamiento del presidente en un abierto desafío a lanoción de que la mejor forma de reparar el ataque a las Torres Gemelas es destruir un país dictatorial aunque sin relación probada con Al Qaeda.
Es posible que ya nada detenga la guerra, pero no está nada mal intentarlo en el único lugar del mundo donde Bush puede pagar costos políticos que realmente le importen: los Estados Unidos.