Miércoles, 1 de junio de 2016 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Alberto Müller *
En su reciente presentación ante empresarios españoles, el Ministro de Hacienda y Finanzas pidió disculpas por la política llevada a cabo por el anterior gobierno, y calificó de “disparate” la estatización de YPF. Promovió además un “aplauso”, para así celebrar el retorno de la Argentina al club de los mercados apetecibles para los inversores. Esta sobreactuación no es nueva, y forma parte del posicionamiento general que ha adoptado este gobierno. Busca así situarse en las antípodas del kirchnerismo, supuestamente un opositor impenitente a los negocios privados. Ya antes, en una reunión del G-20, el mismo ministro había pedido disculpas por lo actuado por el gobierno anterior en ese ámbito.
Esta lectura de la historia es más que cuestionable. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner mostraron sobradamente que fueron “estatistas de última instancia”. Para ir sólo a casos relacionados con España, las estatizaciones de YPF y Aerolíneas Argentinas ocurrieron sólo cuando la gestión privada exhibió impudorosos niveles de ineficacia, o incluso inviabilidad. Mientras fue sostenible, continuó el protagonismo privado en esas dos empresas, y no con las mejores prácticas:
- En una maniobra cuasi delictiva, Aerolíneas Argentinas tuvo que cargar con el pasivo que tomó Iberia para su compra. Técnicamente, esto se califica como un vaciamiento, por imponérsele a una empresa obligaciones que le son ajenas. Este fue un pecado original en la privatización, que afectó desde siempre el desempeño de la empresa.
- El españolísimo empresario Gerardo Díaz Ferrán, ex presidente de Marsans, se hizo cargo de Aerolíneas Argentinas tras el fracaso de Iberia. Su gestión redujo el patrimonio de Aerolíneas Argentinas a valores negativos. Para más datos, este empresario está preso en su país por delitos económicos, entre otros, por fraude en la compra de Aerolíneas Argentinas a Iberia.
- La falsa “argentinización” de YPF, incorporando al Grupo Petersen (familia Eskenazi), no fue sino una pantalla para poder repatriar todas las utilidades habidas y por haber: el grupo Petersen adquirió el 25 por ciento de YPF en cómodas cuotas … a pagar con las utilidades que generó la empresa; ésta fue además una operación que el gobierno kirchnerista avaló. Mientras tanto, la actividad de YPF declinó aceleradamente, merced a la falta de inversión, porque el interés de Repsol estaba en otras latitudes. Recién en 2011, con el déficit exterior de energéticos, es que el gobierno decidió expropiar la empresa. Se sostuvo entonces la presencia privada, incluso más allá de lo sostenible.
Pero cabe además una pregunta: ¿El gobierno cree realmente que estas sobreactuaciones le permiten ganar la confianza inversora, y arrebañar capitales a este país? Si es así, está en un error: estos gestos tienen el efecto contrario al esperable, porque producen una percepción de los “inversores” doblemente negativa. Por un lado, la Argentina aparece como un país inestable y poco confiable. Por el otro, se evidencia que se está haciendo política interna en estos escenarios selectos. Esta combinación es letal, porque los “inversores” saben que ningún gobierno dura eternamente. Lo primero que se preguntan es qué haría un gobierno de signo político contrario; y con estos datos se imaginarán lo peor.
En definitiva, ante este barquinazo dirán “estos argentinos son incorregibles” (al igual de lo que dijera Borges acerca del peronismo), y no cambiarán demasiado su percepción de las perspectiva de negocios en el país. Sobre todo, conociendo que en esto de sacar capitales –y no en ingresarlos– somos campeones indiscutidos. No va a faltar quién concluya que se convoca con cantos de sirena a capitales extranjeros, para poder fugar apaciblemente los propios.
Se evidencia así un amateurismo notable por parte del gobierno: es la actitud del niño que levanta la mano todo el tiempo para decir lo que se espera de él, y quedar bien con los grandes. Pero ocurre que los grandes, además de grandes, están vacunados, y ven las cosas desde una perspectiva más madura y más escéptica; para eso son grandes.
Para negociar con los grandes, hay que portarse como un grande. El selecto auditorio del Ministro tendrá seguramente conocimiento de lo actuado por Antonio Brufau (ex YPF) o Gerardo Díaz Ferrán. De hecho, son los empresarios españoles los que deberían pedirle perdón a la Argentina por las tropelías cometidas. Una posición más madura habría incluido una advertencia en el sentido de que la Argentina no quiere empresarios semejantes en plaza. Y por cierto habría sido recibida como una demostración de seriedad. En cambio, Brufau y García Ferrán quedan absueltos por los aplausos y pedidos de perdón.
* Cespa-FCE-UBA.
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