Jueves, 11 de julio de 2013 | Hoy
Por Juan Gelman
Cunde la indignación en los países de América latina por el atropello propinado al mandatario boliviano Evo Morales al permitir y luego prohibir al avión presidencial el espacio aéreo de España, Francia, Italia y Portugal para su regreso a La Paz. El pretexto, manifestado con todas las palabras por el embajador de EE.UU. en Viena, fue que transportaba a Edward Snowden, el ex técnico de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) que denunció la existencia de un mundo donde cada quien es espiado. Washington también afirmó en su momento que Irak estaba atiborrado de armas de destrucción masiva. No se encontró una ni por equivocación.
Esa actitud de los cuatro países europeos no sólo tiene el aire del patrón maltratando a un inferior, también denota un cariz de desdeñoso racismo. Porque para esta gente, ¿qué es Bolivia? Un país pequeño, de poco peso internacional y encima gobernado por un indígena. Cabe dudar mucho, pero muchísimo, de que se intente alguna vez aplicar semejante violación a las convenciones internacionales de Chicago y de Viena a la aeronave de México, Argentina o Brasil que transportara a sus presidentes. Las disculpas por este escándalo –Portugal adujo “razones técnicas”, el galo socialista Hollande lamentó “el contratiempo”– son tan flacas que dejan ver los huesos de la mentira. Con la soberbia ibérica que lo caracteriza, Rajoy manifestó que España no tenía por qué pedir disculpa alguna.
La irritación latinoamericana toca niveles más altos cuando Snowden da a conocer, por ejemplo, documentos que muestran a Brasil convertido en base de operaciones de la NSA. A solicitud de Bolivia, Nicaragua, Venezuela y Ecuador, se llevó a cabo el martes una sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos, que condenó a los cuatro países europeos y les exigió explicaciones de lo actuado.
Mientras EE.UU. amenaza con considerar enemigo al país que brinde asilo a Snowden y exige su inmediata captura a Rusia y a Venezuela, Bolivia y Nicaragua que le ofrecieron cobijo, la irritación también se expresa en algunos países europeos que ahora saben, gracias al ex de la NSA, que también son espiados, en especial Alemania. La Merkel se le quejó a Obama: una acción de esa naturaleza, le dijo, es inaceptable entre “socios y amigos”. El tema es qué le resulta inaceptable a la canciller: que su país sea espiado o que los servicios alemanes, que trabajan de consuno con la CIA, conocieran el programa de espionaje, pero no recibieran ninguna información.
El importante semanario germano Der Spiegel señaló que esa clase de espionaje nada tiene que ver con la seguridad nacional y que no sólo es una mera intrusión en la privacidad de la gente, sino también en la correspondencia diplomática y las estrategias negociadoras en materia de comercio (www.spiegel.de, 7-7-13). Y no sólo: el espionaje de las grandes empresas permite a EE.UU.aprovechar avances tecnológicos que aún no posee. Alemania es el blanco número uno en la materia. La ministra de Justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenbeger, señaló que esos métodos eran propios de la Guerra Fría. Sólo que ahora entre “socios y amigos”, no agregó.
El gesto alemán parece haber dado a Hollande más energía condenatoria que en el caso Snowden: “Pedimos que esto se acabe de inmediato... Tenemos la evidencia suficiente para pedir una explicación”, se envalentonó (www.alterney.org, 6-7-13). Es que, como señalara The New York Times: “Una lectura atenta de los documentos de Snowden muestra hasta qué punto la agencia furtiva (la NSA) desempeña ahora dos nuevos papeles: es una masticadora de datos, con un apetito (capaz) de recolectar, y almacenar durante años, una asombrosa variedad de información. Y es una fuerza armada de inteligencia con ciberarmas destinadas no sólo a monitorear computadoras extranjeras sino también, si fuera necesario, a atacarlas” (www.nytimes.com, 7-7-13).
Mientras la Casa Blanca exige la cabeza de Snowden a toda costa, la Sam Adams Associated for Integrity in Intelligence acaba de concederle su premio anual por “su decisión de revelar la vastedad de la vigilancia electrónica que el gobierno de EE.UU. ejerce sobre los habitantes del país y de todo el mundo” (www.middle-est-online.com, 9-7-13). Se trata de una organización curiosa: la mayoría de sus integrantes son ex agentes de alto rango de los servicios de inteligencia estadounidense que, desde luego, conocen y acatan la necesidad legítima de mantener en secreto determinados documentos. Piensan, a la vez, que cuando se guardan secretos para ocultar actividades inconstitucionales es su deber apoyar a quienes tienen el valor de filtrar la verdad. Así, proclamaron a Snowden ganador del Premio Sam Adams 2013. Bregan por un espionaje con ética.
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