CONTRATAPA

Los alquimistas

 Por Horacio Fontova

Invierno. Afuera hacía mucho frío. Adentro, simplemente hermoso. Mientras mi bombón dormía en el entrepiso arrullada y protegida por calores y ronroneos de cuatro de nuestros cinco gatos (Luzbelito, Pirulo, Madre y la Rusa), sentí que estaba todo tranquilo y en orden como para ponerme a leer a Hermes Trismegisto, y su misteriosa e iluminada Tabla Esmeralda.

Me quedé colgado en eso que dice “... separarás lo sutil de lo grosero, suavemente, con mucho ingenio... así lograrás la gloria del mundo entero. Entonces toda oscuridad huirá de ti... Así fue creado el mundo, y habrá aquí admirables adaptaciones, cuyo modo es el que se ha dicho”. ¿Qué quiso decir Hermes?

Me hice un café descafeinado y me puse a examinar lo anterior a través de las paredes de mi conciencia y a tratar de encontrar ejemplos de quien o quienes pueden llevar o haber llevado a cabo esas “admirables adaptaciones de la creación” en este mundo (o mejor dicho, en lo modesto que podemos llegar a percibir de él), y se me vino a la memoria un huracán de nombres, todos ellos de personajes inscriptos en la historia, ya sea por sus valores artísticos o humanitarios, pero finalmente toda gente harto conocida que ha trascendido el anonimato.

Y como siempre, intuí que las grandes obras no son sólo las que llegaron al candelero, entonces bajé un poco los decibeles de mi búsqueda y así pude encontrar una innumerable cantidad de personas virtuosas, que están todas a la vista, día a día, en lo cotidiano. Porque cualquiera puede entender que un ama de casa que prepara un maravilloso huevo frito con amor está realizando una de las admirables adaptaciones de la creación del mundo de las que habla la alquimia en la Tabla Esmeralda.

Pero con eso de “...: separarás lo sutil de lo grosero, suavemente, con mucho ingenio...” me pregunté ¿quién hace algo por estilo? Y nada.

Así es que decidí ir a recapacitar fumando un cigarrillo en la vereda. Hacía mucho frío y las bolsas con residuos estaban esperando apiladas. Todavía no era la hora de la recolección.

Y antes de que esto sucediera creo que algo se me aclaró, cuando como todos los días a la tardecita los vi en la otra cuadra, acercándose.

Ahí me cayó la ficha. Estaban llegando los alquimistas, los cartoneros.

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