CULTURA › LOS COLOMBIANOS ENRIQUE SERRANO Y SANTIAGO GAMBOA
Los nietos del Premio Nobel
Se presenta hoy en el Malba la mesa debate “Escribir después de García Márquez”. Dos de los protagonistas se despegan de los estereotipos al analizar el panorama literario de Colombia.
Por Angel Berlanga
Cuando se suceden las palabras “escritor” y “colombiano” es inevitable, al parecer, que las neuronas conecten de inmediato “Gabriel García Márquez”, y que la siguiente conexión evoque algún rincón del universo único que creó con su obra. Contundentemente diferenciados con el autor de Cien años de soledad y entre sí, con sus libros y sus nombres Santiago Gamboa y Enrique Serrano vienen a ampliar las opciones y los universos correspondientes a esas dos palabras, “escritor colombiano”. Junto a otros dos colegas, Mario Mendoza (Satanás) y Efraín Medina Reyes (Técnicas de masturbación entre Batman y Robin), en el marco de una charla conjunta titulada “Escribir después de García Márquez” y organizada para hoy a las 20.15 en el Malba, ambos hablarán de sus últimas novelas y de la nueva generación de autores nacidos en los ‘60 en Colombia.
“Como generación, nos aúnan varias cosas: la primera es que somos plenamente urbanos”, dice Serrano, autor de la Tamerlán, y completa: “Segundo, al haber viajado, conocido gente y leído desde muy temprana edad a escritores de todas partes, tenemos influencias múltiples del resto del mundo; en los últimos años, por otra parte, Colombia ha ido sintiéndose parte del mundo. Finalmente, también nos une algo que considero paradojal: la diversidad. Aunque todos pertenecemos a un horizonte que creció en los años ‘70, que bebió de las fuentes del rock y de todo ese ideario, que tuvo sueños relativamente parecidos, que fue depositario en mayor o menor medida del éxito del boom, nuestras obras literarias son muy distintas entre sí”. Gamboa, que acaba de publicar Los impostores, complementa: “No nos reconocemos como personas que responden a objetivos o estéticas comunes, a un ideario pactado y aprobado por un grupo; cada uno, más bien, tiene su biografía, sus lecturas. Yo he usado la imagen del archipiélago: aunque cada uno es como una isla, con flora y fauna distintas, estamos cerca, nos unen las mismas aguas. Uno de los elementos más importantes de esta generación es que los lectores de Colombia han visto en la literatura que hacemos elementos de reconocimiento de sus propias vidas, de los problemas que atraviesa la sociedad. Hemos recuperado a lectores que habían dejado de lado al escritor colombiano por considerarlo minoritario, un poco aburrido; no hablo de García Márquez ni de Alvaro Mutis, que son los grandes, sino de una generación posterior, que convirtió a la literatura en una especie de ciencia endogámica”.
Premiados, traducidos y elogiados, Gamboa y Serrano subrayan que, como suele pasar, el reconocimiento de los lectores en su propio país llegó luego del que consiguieron en Europa. “Es una constante en Colombia, pero también en otros países de América latina; de hecho, si he ido conociendo a otros escritores latinoamericanos, fue por sus publicaciones en España; los nuevos autores argentinos que conocemos en Colombia, como Rodrigo Fresán, por ejemplo, son los publicados en España”, explica Gamboa.
Los dos escritores coinciden en que la influencia que sobre ellos ejerció García Márquez es similar a la que pudo haber ejercido sobre un porteño; nacidos ambos en Bogotá, el mundo caribe de obras como El otoño del patriarca los sorprende como a cualquiera. “Es un escritor tan grande, tan internacional, que su nacionalidad hoy es algo totalmente irrelevante”, dice Gamboa, y agrega: “El tema es lo que los demás esperan de mí porque él es colombiano y yo también: a principios de los ‘90 esto se traducía en que se esperaba como escritor que continuara un poco ese mundo de realismo mágico, un sello que es sólo de él y de algunos copistas, como Isabel Allende. De hecho es un camino que muchos transitan buscando repetir la fórmula de éxito, puesto que los lectores europeos esperan de cierta literatura latinoamericana dos cosas muy claras: exotismo y evasión. No es mi caso ni el de Enrique. En mí, ser escritor viene de haber leído y admirado sus libros, pero claro: tanto los suyos como los de muchos otros autores”. “García Márquez es un hito en la literatura colombiana”, destaca Serrano, y explica que su figura aplastó a una generación entera de escritores que durante los años ‘70 y ‘80 pensaron que debían imitarlo o al menos seguir su senda. “Resulta que ese camino se secó –concluye Serrano–, y muchos de los autores que hoy tienen 60 años se sienten malpagados, aplastados por su sombra. Nosotros, en cambio, estamos en la condición de nietos, y no de hijos; esa relación de distancia nos permite admirarlo serenamente, y sin embargo ir por otros caminos, libremente.”