Martes, 30 de octubre de 2012 | Hoy
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Hasta hace unos días, China y lo chino no ocupaban mucho espacio en el disco duro de Rodríguez. Una canción que comenzaba con un “En un bosque / De la China / Una china se perdió...”, alguna aventura delicadamente racista de Tintín, las ocurrencias nómadas del sedentario Marco Polo, Bruce Lee & Fu Manchú & Charlie Chan, películas de los ochenta protagonizadas por Kurt Russell y Mickey Rourke, algo de porno y algo de horóscopos, muchos restaurantes donde comer mucho por poco sin pensar demasiado en cómo y qué se cuece en la cocina, las constantes referencias económicas al “gigante asiático” y los indicios de corrupción colosal en el gobierno, desfiles militares milimétricamente coreografiados, ese chinito insoportable en la segunda de Indiana Jones, y la inevitable noticia “de color” en los noticieros de la noche, donde siempre hay un niño chino rescatado por bomberos chinos luego de haberse metido, quién sabe cómo, dentro de un horno de microondas chino o algo así. Pero ahora, de pronto, todo ha cambiado. Todo viró a amarillo y todo es exótico y peligroso y oriental en Madrid. Así que ya saben: los narco-cárteles por un lado y las mafias-tríadas por el otro. Y España en el medio y –en el decir de su rey– “con el cuchillo en la boca”.
DOS El asunto ha sido dado a conocer a la ciudadanía toda bajo el rótulo de Operación Emperador y el emperador en cuestión es un tal Gao Ping responsable ahora de que El País ofrezca titulares tan atractivos como El “emperador” Gao Ping se alió con el “dragón” Wen para crear una gran mafia. Y, en principio, Rodríguez agradece la novedad, la tregua. Es como irse lejos sin salir de casa. Es como poner distancia entre él y un nuevo aumento de la tasa del paro (ya por encima del 25 por ciento de la población activa) y los alaridos de los cada vez más desahuciados y el creciente y oscuro ruido blanco entre Catalunya y Madrid, y la nueva sentencia nada sabia ni milenaria de Rajoy, y la resaca de la última debacle electoral del PSOE proponiéndose “renovación ideológica”. Así que Rodríguez se concentra en Gao Ping y no se pierde nueva sobre su persona y sus asuntos desde que vio los tapes que lo mostraban saliendo, escoltado por la policía, de su chalet en Somosaguas. Hogar agridulce hogar donde se halló demasiado dinero en efectivo y desde donde controlaba todo lo que entraba y salía del polígono industrial de Cobo Calleja –territorio mítico de Fuenlabrada, en las afueras de Madrid, al que rara vez se arriesgaba la policía– yendo de productos de alta gama a cositas Made in China de dudosa factura y duración breve para nutrir los cada vez numerosos negocios tipo Todo a 100 (pesetas). Sin por eso quedarse fuera del tráfico de drogas, lavado y blanqueo de dinero, préstamos a intereses de vértigo a inmigrantes, juego ilegal y prostitución encubierta en karaokes. Todo, por supuesto, con la ayuda de prohombres locales que incluyen, presuntamente, a políticos, abogados, a un par de cientos de empresarios haciendo cola para utilizar el bien aceitado Gao Ping Express y enviar dinero a paraísos fiscales (o a “países laxos” como Suiza o Argentina), y hasta a un reconocido actor porno al que había tentado para una línea de vibradores de látex fabricados a partir de un molde de su miembro XL. La policía ha prometido “sorpresas” cuando se vayan revelando los nombres de españoles involucrados en la trama y Rodríguez cae de rodillas y ruega al cielo que, por favor, diosito mío, no esté el Citizen Amancio “Zara” Ortega metido en el asunto. Porque Amancio –en un paisaje cada vez más devaluado y deficitario y de riesgo– es de los pocos que nos van quedando a la hora del orgullo patrio y el self-made man de éxito planetario. Otro es Javier Bardem, villano en Skyfall, la nueva de Bond que –tiene entendido Rodríguez– empieza en China.
TRES Y, claro, lo más bueno en todas estas historias es el más malo. Y Gao Ping –también conocido como Laoge o Alberto, alias más bien decepcionante para Rodríguez– está a la altura de las circunstancias aunque, inevitablemente, más cerca del atorrante Torrente que del sofisticado 007. Gao Ping, nacido hace cuarenta y cinco años en Qingtian, provincia de Zhejiang. Gao Ping, que iba de amante del arte y de galerista top y decía soñar con ser un Guggenheim a la vez que explicaba que “los judíos son los mejores negociantes y nosotros somos los judíos de China”. Gao Ping, que apareció en el mundo de la plástica en Arco 2007 y luego fundó el Centro de Arte Contemporáneo Iberia en Pekín y la galería de arte Gao Magee, junto al Museo Reina Sofía. Gao Ping, que patrocina al equipo de fútbol de Fuenlabrada. Gao Ping, que era amado como benefactor de su comunidad y temido porque, a partir de lo que se escucha en conversaciones telefónicas, sus sicarios y lugartenientes –a las órdenes del temible Hai Bo, ex guardaespaldas del Gao Ping– no dudaban a la hora de cumplir mandarinescas órdenes del tipo “cortar pies y manos”. Gao Ping, emperador que se fotografiaba junto a Juan Carlos I. Gao Ping, al que le gusta mucho el marisco gallego. Gao Ping, vestido con traje oscuro a rayas y corbata rosa de lunares y con un Rolex de oro en la muñeca. Gao Ping, que ya tenía planes de expansión hacia Portugal y fuga lista a China para fin de año. Gao Ping, que llegó a España en 1985 y gustaba explicar su saga familiar con abuelo que llega a Italia a principios del siglo XX y vuelve a China durante la Primera Guerra Mundial y con parte del clan regresando a Italia en 1975 y de ahí a España y negocio de venta de corbatas en Sevilla y llegan más parientes y abren uno y dos y tres y cuatro y cinco restaurantes y galletas de la suerte para todos en cuyas tripas se leen proverbios chinos como “Si vas a comprar no empieces por enseñar el dinero” o “Quien mucho acumula, mucho pierde” o “Cuando el dinero habla, la verdad calla” o “La justicia tiene un largo brazo” o...
CUATRO ...“Disfruta hoy. Es más tarde de lo que crees”, lee Rodríguez en la afortunada galleta que le tocó esta noche. Y sale de allí –del Gran Palacio Dorado de Pekín, en Sants– y, junto a la puerta, hay uno de esos inerciales gatitos saludando con su patita hasta el fin de los tiempos. Quedan pocos meses para que termine el Año del Dragón y empiece el Año de la Serpiente. Feliz 4711. Rodríguez se pregunta si no le convendrá pasarse a ese almanaque, como si atravesara una membrana rumbo a una dimensión paralela en la que él por fin, reciba la bendita maldición o la maldita bendición de, sí, “una vida interesante”.
Mientras tanto y hasta entonces, asegurándose de que nadie lo ve, Rodríguez manotea el gatito y se lo mete en el bolsillo y se lo da a su hijo de regalo al volver a casa.
Esa noche, por supuesto, tiene pesadillas donde él está atado a una silla, con los ojos vendados, mientras le gritan palabras agudas y afiladas como puñales que Rodríguez no entiende lo que significan, pero sabe muy bien qué quieren decir. “Las tumbas se abren a cada rato, pero se cierran para siempre”, o algo por el estilo.
Rodríguez, insomne, alucina ninjas descolgándose por las cornisas.
¿Los ninjas eran chinos o japoneses?
Mañana a primera hora devuelvo el gatito, piensa Rodríguez.
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