Martes, 16 de octubre de 2007 | Hoy
Por Adrián Paenza
Don Quijote de la Mancha fue escrito por Miguel de Cervantes Saavedra en 1605. Es una de las obras más espectaculares de la literatura universal. Se lo encuentra en casi todas las librerías del mundo en los idiomas más insólitos, sobre todo si uno tiene en cuenta que fue escrito en castellano hace más de cuatrocientos años. Hace muy poco, fue descubierto en un lugar inimaginable. Acompáñeme y verá que no sólo encontraron a Don Quijote, sino algunos otros libros, escondidos en un sitio totalmente impredecible.
Quiero hacer una digresión e inmediatamente vuelvo al tema del Don Quijote. Lo único que se necesita es conseguir (imaginariamente) una vara de un metro de largo (puede ser un metro como el que usan para medir los ingenieros o carpinteros o uno como el de las costureras). En un punto (en el extremo izquierdo) está marcado el número 0 y en otro punto (en el extremo derecho) está marcado el número 1. Está claro que el punto medio, donde figura el número 50, representa una distancia desde la punta izquierda de 50 centímetros o, lo que es lo mismo, 0,50 metros (1/2 metro). De la misma forma, si uno midiera 1/3 = 0,3333... centímetros desde la izquierda, encontraría otro punto del metro en cuestión, que corresponderá a una tercera parte de la vara que estamos usando. Como se advierte, lo que estoy tratando de hacer es describir lo obvio: a cada punto del metro o varilla que hubiéramos elegido, le corresponde un número. Ese número, lo que marca, es la distancia al 0. Es decir, a cada punto de la varilla le corresponde un número (entre 0 y 1), y a cada número (entre 0 y 1) le corresponde un punto de la vara.
Ahora es cuando se pone interesante. Voy a asignarle un número a cada letra del alfabeto, y lo voy a hacer en orden. Es decir:
A la letra a le corresponde el número 01
A la letra b le corresponde el número 02
A la letra c le corresponde el número 03
A la letra r le corresponde el número 19
A la letra s le corresponde el número 20,
Y para terminar, a la letra z le corresponde el número 27, y si quiero indicar un espacio en blanco, le asigno el número 28.
La tabla completa es la siguiente:
Veamos algún ejemplo: si quisiera escribir la palabra libro, usando las asignaciones que acabo de establecer, se tiene el siguiente número:
0,1209021916
Esto resulta de que:
L corresponde 12
I corresponde 09
B corresponde 02
R corresponde 19
O corresponde 16
Al revés, el número 0,011907051421091401 corresponde a la palabra Argentina. Y el número 0,102220210903090128201603090112 representa a las palabras “justicia social” (el número 28 que aparece en el recorrido, es el que indica el espacio entre las dos palabras).
Ahora vuelvo a Don Quijote, ya que está todo preparado para dar el salto. Si una persona trae un ejemplar de Don Quijote de la Mancha, uno puede entonces hacer la conversión de cada una de las palabras usando la tabla que figura más arriba. O sea, se le asigna a cada letra que aparece en el libro el número que le corresponde (lo mismo que a los espacios) y uno sigue así hasta llegar al final. Obviamente, queda un número con una enorme cantidad de dígitos.
Como Cervantes escribió... “En un lugar de la Mancha...”, el número empieza con:
0,051428221428122207011928040
528120128130114030801... y sigue...
Es más, sigue todo el libro. Sin embargo, lo importante a los efectos de lo que estoy haciendo es que este número termina en algún lugar. Y más aún: ese número, de acuerdo con lo que hice más arriba, corresponde a algún punto de la vara de un metro que tenía. Y es un punto único en la vara.
¿Qué moraleja se puede sacar? Ese punto, y ningún otro de la vara, es el Quijote.
Por supuesto, no sólo Don Quijote es un punto de la varilla. En realidad, podemos usar este procedimiento con cualquier libro que se hubiera escrito hasta ahora y lo que podemos afirmar es que cada uno de ellos tiene asociado algún punto del segmento o de la vara. Es más: aunque parezca mentira, escondidos en la varilla están también ¡todos los libros que se vayan a escribir en la historia!
* El crédito total de la idea de este artículo les corresponde al doctor Pablo Coll y a Pablo Milrud, matemáticos y amigos. Ellos fueron quienes me acercaron untexto con buena parte de lo que figura más arriba y me sugirieron el tema del Quijote como ejemplo para usar. Más aún: sin ellos, esta nota no existiría.
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