CULTURA
Noticias de un crimen olvidado
El libro La Masacre de Plaza de Mayo, de Gonzalo Chaves, investiga los bombardeos de junio de 1955, que provocaron 300 muertos.
Por Cristian Vitale
Cuando la historiografía liberal, conservadora o simplemente interesada ubica el origen de la violencia a fines de los sesenta, “olvida” revisar tres hechos medulares y desencadenantes: el golpe militar de 1955; los fusilamientos en José León Suárez, Lanús y La Plata de 1956, y un tercero que aparece como el más “olvidado”: el bombardeo de la Marina contra la población civil en Plazo de Mayo el 16 de junio de 1955, cuyo resultado estremece: 300 muertos y casi dos mil heridos. Gonzalo Chaves, viejo cuadro de la resistencia peronista, de padre y hermano muertos por la Triple A en 1974, se preguntó por las razones de tamaña omisión y encaró una investigación de cuatro años, cuyo resultado es La Masacre de Plaza de Mayo. “Ese día se inaugura el ciclo de violencia institucional contra el pueblo”, afirma. “Debería ser considerado como un crimen de lesa humanidad, pero jamás fue condenado. Es un hecho que nunca se debatió a nivel nacional. Sólo entre familias y de la puerta para adentro”. Chaves fue también militante de Montoneros y sufrió el exilio.
–¿Por qué decidió escribir sobre el bombardeo?
–En una charla que dio Laura Bonaparte en La Plata, ella preguntó si alguno de los presentes conocía nombres de muertos en los bombardeos. Y nadie contestó. Eso me golpeó y motivó la investigación. Uno de los aportes del libro es la confección de una lista de más de 170 muertos con nombre, apellido, DNI y domicilio –el resto aparece como NN–, y otra con cerca de 800 heridos “blanqueados”. Las listas estaban dispersas en los diarios y me tomé el trabajo de juntarlas.
–¿Fue su objetivo principal?
–Una de mis intenciones fue sacar del anonimato a las víctimas. Imagínese lo que fue. Día jueves al mediodía, con gente concentrada en la Catedral porque había un desagravio a la bandera.
–Como parte de la celebración...
–Claro, porque el desagravio consistía en un vuelo de aviones que iban a tirar flores sobre la Catedral. Pero cayeron bombas. La primera procedió de un avión conducido por Néstor Noriega, que era jefe de la base aeronaval de Punta Indio. Detrás vino un “North American” al mando del capitán de Navío Zavarots. Se calcula que tiraron cerca de 40 mil kilos de carga mortífera. Rolando Natiuk, dirigente sindical que fue a la Plaza, me aseguró que habían tirado napalm, pero me parece que no había napalm en ese momento; sí fósforo.
–En Sinfonía de un Sentimiento, el film de Favio, aparece un autobús destruido. El relator dice que murieron niños que iban a la escuela.
–Fue un trolebús que iba por el Bajo. Le cayó una bomba encima que no explotó, pero produjo un vacío interior que mató a los 42 pasajeros. Chicos de una escuela primaria. Las dimensiones del bombardeo fueron catastróficas, pero en realidad, el fin era matar a Perón.
–También hubo varios enfrentamientos. ¿Los pudo reconstruir?
–El choque más grande fue entre la Infantería de Marina, que tenía la misión de tomar la Casa de Gobierno y los Granaderos. Los marinos eran cerca de 400 y portaban unos rifles semiautomáticos, que habían entrado de contrabando al país, mientras que los Granaderos usaron Máuser con cerrojos. Pese a la desigualdad les alcanzó para impedir la toma. Los trabajadores, en tanto, hicieron barricadas en la General Paz para impedir que las tropas sublevadas marcharan sobre Buenos Aires. Algunos asaltaron armerías para defender al gobierno... pero la mayoría iba con las manos vacías o con palos al grito de “la vida por Perón”.
–¿Cuál fue el papel de Isaac Rojas? Muchos lo responsabilizan...
–No tuvo gran protagonismo. Una vez lo planteé en una charla y un compañero me dijo “estás rompiendo un mito”. Pero en ese momento, era leal al peronismo. Igual jugaba doble, era director de la Escuela Naval de Río Santiago, donde desembarcaron armas de contrabando que fueron utilizadas.
–¿Y Aramburu?
–Le fueron a hablar, pero en ese momento era jefe de Sanidad y no tenía mando de tropa. Dijo que no era el momento de derrocar a Perón.
–En el libro conecta a los atacantes con sectores que participaron del golpe de 1976. ¿Cómo llegó a dar entidad a esta hipótesis?
–Uno de los aviadores era Carlos Massera, el hermano de Emilio. Y éste, igual que Horacio Mayorga, era secretario privado del ministro de Marina Aníbal Olivieri, un conspirador tapado, que el día previo al bombardeo se internó en el Hospital Naval para dejar hacer. Otro de los que aparece en la conspiración es Suárez Masson, oficial cuyo papel fue recibir a los aviadores en Montevideo. Y también Osvaldo Cacciatore como piloto.
–¿Qué edad tenía usted en ese momento y cómo recuerda el hecho?
–Estaba en la secundaria. La noticia me alarmó, pero no tuve la dimensión que adquirí con el tiempo. Mi viejo, Horacio, era un suboficial del Ejército retirado... un milico de carrera corta, que en ese momento se presentó en el Regimiento 7 con la intención de recuperar Río Santiago ante una posible invasión.