Miércoles, 29 de julio de 2015 | Hoy
Por Hugo Soriani
Llegan juntas a un restaurante de Palermo. A primera vista no se sabe bien qué vínculo las une. Se llevarán 20 años y las dos son lindas, pero hay tensión entre ellas.
Se sientan, miran el menú en silencio, eligen las dos lo mismo y suena el primer disparo.
“Mamá, vos sos re inoportuna, re. ¿Te parece que es momento para entrar a las diez de la noche a mi cuarto y decirme que tenés una idea lindísima y que esa idea sea empezar una dieta? ¿Sos boluda? Acabo de pelearme con Diego, mamá, no pasaron ni diez días, estoy hecha mierda, ¿y vos me proponés hacer dieta? Me dejó, mamá, entendés, me dejó, se fue con Julieta. Con Ju-lie-ta, mamá, ¡Ju-lie-ta! Sabés quién es, ¿no? La conocés, ¿no? Mi hermana, mamá. Tu hija. Con ella se fue Diego, con Julieta.
”La pendeja se fue con mi novio, y además en una semana se fueron a vivir juntos. En una semana se la llevó a vivir a su departamento. Yo en tres años no llegué a pasar ni tres días ahí. Me echaba, ‘no me invadas, respetá mis espacios’, y yo, qué boluda, me iba. Ni el cepillo de dientes ponía en su baño. Lo usaba y pum, a la mochila, para no ‘invadirlo’.
”El hijo de puta ni fetichista era, así que la bombacha la lavaba y, húmeda, también, pum, a la mochila, porque Diego no la quería ver colgando de alguna de las canillas del baño. Eso sí, como vos me enseñaste, en una bolsita de nylon para que no se mojen los apuntes de la facu, ‘que bastante caros me salen, nena, bastante caros’, repetías como un mantra todo el tiempo, con otros que hacen a tu repertorio: ‘el hijo de puta de tu padre no me pasa un mango desde hace meses’, ‘apagá las luces de tu cuarto, no sabés cuánto vino este mes de electricidad’, ‘quedate con Julietita porque hoy vuelvo tarde’. Y yo me quedaba y le leía cuentitos, la puta madre, hasta le enseñaba canciones en la guitarra, y eso que Julieta tenía dedos de plomo y desafinaba con ganas. Pero no van a tener problemas, porque a Diego mucho la música no lo copa. Se ponía re mal cada vez que yo cantaba en las reuniones con amigos. Le sacaba protagonismo y eso lo desquicia. Debe estar feliz el turro, ahora sí que es protagonista, me dejó y se fue con mi hermana. ¡Con mi hermana...! Y vos me decís que tengo que empezar con la dieta... Es para matarte mamá, para matarte. ¿Cómo podés ser tan desubicada...? Me dejó por Julieta, que es más flaca y tiene mejor culo, sin dudas, pero si era por eso se podría haber elegido otra, hay miles de flacas por ahí que hacen ‘dieta’, mamá... Miles. Y sabés, mirá si seré boluda, yo no tenía celos de Julieta, a pesar de que veía que entre ellos había onda, al contrario, estaba feliz de que mi hermanita se llevara bien con mi novio. De la que tenía celos era de vos, mamá, de vos. ¿O te creés que no me daba cuenta de que vos lo seducías? Que Diego de acá, que Diego de allá, que hice la comida que te gusta, que por qué no se quedan y vemos una peli juntos...”
–No, no, no, pará, eso sí que no te lo voy a permitir, Camila, de ninguna manera. Acepto que no fue una buena idea proponerte empezar una dieta, pero de ahí a tener que escuchar ese reproche, no, de ninguna manera. Lo único que me falta a mí es tener que escuchar a mi hija decirme que quería seducir a su novio... Si lo ignoraba me hubieras dicho que era una madre mala onda, y como lo traté bien al chico me acusás de que me lo quería curtir, así es con ustedes, los hijos, todas son facturas, y ¿sabés qué?, me rompí el culo sola, sola, ¿entendés?, porque tu padre me dejó y chau pichi, si te he visto no me acuerdo. Y se rajó a Salta con la excusa del consultorio, pero fue para tenerme más lejos. A mí y a ustedes dos.
–Sí, ya sé, mamá, ya sé, y vos te pusiste la casa al hombro y saliste adelante a pesar de nosotras dos que te jodíamos las salidas. “Vuelvo temprano, chicas, ustedes vean tele y a las doce se duermen.” Y te ibas. Volvías temprano, pero siempre con alguno de tus novios volvías. Las dos, con Juli, escuchábamos las risitas y los jadeos que venían de tu cuarto. No te lo reprocho pero no te pongas en víctima, porque la víctima soy yo. Mi novio se fue con mi hermana, y vos para consolarme me ofrecés empezar una dieta. Sos re desubicada, mamá. Aceptalo y no me jodas más. Ponete las calzas que te quedan bárbaras y el taco aguja, te la rebancás y te envidio. Diego no dejaba de mirarte el culo en casa. Al pibe se le iban los ojitos, pero ya tampoco te lo reprocho. Al final se fue con Julieta, no con vos.
–Bueno, mirá, Cami, ya te pedí perdón y reconocí que estuve pésimo con lo de la dieta. Pienso que tenés que hacerla, pero éste no es el mejor momento, okey. Olvidate de la dieta y aceptá otra invitación.
–¿Cuál, mamá, cuál?, ¿a ver con qué brillante idea te venís ahora?
–Esta te va a gustar. Compré dos entradas para ver a Martha Argerich en el Colón. Y no me digas que no te encanta, porque cuando la escuchaste por primera vez quisiste cambiar la guitarra por el piano. Así que nos vamos juntas el domingo al Colón, y después a cenar a Edelweiss. Y además otra buena, aproveché una promoción y te saqué un abono por seis meses. Desde el lunes podés empezar Pilates en Alto Palermo.
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