CULTURA › CARLOS MARIA DOMINGUEZ, AUTOR DE “TRES MUESCAS EN MI CARABINA”
“Es un río condenado a desaparecer”
El escritor y periodista habla de su novela sobre la Juncal, una isla del Río de la Plata que fue base y refugio de contrabandistas.
Por Angel Berlanga
A Carlos María Domínguez, nacido en Buenos Aires en 1955 y radicado en Montevideo desde 1989, le simpatiza sentirse hombre del Río de la Plata. Adentrarse en la insólita historia de la isla Juncal, ubicada frente a la costa oriental a la altura de Carmelo, le permitió ensanchar esa sensación de pertenencia y, además, escribir un par de libros. A gusto en ambas orillas, percibido como porteño del lado de allá y como uruguayo del lado de acá, este periodista y escritor cruzó el charco para hablar de Tres muescas en mi carabina, ganadora el año pasado del Premio Embajada de España de Uruguay de Novela –ahora editada en la Argentina por Alfaguara–, en la que da cuenta de las adversidades por las que atravesaron los pioneros de esta isla que hoy tiene unas 550 hectáreas, un lugar donde en 1827, cuando el almirante Brown hundió una docena de barcos portugueses en la batalla de Juncal, no había más que unos pocos juncos desperdigados en un par de hectáreas.
Lo insólito es un asunto preponderante en este libro, y ese carácter tiene raíz en algunos hechos y personajes reales y en otros ficticios. La novela se estructura sobre dos columnas que progresivamente se complementan y sostienen dos tiempos y dos generaciones; una de ellas, “Las tierras emergentes”, está centrada en Enrique Lafranconi, un italiano que se asentó en 1887 en la Juncal cuando tenía apenas doscientos metros de tierra que se inundaban con cada crecida, emparejado con una esclava brasileña supersticiosa con quien tuvo media docena de hijos; la otra, “Tres muescas en mi carabina”, transcurre ya por este siglo y tiene como protagonista a Julia, la segunda de esas hijas, contrabandista legendaria del Río de la Plata, fallecida en 1976, última pobladora estable de la isla, desde entonces deshabitada.
Domínguez es autor de cinco novelas, tres biografías (la de Onetti, Construcción de la noche, entre ellas) y una obra de teatro; fue director de la última etapa de la revista Crisis y escribe, actualmente, en Brecha y El país de Montevideo. “La primera noticia que tuve de la Juncal fue en 1975: en La balada del álamo carolina Haroldo Conti escribió que los 19 de junio iban a la isla a festejarle el cumpleaños a la vieja Julia, y que ella lo recibió apuntándole a la cabeza con una carabina”, cuenta Domínguez.
–Usted también trabajó esta historia como crónicas periodísticas.
–Hay un viaje de ida y vuelta entre la literatura y la realidad. Durante una conferencia sobre el libro de Onetti en el cerro de Montevideo, conocí a un hombre que era de Carmelo y me confió que dos primos suyos hacían contrabando humano con la vieja Julia por la Juncal. Concretamente, que hacían entrar nazis indocumentados a la Argentina. Ahí me acordé del relato de Haroldo, que no cuenta esto pero menciona a quiénes iban a los cumpleaños. Me fui con el libro a Carmelo y busqué en la guía telefónica los nombres que citaba: así empezaron a aparecer parientes. Dos sobrinas de Julia me recomendaron ir al cementerio y el cuidador que me guió lo hizo con tanto celo que terminó poniéndome la calavera de la vieja en las manos. Con ese comienzo shakespeareano, me dije: “acá hay una novela”. Seguí investigando y fui dando con la historia real, que está contada en un libro de crónicas, Escritos en el agua, donde también está todo ese mundo de la costa y del delta, los pescadores y los cazadores furtivos, los contrabandistas e incluso los piratas.
–¿Qué lo llevó a contar la historia de dos formas?
–Lo periodístico trata todo lo que es el régimen del Río de la Plata; hablé con geólogos y especialistas. Esta isla está enclavada en el kilómetro cero de un río que está condenado a desaparecer: se supone que en 400 años la sedimentación, que viene quitándole profundidad y haciéndolo cada vez menos navegable, va a enfrentar a Buenos Aires y a Colonia por un río angosto. Eso es lo real. En lo metafórico, laestructura de la novela, contada en dos tiempos, quiso respetar un juego que tiene que ver con el régimen del río, al que convergen otros dos, el Paraná y el Uruguay. Al mismo tiempo, esa convergencia hace que los secretos que están ocultos bajo el agua de la historia vayan emergiendo progresivamente hacia el final.
–A usted lo sedujo el carácter asombroso-insólito de sus protagonistas, Enrique y Julia, dos personajes reales. ¿Es cierto que el padre de Enrique peleó junto a Brown?
–Los familiares dicen que sí. La batalla de Juncal ocurrió en ese lugar, que por entonces era sólo un pajonal. Ahí se instaló Enrique, que vino de Lombardía, y a fuerza de plantar y afirmar la tierra la isla creció. Uno ve la isla y dice “eso es naturaleza”, y no se imagina que la isla salió de la imaginación de un hombre, que estuvo primero en la cabeza de un tipo. Eso me fascinó. Y también me asombró el manejo del contrabando en el Río de la Plata de Julia, un personaje conocido por todos los que navegan este río. Ella nació y murió en la Juncal. Pasó los últimos años allí, sola, porque nunca quiso abandonar ese legado del padre. La novela cuenta la historia de esos destinos familiares, que luchan con las fuerzas de la naturaleza del río y de la naturaleza humana.