CONTRATAPA

El mundo solidario, 2006

Por Boaventura
de Sousa Santos *


El Foro Social Mundial (FSM) de 2006 es policéntrico: se realiza en tres continentes. Acaban de tener lugar los encuentros africano (Bamako, Malí) y americano (Caracas, Venezuela), y en marzo próximo se realizará el asiático (Karachi, Pakistán). La idea original era realizar los tres foros simultáneamente, pero el terremoto que recientemente asoló Pakistán obligó a su aplazamiento. El FSM de Bamako, en el que participaron cerca de 20 mil personas, reveló una capacidad más de Africa para, a pesar de todas las dificultades, establecer relaciones internacionales que permiten dar proyección a las perspectivas de ese continente, no sólo sobre los problemas propios, sino también acerca de los del mundo. Merecieron especial atención los temas de seguridad y paz, deuda externa, modelos de desarrollo, acceso a la tierra y al agua, la lucha de las mujeres contra las muchas formas de discriminación (violencia doméstica, destrucción de los mercados locales, VIH/sida). El foro de Bamako puso en claro que los problemas que afligen a Africa no son sólo producto de las relaciones injustas entre el Norte y el Sur; se deben también a los gobiernos nacionales corruptos y autoritarios. A la luz de la experiencia de Bamako se puede prever que el FSM de 2007 (en un solo acto), a realizarse en Nairobi (Kenia), será un éxito, y que tal como el de Mumbai (India), en 2004, contribuirá a ampliar aún más la globalización solidaria de los pueblos del mundo contra el neoliberalismo, la guerra imperialista y la degradación ambiental.

En el FSM de Caracas participaron unas 100 mil personas, siendo particularmente significativas –por el número de integrantes y el de sesiones de trabajo organizadas– las delegaciones, de Colombia, Brasil y Estados Unidos. La gran participación de organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales estadounidenses fue una de las novedades más sobresalientes de este foro. La presencia destacada de la activista contra la guerra en Irak, Cinthia Sheehan –que erigió en su momento una carpa de protesta frente al rancho de George W. Bush en Texas–, simbolizó la integración de las fuerzas progresistas estadounidenses –hasta ahora relativamente aisladas– a la lucha continental y mundial por una sociedad más justa y pacífica. Por las mismas razones debe destacarse la Plataforma Sindical de las Américas, elaborada por la Organización Interamericana de Trabajadores.

El FSM refleja siempre el contexto político de la región en la que se lleva a cabo. Fue así en Bamako y también en Caracas. En este último caso, ese contexto se reflejó en tres niveles. Primero, en la prominente lucha contra el imperialismo económico y militar de Estados Unidos. Nunca como hoy Washington tiene tantas dificultades para relacionarse con tantos países del continente. El proyecto continental de libre comercio (ALCA), promovido por la Casa Blanca, quedó enterrado (tal vez, definitivamente) en Mar del Plata, donde tuvo lugar la última reunión cumbre interamericana (noviembre de 2005). Mientras Estados Unidos recurre a tratados bilaterales de libre comercio con los países más pobres del continente (los alquitas, como les llama Hugo Chávez), Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay y Cuba van desarrollando un proyecto alternativo de integración regional. No quedan dudas acerca de que América latina es hoy el hilo delgado del imperialismo estadounidense.

En segundo lugar, el contexto regional orilló muchos debates sobre la onda de gobiernos democráticos de izquierda que permean el continente, cuyas manifestaciones más recientes son la elección de Evo Morales en Bolivia y Michelle Bachelet en Chile, las que se podrían acrecentar en un futuro próximo con la reelección de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y la elección de Andrés Manuel López Obrador en México. No se trata de una izquierda, sino más bien de varias izquierdas que tienen en común el respeto por el juego democrático, su afirmación de autonomía en relación con Washington –tanto en el plano económico (rechazando el ALCA), como en el político, con una práctica exterior no alineada– y la búsqueda de una integración regional endógena, tanto económica como política y cultural. Se está ante diferentes agrupamientos políticos a partir de una matriz que podemos designar como socialdemócrata desarrollista. Recorren, cada cual, las muy diferentes institucionalidades, desde la socialdemocracia europea, pasando por el programa asistencial brasileño Bolsa Familia (para abatir el hambre y la miseria) hasta las “misiones” venezolanas. No crean estamentos estructurales de cohesión social del tipo de las vigentes en la Unión Europea, pero procuran que la integración regional combine solidaridad con ventajas económicas. Por eso cambian servicios y bienes (por ejemplo, petróleo por vacas preñadas o servicios médicos) fuera del mercado capitalista. Esta onda y estas nuevas institucionalidades suscitan un conjunto renovado de cuestionamientos acerca de las estrategias de los movimientos sociales y, en especial, sobre las articulaciones de éstos con los gobiernos y los partidos progresistas. Desde la autonomía radical de los zapatistas hasta la opción de sacrificar la autonomía a cambio de eficacia derivada de la adhesión a un programa político victorioso, son posibles muchas posiciones intermedias; por ejemplo, la de la cooperación autónoma y confrontativa del Movimiento de los Sin Tierra.

En tercer lugar, el contexto regional se reflejó en el foro por la presencia del presidente Chávez. La sumatoria de sus intervenciones señala que el mandatario se dirigió a los participantes durante cerca de seis horas. Pienso, sin embargo, que no se puede deducir aquí que por eso Chávez haya manipulado el foro: fue escuchado con agrado porque muchos activistas individualizaron en sus palabras los objetivos de la lucha por la que siempre pelearon. Pero los más veteranos no dejaron de pensar que si el mandatario venezolano parece ser el salvador en 2006, ya lo mismo había sucedido con Lula en 2003 y es natural pensar que sea sucedido por otro líder en 2007 o 2008, en tanto la lucha continúa. Donde Chávez se equivocó fue en tomar partido, en su primer discurso, en un debate interno del FSM a favor de quienes pretenden transformar el foro de espacio abierto de encuentro en actor político global más eficaz o, incluso, tal vez en una nueva internacional. Pienso que Chávez tuvo conciencia del malestar creado no por su posición, sino por la interferencia misma. Por eso, de seguro, en el último discurso no se cansó de alentar la autonomía del foro.

Bamako y Caracas fueron en las últimas semanas los rostros de la sociedad civil global en lucha por la paz y la justicia social.


* Doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale; profesor titular de la Universidad de Coimbra. De La Jornada de México. Especial para Página/12.

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