CULTURA › ENTREVISTA AL ESCRITOR Y PERIODISTA JUAN LUIS CEBRIAN, EX DIRECTOR DEL DIARIO EL PAIS
“A los periodistas jóvenes les hace falta rabia”
El periodista y escritor español Juan Luis Cebrián, ex director del diario El País, se explaya en esta entrevista sobre su visión acerca de la profesión de informar. Su libro Cartas a un joven periodista, versión corregida y aumentada, se publica esta semana en la Argentina.
Por Verónica Abdala
Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) es uno de los periodistas más influyentes de Europa, además de un referente clave de la generación de españoles que protagonizó la transición democrática, luego de haber asumido la militancia antifranquista como un imperativo histórico. Al mismo tiempo, es un escritor con vuelo propio, sobre todo desde que eligió trabajar más en su casa que en las redacciones y comenzó a construir una obra que cruza la pasión por el ensayo con el mundo de la ficción.
En 1976 fundó, junto con otros dos colegas, el diario El País de Madrid, que dirigió hasta 1988. Fue director de los servicios informativos de TVE (Radio y Televisión Española), integró el equipo fundacional de la revista Cuadernos para el diálogo y ejerció en cargos directivos en diarios como Pueblo e Informaciones. En la actualidad, es Consejero Delegado de ese medio, se desempeña como asesor principal del grupo Prisa –el primer grupo de comunicaciones de su país– y dedica el poco tiempo libre del que dispone a la escritura. Ha publicado, en total, media docena de ensayos (La prensa y la calle, El tamaño del elefante, La España que bosteza, El siglo de las sombras, Retrato de García Márquez), otras tantas novelas (entre ellas, La rusa, La isla del viento, La agonía del dragón y Francomoribundia), un libro que reúne sus diálogos con Felipe González (El futuro no es lo que era) y otro, Cartas a un joven periodista, un tratado sobre los mandatos y principios de la profesión a la que dedicó su vida.
–La primera versión de Cartas a un joven periodista que no llegó a publicarse en la Argentina data de 1977. En el último cuarto de siglo, ¿qué factores considera que afectaron en mayor medida el ejercicio de la profesión?
–Por sobre todas las cosas, Internet, las nuevas tecnologías de la información. Vivimos en la sociedad digital, y eso lo cambia todo. El futuro de los periódicos en soporte de papel, en este marco, es un futuro por lo menos cuestionado. La imprenta se inventó a fines del siglo XV, y hasta el siglo XVIII no hubo nada parecido a un periódico moderno. Pues pasará mucho menos tiempo desde la aparición de Internet y hasta que los periódicos y los sistemas de comunicación se vean completamente transformados. En términos históricos, por ejemplo, es inédito el hecho de contar con acceso ilimitado a las fuentes de información. Al menos para los ricos, los sabios y los poderosos, que cada vez concentran mayor poder. Los pobres, los ignorantes y los débiles, en cambio, se estancan cada vez más, seguirán conviviendo con la miseria.
–En su visión, ¿en qué se diferencian los jóvenes periodistas de hoy de los que se iniciaban hace veinte o treinta años?
–En términos generales, los periodistas de hoy están definitivamente mejor formados que nosotros. Lo que nos diferencia, claro, es que ellos vivieron siempre la libertad y la democracia como algo dado. No transitaron el sufrimiento que nosotros conocimos. Por eso no valoran tanto como mi generación el valor de la libertad y la disidencia. Los jóvenes se comportan a veces como si decir lo que uno piensa fuera lo más natural. Nosotros podíamos caer presos, o incluso morir, por eso mismo. Crecieron, por otro lado, creyendo en la conveniencia del “no te metás”. En las redacciones de España, América latina vemos a diario periodistas sometidos a los poderes de turno, las convenciones sociales, lo “políticamente correcto”, la uniformidad. En ese sentido corren con ventaja. Se sabe que las carencias duelen pero enseñan. Necesitamos nuevos periodistas éticos, jugados, sería saludable que fueran un poquito más rabiosos.
–Uno de los conceptos centrales de su libro es la “Telebasura”, que usted define, además de como una tendencia extendida alrededor del mundo, como una forma de “terrorismo periodístico”.
–En España y en la Argentina hemos visto de sobra esos programas deplorables, que convierten en ídolos mediáticos a personajes descerebrados, modelos que antes que pretender ser sabios o ricos o algo, sólo aspiran a ir al gimnasio, alardear de sus capacidades amatorias o de la extensión de su miembro. Esta moda, que puede parecer inofensiva, tiene en realidad profundos efectos sociales disolventes, y en ese sentido es sumamente nociva y peligrosa.
En el marco de la entrevista telefónica que concedió a este diario, Cebrián también aporta su visión sobre el presente político argentino, define los que supone son los nuevos desafíos a los que se enfrentan las camadas de jóvenes periodistas y se despacha con duras acusaciones contra el presidente de su país, José María Aznar, de quien dice: “Es como la comida rápida: útil para paliar las necesidades del momento, pero a la larga sumamente corrosiva”.
“En España esperamos que la Argentina pueda por fin superar sus problemas. Creo que el éxito y la seguridad política del Presidente son sólo una cuestión de tiempo”, define. “Personalmente soy muy optimista. Lo que la opinión pública española quiere –los intelectuales, los políticos, los empresarios– es que finalmente resuelvan sus problemas, y en mi opinión en la Argentina están bien encaminados. El Presidente cuenta con un equipo muy capaz, se ha rodeado de gente muy seria: me merecen absoluto respeto el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y su canciller, Rafael Bielsa, hombres capaces y con convicciones muy arraigadas. El único peligro que yo encuentro, en la Argentina como en otros países de América latina, es una tendencia hacia el populismo, siempre peligroso para las democracias.”
–¿Por qué le parece tan peligroso?
–El populismo, históricamente, apela a las emociones fuertes antes que a la racionalidad, defiende la democracia directa por sobre la representativa, se aparta de lo que el equilibrio democrático y sus intereses demandan. Aunque también creo que el presidente Kirchner sabrá defenderse de esas tentaciones fáciles, evitará hacer demagogia.
–Aznar declaró esta semana, en relación con la guerra de Irak, que retirar las tropas españolas de la zona del conflicto significaría “ceder al chantaje del terrorismo”. ¿Qué opina al respecto?
–En Irak hay terrorismo, pero sobre todo hay movimientos de resistencia frente a las tropas invasoras de Bush, de Aznar, de Blair. Me parece un error muy grave de nuestro presidente el confundir el terrorismo con la resistencia. Según esa visión también sería terrorismo la resistencia española contra la invasión francesa en la Guerra de la Independencia o la resistencia francesa frente a los nazis. Aznar mete todo en la misma bolsa: para él es lo mismo la ETA que lo que ocurre en Irak, y no es lo mismo, no todo da igual. Las tropas españolas nunca debieron ir allí. A nosotros no se nos ha perdido nada en Irak. Esos españoles no están defendiendo allí nada que tenga que ver con nuestra patria. Debemos salir lo antes posible de Irak para retornar a la normalidad política, a la sensatez.
–Alguna vez usted definió a Aznar como un hombre mucho más que comprometido con la política, fascinado con el poder...
–Estoy convencido de eso, una cosa muy común entre la gente autoritaria. El mismísimo Franco les decía a sus colaboradores que no se metieran en política, y lo decía en serio. Yo comparo a Aznar con la comida rápida, el fast food: sólo sirve para paliar las urgencias del momento.
–El rechazo a su alineamiento con Bush por la amplia mayoría de los españoles, ¿puede comprometer el voto favorable al Partido Popular en las próximas elecciones?
–Creo que no, que el triunfo del partido está asegurado. La política económica que ha llevado es muy acertada y lo que define el voto muchas veces es esa clase de bienestar, el del bolsillo.