Miércoles, 1 de junio de 2016 | Hoy
Por Eva Giberti
Alguien se equivoca si piensa que el 3 de junio del año 2015 fue un brote de furia organizado por mujeres enardecidas. Las acompañaron algunos varones esclarecidos y otros tantos oscuros y oportunistas. Fue una furia cotidiana que quedó a la vista, la estridencia visual de los cuerpos que mostraban las cicatrices y los carteles: “A mí me quiso quemar viva…”
Alguien se equivoca si piensa que vamos a contar cuántas calles se ocuparán este 3 de junio del año 2016, porque la política no se mide con la vara de las estadísticas sino que se la reconoce cuando se hace presente allí donde hace falta. Y NiUnaMenos es la política.
Una comunidad de mujeres en la que cada cual puede decir lo que quiere, lo que piensa, lo que le pasó. Una comunidad de comunicación, en comunicación para transformar lo que se creía individual en un manifiesto donde se denuncia a los homicidas, a los golpeadores, a los jueces, a los violentos, a los policías, a los gendarmes y a cualquier fuerza de seguridad.
Unidas en una unidad que, asombrosamente, se define “afuera” de las mujeres, en el espacio que les había sido históricamente limitado, la calle. Están unidas desde adentro, desde la reunión que las convoca, pero no es allí donde recala la energía sino en la sonoridad de los gritos que la calle recoge, como palabras que se desatan en un “afuera” que ellas expropian. Es desde ese “afuera”, ahora ganado masivamente, como una calle que antiguamente se recorría con breves carteles pidiendo por el derecho al voto, es desde ese lugar de donde parten los contraproyectos que intentan torcer y silenciar los movimientos de mujeres. Ahí donde se debe atender con energía porque de allí provienen las impunidades, las indiferencias, las negligencias y la permanente autorización social para tolerar la violencia contra las mujeres.
En ese “afuera” se asientan los que juegan con la violencia que ahora llaman de género para disimular la violencia patriarcal, y digo que juegan porque la exhiben en los medios como territorio de disputa para opinadores e ideólogos apostando al mayor rating posible. Comparten los espacios con las mujeres que, hace años ya, decidieron mostrarse ante una cámara y desnudar las señales que la quemazón y los tajos marcaron para su memoria, también enseñanza para que otras aprendan a no desobedecer al varón.
En ese “afuera” se arriesga el secuestro de las distintas formas de violencias contra las mujeres al confundir la tremenda posibilidad de hablar y denunciar que hemos ganado en las luchas cotidianas con el chiste de doble sentido de los denominados “humoristas” de los medios que no pueden eludir la violencia machista de sus decires, los locutores y los conductores que hablan de la víctima de violación porque “regresaba tarde a su casa” y entonces claro… Exculpando al violador porque la autodeterminación de la víctima la condujo a elegir su hora de regreso.
También el riesgo de secuestro de lo que se ha ganado en materia de esclarecimiento acerca de violencia contra las mujeres reside en el intento sostenido de impedir que nos autolegislemos, tomemos las palabras por nosotras, para nosotras y regulemos aquello que nos corresponde regular. Y en NiUnaMenos está muy claro que el varón se ha aposentado como contendiente perdurable, que se nos acerca para complejizar el espectáculo de los encuentros multitudinarios mostrando que nos apoyan pero desde sus estrados y sillones de potestad juegan a otro juego. También desde la domesticidad de la violencia familiar, doméstica, siempre patriarcal, siempre contra las mujeres. De eso hablamos en NiUnaMenos, entonces no se retuerzan los masculinos solicitando ecuanimidades porque nosotras tendríamos que saber que no todos los varones son violentos… Nosotras hablamos desde NiUnaMenos, donde nos falta UNA. Desde ese lugar, que es el de la política, localizamos a los femicidas que pretenden argumentar accidentes, advertimos que las estadísticas crecen y alzamos los textos de la ley.
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