CULTURA › “ARCHIVO ORAL”, UN NUEVO MODO DE RESGUARDAR LA MEMORIA
“Hoy la sociedad quiere escuchar”
Memoria Abierta, un grupo de ocho organismos de derechos humanos, ideó un equipo para grabar 150 testimonios de sobrevivientes de la represión de Estado. “Queremos que la historia sea contada por sus propios protagonistas”, dicen los responsables.
Por Mariano Blejman
Por Mariano Blejman
María no mira a cámara cuando habla. La luz de la ventana le da una sombra espesa de un lado de su rostro. Con sus 70 años recién cumplidos, es una sobreviviente del centro clandestino de detenciones El Olimpo. La mujer recuerda hasta cándidamente: “A nosotros nos cuidaba Gendarmería y donde estábamos todos hablaban guaraní. Una vez el gendarme me preguntó: ‘¿Hasta qué grado fuiste?’, ‘Yo llegué hasta el terciario’ contesté. ‘Ahh, entonces hiciste hasta tercer grado’. Nos tentamos de lo brutos que eran. Pero no podíamos reírnos, porque después venía el terror”.
u Juana es madre de una desaparecida. Ella eligió el rincón para hablar y puso de fondo la foto de Paloma, su hija. “¿Cómo cree que no la vi -recuerda ella con precisión las palabras del portero– si esta mañana se la llevaron? (...) Estuve buscándola por años. Una vez, el Teniente Coronel Guzmán, un catamarqueño indescriptible, me dijo ‘quiera Dios que su hijita no sea subversiva, porque si es subversiva la cocino yo mismo’”.
u Carlos es un campesino tucumano de 69 años que tuvo tres hijas y una esposa. Todos desaparecieron. Una nieta reapareció. “La historia es ésta, cuando me llevaron a mi familia”, dice el hombre de manos grandes. “Encontrar a mi nieta fue una alegría tan grande... pero lo demás queda en uno, es la historia de uno que no se olvida. Nunca nadie le devuelve el hijo a uno”, confiesa el hombre con una lágrima en el borde del ojo.
Estas tres historias –cuyos nombres reales fueron omitidos en la nota– son una muestra de las 150 entrevistas realizadas con ese afán de destruir el olvido por Memoria Abierta, una agrupación que nuclea siete organismos de Derechos Humanos con el fin histórico de registrar “en vida” relatos personales de víctimas –directas o indirectas– del terrorismo de Estado en Argentina. Los registros en formato digital van desde una hora hasta cuatro o cinco, dependiendo del entrevistado. Son historias que el paso del tiempo amenaza con volatilizar. Se convierten en recuerdos nunca contados que podrían evaporarse si no fueran registrados de algún modo. “Hace dos años nos juntamos para centralizar la documentación del terrorismo de Estado entre organismos”, dice Alejandra Naftal, coordinadora de Memoria Abierta y directora de Archivo Oral, la ambiciosa idea de resguardar el olvido en audio y video.
El proyecto comenzó con la intención –todavía en pie– de realizar un Museo de la Memoria, para reunir elementos del terrorismo de Estado. Uno de los espacios que proponen los organismos es desafiante: la ESMA, el centro de torturas de la Marina. Archivo Oral es ahora el niño mimado de Memoria Abierta. “Recibimos un subsidio en marzo de 2001 para comenzar. Trabajamos con el Departamento de Historia Oral de la Universidad de Buenos Aires, a cargo de Dora Schwarsztein y con cuatro historiadores”, asegura Naftal. Entre los antecedentes está el Museo del Holocausto en Washington, basado en relatos audiovisuales de víctimas del nazismo.
“Queremos que la historia sea contada por sus propios protagonistas. En la primera etapa llamamos a gente mayor, aunque también algunos jóvenes. Los protagonistas –dice Naftal– son ex presos, ex desaparecidos, militantes, exiliados, hijos, hermanos, tíos, intelectuales, es decir todos los que de uno u otro modo fueron víctimas”. Memoria Abierta está integrado por Abuelas, la APDH, la Asociación Buena Memoria, el CELS, el Servicio Paz y Justicia, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Fundación Memoria Histórica y Madres línea fundadora. En conjunto, intentan avanzar bajo consensos. Con la intención de saber qué hay en cada organismo y qué tareas de difusión se pueden hacer sobre el terrorismo de Estado, Naftal quedó al frente del proyecto, en cierto modo, porque reunía dos condiciones pertinentes: es museóloga, pero también una ex desaparecida.
En esta nueva topografía de la memoria, los entrevistados no son fuentes periodísticas ni judiciales, sino históricas. Por eso “se trabaja con la infancia, su familia, sus vínculos políticos y la religión, hastafocalizar en el terrorismo de Estado”, explica Vera Carnovale, una de las entrevistadoras del equipo de la UBA. Para destrabar esa dolorosa confesión, existen dos encuentros entre entrevistador y entrevistado. El primero es informal, donde ambos se conocen. El segundo es íntimo. Allí el entrevistado elige dónde quiere hablar y los elementos que quiere que se vean. Si es necesario, se profundizan las conversaciones en otros encuentros. Convivir con el horror día a día no es una tarea sencilla. Por eso, los historiadores Roberto Ditalugz, Vera Carnovale y Federico Lorenz (además de la directora) reciben contención de la psicóloga Laura Conte. “Después de realizar la entrevista, algunos quieren contar más cosas, otros se arrepienten” dice Carnovale.
Los historiadores encontraron situaciones similares, que les permitieron –a priori– elaborar una teoría histórica sobre cómo responden las víctimas frente a la tortura. “Algunos se apegan a los hechos, quienes son familiares explican qué les pasó a ellos, y los más intelectuales reflexionan sobre el significado de la tortura”, se anima a decir Lorenz. Con respecto a la pérdida de hijos, también tienen otra idea que les resuena. “Hemos encontrado que la gente más cercana a los organismos de Derechos Humanos y los militantes son más verborrágicos que aquellos de sectores de menor nivel socioeconómico”, reflexiona Carnovale. “Aunque si se salen de su libreto sus testimonios son muy conmovedores”. Sin duda, para ellos, lo más difícil es indagar sobre el dolor. Por eso, los encuestadores toman distancia en la pregunta. Y los entrevistados se largan solos. “Hasta ahora –dice Vera–, el discurso sobre la dictadura logró un determinado espacio legitimado. Se sabe lo que es políticamente correcto contar. Sin embargo, muchos militantes no tuvieron espacios para reflexionar personalmente. Y aquí tienen ese lugar”.
El objetivo final es hacer que el valioso material quede abierto al público (ver recuadro). Memoria Abierta, en tanto, piensa utilizar las imágenes para desarrollar CD interactivos, videos educativos y, con el museo andando, compilar el material en una especie de cintas rotativas que testimonien el horror. Para este año, si las subvenciones internacionales se renuevan, esperan hacer 150 entrevistas más, de las cuales hay 110 personas en espera. En gran parte convocan de los Archivos de la Identidad de Abuelas que tienen información de jóvenes a recuperar, pero no acuden a ese único recurso. “Aportamos una copia a esas cajas que arman las abuelas, para que cuando se encuentren nuevos nietos puedan ver estos testimonios”, detalla Carnovale. Este proyecto inédito en Argentina, se contrapone en gran parte al estado de abandono que tienen las 530 horas filmadas del Juicio a las Juntas, bajo poder de la Cámara Federal. “Este trabajo –dice Alejandra Naftal– presupone la subjetividad en la historia. A 20 años del golpe, la sociedad se encuentra más dispuesta a escuchar que en la década del 80. Parece que es necesario olvidar para recordar”. Alejandra Naftal, en tanto, todavía no dio su testimonio personal. Es que hace poco, de tanto espiar el dolor ajeno, se le cerró la garganta y no pudo hablar por varios días. Recién ahora está recuperando la voz.