CONTRATAPA

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 Por Juan Gelman

No hay peor crédulo que el que cree lo que quiere creer. ¿O en el caso de Donald Rumsfeld el calificativo es otro? El jefe del Pentágono insiste en darle crédito al Dr. Jidir Abdul Abbas Hamza, a quien el mes pasado envió a Bagdad para supervisar la industria nuclear iraquí, aplicada –que se sepa– a usos civiles en medicina, ingeniería y agricultura. Este oscuro personaje huyó de la dictadura husseinita en 1994 y es cierto que había trabajado en los programas nucleares de su país. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIOIEA) lo tenía registrado como técnico en enriquecimiento de uranio electromagnético, pero Hamza no se conformó con eso: una vez fuera de Irak se autoungió “padre de la bomba nuclear de Saddam” y se dedicó a filtrar a la prensa británica documentos que anunciaban la realidad en pocos años de arma semejante en los arsenales del tirano. Sucedió en 1995 y no tardó en nacer una leyenda: Hamza había desaparecido luego en Grecia, asesinado por agentes iraquíes.
La leyenda era tan falsa como los documentos. The Sunday Times, tras publicarlos, los entregó a la OIOIEA y una reciente investigación del periodista inglés Solomon Hughes sacó a luz los comentarios que el organismo internacional elevó al Consejo de Seguridad en carta fechada en julio de 1995. “Un detallado análisis de la forma y el contenido de los documentos puso de manifiesto un gran número de errores y contradicciones”, señala la OIOIEA. Agrega: “Los documentos presentan errores de construcción y sugieren que se ha llevado a cabo una pobre adaptación de documentos iraquíes auténticos”. Los integrantes de la misión de la ONU que buscaban armas en Irak llegaron también a la conclusión de que “no son auténticos”. El inspector Maurizio Ferrero no recurrió al eufemismo: los motejó de “falsificaciones”.
El general Hussein Kamal, yerno de Saddam, dirigía el programa iraquí de armamentos cuando decidió –también en 1995– pasarse a Occidente y colaborar con los inspectores de la ONU. Las amenazas contra su familia lo instaron en 1996 a regresar a Bagdad, donde fue asesinado, pero ésa es otra historia. A comienzos del corriente año trascendieron algunas de sus consideraciones de Kamal sobre Hamza, registradas en acta: “Trabajó con nosotros, pero era un inútil y siempre andaba buscando ascensos. Me consultaba, pero nunca aportó nada. Es un mentiroso profesional”. No están lejos de éstas las opiniones del físico David Albright, presidente del Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional de Washington DC, quien cooperó activamente con la OIOIEA de 1992 a 1997: “Lamento no poder recomendar al Dr. Hamza, de ninguna manera. Creo que deforma deliberadamente tanto sus calificaciones pasadas como sus declaraciones sobre la capacidad nuclear anterior y actual de Irak”. Para el ex director de la CIA, James Woolsey, claro que no: “Tengo una elevada opinión de él (Hamza) y no encuentro motivos para no creer en sus afirmaciones”.
Se explica: cuando Hamza aterrizó en EE.UU. en 1998 se acercó a los superhalcones que entraron en la Casa Blanca con Bush hijo. Se convirtió en un infatigable informador de la Oficina de Planes Especiales del Pentágono, la misma que proporcionó las “pruebas concluyentes” de que Saddam tenía armas de destrucción masiva mientras la CIA mostraba cautela sobre el tema. Fue además un propalador incansable de la necesidad de invadir Irak porque poseía armas químicas y biológicas, y apoyaba a Osama bin Laden. Así lo testimonió ante el Congreso estadounidense en el 2002. En septiembre de ese año aseveró a The Times, el Daily Mirror y el Daily Express que Bagdad estaba a punto ya de producir bombas nucleares. El falsificador nutrió el expediente de Bush para atacar a Irak.
En 1998, Hamza quiso despegarse de la cuestión de los documentos falsos y no encontró mejor argumento que aducir que, en realidad, alguien se había hecho pasar por él y que ese alguien había entregado los documentos fabricados a The Sunday Times. Pretendió que el engaño era obra de uncierto grupo opositor iraquí que quiso obligarlo a abandonar su refugio en Libia. Al parecer no advirtió que esta intrincada explicación, si cierto fuere, confirma que los opositores a Hussein falsificaban los documentos que los gobiernos de EE.UU. y del Reino Unido devoraron con gusto y gana. Para la OIOIEA se trató de una adulteración grosera: dice en su carta al Consejo de Seguridad que “expertos de Estados con armas nucleares” evaluaron los elementos técnicos del supuesto programa iraquí de producción de esas armas y los consideraron “inverosímiles”. “Se ha establecido claramente –remacha– que existen inexactitudes significativas en cuanto a calificaciones, títulos y nombres del personal (iraquí), así como en lo atinente a la organización de las estructuras técnicas y administrativas.”
Ocho años después, el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz –según trascendió–, nombró personalmente a Hamza asesor de la Oficina de Reconstrucción y Asistencia Humanitaria del Pentágono encargada de “reconstruir” Irak con la ayuda de iraquíes exiliados que hace mucho no pisan el país. Preguntado sobre esta designación, el vocero del Pentágono, Daniel Hetlage, se explayó en sus confianzas: Hamza fue seleccionado, dijo, “por su vasta experiencia de gestión en el campo nuclear”. Un campo, por lo visto, que requiere todo tipo de habilidades.

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