ESPECTáCULOS › EL MUSICO LUIS BORDA ACTUA EN EL FESTIVAL BUENOS AIRES TANGO
“Sin arriesgar, jamás se evoluciona”
El guitarrista y compositor, que vive en Alemania desde hace siete años, cuenta los pro y los contra de hacer tango en Europa, donde su apuesta artística desmitifica la fantasía del baile y la pasión.
Por Karina Micheletto
Hace una semana, Luis Borda abandonó las montañas y la nieve de Munich para internarse nuevamente en Buenos Aires. El guitarrista y compositor reconoce que aquel es un paisaje extraño para alguien que se define como “hombre del llano”. Borda se fue a Alemania siete años atrás, después de varias giras que se iban alargando, y de conocer a la que ahora es su esposa. El suyo puede ser uno de los tantos ejemplos de artistas que en su país tienen prestigio entre melómanos, y en Europa llenan teatros. Hasta el año pasado, el guitarrista no había vuelto a dar un concierto en la Argentina. Invitado por el Festival de Tango, el domingo pasado presentó un espectáculo que incluyó tango y poesía de autores como Alberto Muñoz, Mempo Giardinelli y Ulrico Schmidel. Y mañana a las 20.30, el músico volverá a presentarse en el teatro Regio, con el show “Cuerdas Nuevas”, un proyecto que en Europa desarrolla con la orquesta de cuerdas de Austria Senne Instrumental, y aquí hará con un septeto de cuerdas dirigido por Damián Bolotin, guitarras, bandoneón y percusión.
Nacido en Lincoln, provincia de Buenos Aires, en una familia con varios tíos folkloristas y una madre cantante, tanto Luis como su hermana Lidia, la cantante, y su hermano Eduardo, percusionista, siguieron el camino de la música. Después de un comienzo rockero en el legendario Ave Rock de los 70, Borda mezcló su guitarra y sus bigotes con distintos artistas de la música popular, como Rodolfo Mederos, Dino Saluzzi, Litto Nebbia, Juan Falú, León Gieco y Lito Vitale, entre muchos otros. Finalmente se dedicó a abordar el tango con un cuarteto propio, que rearmó no bien llegó a Alemania. Ahora tiene su agenda cargada de presentaciones, workshops y arreglos para grupos con diferentes instrumentos, en proyectos más o menos convencionales, como acompañar a un laúd y mezclar la música árabe y el tango. Por si esto fuera poco, creó un sello independiente por el que acaba de salir Hecho, un recorrido por diferentes momentos de su carrera, aún inédito en la Argentina. “Fue complicado al principio, no es que en el Primer Mundo salgan euros de los árboles, ni mucho menos”, aclara el músico, en diálogo con Página/12. “La diferencia es que si te ponés a trabajar mucho, en un tiempo, tarde o temprano, la cosa va a funcionar, lo que hacés no se destruye.”
–¿Cuál es su experiencia como inmigrante en Alemania?
–Creo que me hizo ver el mundo tal como es. Conocí cómo es la vida de la gente que por una u otra razón se encuentra en lugares donde sabe que nunca va a adaptarse del todo, a veces ya de grande. Quizás algún día puedan hacerlo tus hijos, pero vos seguro que no. En mi caso, mi historia personal está en la Argentina, no en Alemania. Mi hija está acá, mis amigos, mis afectos. Por supuesto que tenés que adaptarte, aprender el idioma, la cultura o resignarte a vivir en un submarino. Y tenés que ver cómo te las vas a arreglar para poder adaptarte. Muchos buscan anticuerpos y entonces, por ejemplo, hablan de la Argentina culpable de todos sus males. Como si fuera una persona. Me parece una chantada: la Argentina somos todos, y si en este país está todo mal, es una responsabilidad social que compartimos todos. De cualquier modo, yo no vivo en Alemania porque me vaya bien económicamente, sino porque el momento que está atravesando ahora me hace bien. Alemania está oponiéndose claramente a la guerra junto con Francia, el Partido Verde tiene una fuerza cada vez mayor, y que los alemanes voten a esos partidos me parece algo saludable.
–¿En qué se notan las nacionalidades de los músicos a la hora de tocar tango?
–Hay gente que toca increíblemente bien, pero no puede hacer cosas elementales de tango, que para cualquier instrumentista de acá son naturales. Por ejemplo, en mi música hay mucha improvisación, y yo no quiero que sean solos de jazz: tiene que sonar a tango. Trabajé mucho para armar un grupo que suene como yo quiero. Con la moda del tango, cadaeuropeo tiene armada en la cabeza una fantasía. Para algunos el tango es pasión, otros lo relacionan solamente con el baile, y otros lo mezclan con la cosa española. Me ha pasado en más de un concierto que después del “chan chan” final me griten “¡Oleee!”. Pero como lo que yo hago no responde a una orquesta de tango tradicional, no puedo cumplir las fantasías de nadie.
–¿Cómo ve el panorama del tango actual en la Argentina?
–En este viaje escuché cosas muy interesantes y saludables para el tango. Un disco de Ramiro Gallo, que todavía no está editado, que me pareció increíble, sobre todo un tema en el que está Winton Marsalis como invitado. El nuevo disco de mi hermana (Lidia) con Diego Schissi y El Arranque, que tampoco está editado, me pareció una buena mezcla con un repertorio tradicional. También me gustó mucho lo que está haciendo el pianista y bandoneonista Juan D’Argenton. Están sonando muchas cosas que le hacen bien al tango.
–¿Cree que está superado el debate sobre seguir o no seguir a Piazzolla?
–Ese debate ya cansó... La gente a veces habla y no escucha, y la música es para escuchar. Piazzolla abrió un camino, como antes lo hicieron otros, cada uno con su marca, y si componés música esa influencia es saludable, no la podés ignorar. A veces siento que ciertas críticas son más que nada una expresión de deseo de que las cosas no se hagan. Y hacer música es arriesgar, ir siempre por más, no calcular qué es lo que va a encajar y ponerse a cortar entradas. En la música popular, sin arriesgar jamás se evoluciona.