CONTRATAPA
El retorno de Lilith
Por Dalmiro M. Bustos *
Las antiguas escrituras son la fuente de los mitos que pueblan la mente de los seres humanos. Y, al hacerlo, generan acciones. Muchos consideran a los mitos como el inconsciente de los pueblos. Por lo tanto sus leyendas deben ser consideradas como metáforas. Así en La Biblia, aparecen rastros de un personaje que habitó sus relatos y que posteriormente fue erradicado casi totalmente de éstos. Pero el casi es importante ya que en otros escritos de la época aparece explícitamente. Se trata de Lilith. Parece ser que Dios creó al hombre y la mujer con la misma arcilla y los llamó Adán y Lilith. Iguales por naturaleza. Pero a los “sabios” que se arrogan el derecho de interpretar la palabra de ese gran misterio llamado Dios, no les gustó nada esa igualdad. Dijeron que no existió nunca, la sacaron de las antiguas escrituras: que nadie ose hablar de ella. Sin embargo, como todo asesinato, dejó sus rastros. Sólo hay que saber buscarlos. Y de allí se extrae la información de lo que “realmente” ocurrió.
Resulta que Adán y Lilith se amaron intensamente, como sólo se ama entre pares. Y, ejerciendo el derecho a la paridad, Lilith preguntó a Dios por qué, siendo creados del mismo material, ella tenía que estar siempre por debajo durante las relaciones sexuales. Y además, por qué era Adán el que tenía la tarea de poner nombre a las cosas. Adán, como siempre, miraba atónito. Como tenía todas las obligaciones no se había dado cuenta de que éstas generan muchos derechos. Dicen los sabios que Dios enfureció al punto de condenar a Lilith al destierro y a ser madre de demonios, la Luna Negra. Lilith se había dado cuenta, para su desgracia, de que el que pone nombre se puede apoderar del objeto al que nombra. Y del sustantivo árbol, mesa, libro, se puede pasar al adjetivo bueno, malo, feo, lindo. Es decir se apodera más aún del objeto nominado. Si no nos gusta una conducta, en vez del derecho a decir no me gusta, podemos decir esto es malo. Si tenemos el poder, claro. Se lo cristaliza y condena al nombre adjudicado. Y así las cosas, los ilustres representantes de la eterna perpetuación del poder dicen que Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”, vamos a darle un apéndice, hecho de otro material, lo más inútil que encontremos, al que llamaremos Eva. Pero también le salió mal, porque cuanto más se prohíbe, más se despierta la curiosidad por lo prohibido. Y perdimos el paraíso, culpa de la insidia de las mujeres. Lo mismo ocurre en otras mitologías, con Pandora, cuya curiosidad generó la aparición de los males del ser humano. Lilith se perdió entre las líneas de algún relato antiguo.
Como un amplio paradigma, estos mitos dejaron a las mujeres sin leer la Torá, sin poder votar o llegar a puestos de predominio. Y las Evas que lo hacían tenían que someterse al régimen establecido cambiando el género, conservando el estilo, “a lo” Thatcher o Krueger. Ni hablemos de los mitos establecidos por la religión musulmana, que deja a la mujer como propiedad del hombre.
Ese paradigma genera un tipo de poder que nomina, somete y subordina. Los Nazarenos de la vida (no confundir con El Nazareno), que son muchos, deciden destinos porque se les da la real gana. Bush miente y miles mueren a su paso. Y no hay derecho de preguntarle por qué, ni mucho menos juzgarlo. La jueza prohíbe los anticonceptivos, porque a ella le parecen malos. Los ejemplos son tantos y tan cotidianos que no hace falta redundar en ellos. La ley del más fuerte sigue vigente, aunque no sea la fuerza física –salvo en el caso de los patovicas– la que genere desigualdad de derechos. En los tiempos que corren es más frecuente que sea el predominio económico el que genera la ecuación perversa. El poderoso infringe la ley a la que se somete al débil. Aunque el cómo, por qué y por quién no son meras formalidades.
Pero llegó la hora de la vuelta reivindicada de Lilith. Que pregunte por qué a través de la activación de los mecanismos generadores de la democracia. No va a ser fácil. Los sabios que hablan en nombre de la Verdad van a tratar de desterrar a Lilith, le van a encontrar la vuelta para convertirla en madre de demonios. Pero si el derecho al porqué institucionalizado en nombre de la igualdad de derechos y obligaciones nos devuelve la dignidad, estaremos en camino a un lugar que marque un retorno a lo más cercano que conocemos al paraíso, sin promesas ilusorias de inmortalidad, pero con ejercicio activo de la democracia.
* Médico psicoterapeuta.