Jueves, 23 de agosto de 2012 | Hoy
Por Juan Gelman
Es la que aqueja al ejército de EE.UU., la más numerosa de sus fuerzas armadas, según un estudio que el Centro de Conducción Militar de Fort Leavenworth, Kansas, encargó a la consultora ICF International: acaba de trascender y revela la existencia de un elevado número de suicidios de veteranos que regresaron de los frentes de guerra y una crisis de desconfianza hacia los altos mandos. Se llevó a cabo mediante un cuestionario enviado por Internet a militares de distintos rangos de las bases estadounidenses establecidas en el territorio nacional y en todo el mundo (//usacac.army.mil, mayo de 2012).
Llegaron 17.000 respuestas con los siguientes resultados: un 58 por ciento piensa que “el ejército es incapaz de retener a líderes dotados”; el 57 por ciento afirma que falta disciplina o que “el ejército es demasiado blando”; el 53, que hay mandos ineficaces en los niveles superiores; el 52, que muchos de éstos se equivocan al establecer las prioridades. Sólo uno de cada cuatro oficiales y soldados cree que la fuerza es conducida en la dirección correcta. Es éste un problema no menor en el marco de las restricciones presupuestarias del Pentágono y su propósito de dar de baja a 90.000 de sus 570.000 efectivos en los próximos años.
El general Raymond T. Odierno, jefe del Estado Mayor Conjunto del ejército, mostró su desazón en declaraciones al periódico Army Times: “Es muy importante para nosotros ser introspectivos y estamos empeñados en una autoevaluación continua” (//bostonglobe.com, 20-8-12). Ya había ordenado en mayo que se reexaminaran los diagnósticos de estrés postraumático de los veteranos, que determinan si los que fueron heridos pueden volver o no al campo de batalla. Algunos efectivos habían denunciado a la senadora demócrata Patty Murray que se los habían sustituido por otros diagnósticos con síntomas minimizados para ahorrar dinero (www.nytimes.com, 16-5-12).
La preocupación más grave, sin embargo, es la creciente tasa de suicidios entre los veteranos: 38 en julio último, la más alta en la historia reciente de las fuerzas armadas estadounidenses. La proporción de suicidios o aparentes suicidios en los primeros siete meses de este año fue un 22 por ciento mayor que la registrada en el mismo período del 2011: 23 de cada 100.000 militares se quitaron la vida. El mismo ratio aplicado a la sociedad civil alcanza al 18,5 por ciento según los últimos datos disponibles, una diferencia evidente.
Un nuevo rasgo se manifestó en el 2012: el número de suboficiales en activo con rango de sargento para arriba (sin inclusión de tenientes para arriba) que se quitaron la vida superó al de los jóvenes recientemente enrolados que resolvieron lo mismo. El analista militar Bruce Shahbaz subrayó que esto sucede por primera vez: “El ejército tradicionalmente ha considerado que el sector más proclive al suicidio es el de los soldados jóvenes, pero esto puede estar cambiando” (www.usatoday.com, 9-8-12).
Los mandos militares suelen echarle al suicidado la culpa de su trágica decisión. Hablan de la difícil adaptación a la vida civil de quienes vuelven del combate y no faltó el jefe que responsabilizó al consumo de drogas, es decir, nada que ver con la guerra. El propio Shahbaz se ganó el Oscar de las explicaciones improbables: señaló que el problema radica en que ya no los mandan al campo de batalla. El pequeño detalle es que antes del 11/9, cuando la mayoría de los efectivos prácticamente estaban en la casa, la tasa de suicidios era mucho menor.
Una investigación, tal vez la primera en su género, puso sobre el tapete la razón principal de esa suerte de inmolación: es de carácter moral. Dos expertos de la Universidad de Utah analizaron con 72 soldados de la base Fort Carson, Colorado, que habían fallado en su intento de suicidio, por qué razón llegaron a ese extremo. De las 33 preguntas formuladas, una tuvo una respuesta unánime: el deseo de terminar con una intensa angustia emocional (www.usatoday.com, 11-7-12).
“Estos muchachos tratan de matarse porque padecen un sufrimiento psicológico y un dolor intensos”, declaró Craig Bryan, coautor del estudio, quien no profundizó mucho en las causas de ese padecimiento. Es, sin duda, una cuestión compleja: la investigación revela que cada uno de los 72 soldados señaló en promedio diez razones para acometer el acto. Otra de las compartidas fue la necesidad de poner fin a una tristeza crónica, un medio para distanciarse de la gente o de expresar desesperación, agregó Bryan.
Quedan muchas preguntas en pie. ¿Qué relación habría entre esos suicidios y el haber presenciado y aun protagonizado hechos de extrema violencia como el asesinato indiscriminado de civiles, mujeres, ancianos, niños? Lo cierto es que el número de veteranos que sufren perturbaciones mentales aumentó un 62 por ciento desde el año 2000. A casi un millón de ellos se les ha diagnosticado al menos una.
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