CULTURA › LA MUERTE DEL SANTIAGUEÑO DOMINGO CURA
El músico que tocó con todos
Murió en plena actuación, como invitado de Chico Novarro. Como percusionista, trascendió las fronteras del folklore.
Por Karina Micheletto
El percusionista santiagueño Domingo Cura, uno de los intérpretes que dejaron un sello en la música popular argentina, falleció el sábado a la noche a los 75 años, víctima de un paro cardíaco en pleno escenario. Su muerte se produjo durante su actuación como invitado especial del show de Chico Novarro en el teatro Lola Membrives. Cinco minutos después de comenzar su intervención, el músico sufrió un paro cardíaco progresivo y cayó al piso frente a los espectadores. Cuando los médicos de la sala lo atendieron en los camarines ya no había posibilidades de reanimarlo.
Durante el show, Domingo Cura había sido presentado por Chico Novarro como “mi maestro” y había comenzado su participación al frente de un set de bombos ubicado en el extremo derecho del escenario. Más tarde, Novarro lo había reemplazado en esa percusión y él se había sentado en una silla en el medio del escenario para pasar a tocar bongós. Fue así como murió: haciendo lo que más quería. No le faltaban proyectos: para febrero del 2005 tenía previsto hacer el espectáculo Tiempo de percusión, con Oscar Alem. Los restos del artista serán llevados hoy a las 15 al panteón de Sadaic en el Cementerio de la Chacarita.
Durante su larga vida musical, Cura fue protagonista de varios capítulos importantes de la música argentina y hasta el día de su muerte siguió actuando y grabando junto a artistas de todos los géneros. El hito más importante de este recorrido fue la Misa Criolla, probablemente la obra de música argentina más traducida e interpretada en todo el mundo, con millones de discos vendidos. Fue Cura quien grabó su primera versión, junto a Ariel Ramírez, Jaime Torres y Los Fronterizos, en 1964. Este año, el percusionista había vuelto a reponer esta obra junto a Zamba Quipildor en dos actuaciones en el teatro Opera. “Es una obra que significa mucho para mí, y que asumo con mucha responsabilidad”, decía el músico en una entrevista que dio en aquella oportunidad a Página/12. “Ahí yo hago los primeros cuatro compases, y después soy el encargado de marcar el ritmo para seiscientos tipos. Es algo muy comprometedor. Pero hermoso”, explicaba. A Cura le gustaba repetir la anécdota de su primer viaje desde Santiago del Estero hasta Buenos Aires, acompañado por su amigo de toda la vida y, más tarde, su cuñado, el armoniquista Hugo Díaz. Un viaje que duró cinco días y que marcó el destino musical de el bombista de la música argentina.
Si hasta la aparición del santiagueño en la escena musical el bombo legüero había sido un mero acompañante, Cura dimensionó las posibilidades del instrumento y lo llevó a un primer plano dentro de las formaciones musicales. Al mismo tiempo fue vinculándose con otros géneros y ritmos además del folklore y la chacarera que heredó de su provincia, e incorporando nuevos elementos a su arsenal rítmico. Frecuentó el ambiente del jazz y tocó con el Gato Barbieri y con Nat King Cole, entre muchos otros. Además de Hugo Díaz y Ariel Ramírez, la otra compañera musical recordada de Domingo Cura fue Mercedes Sosa, a quien quedó asociado hasta en las imitaciones de la cantante.
Cura nunca había estudiado música formalmente. Algo que, contaba, le había traído problemas en algunas ocasiones, como cuando en la Filarmónica de Berlín le pidieron que pasara las partes de los bombos y no le creyeron que no sabía escribir música. Sus instrumentos –bombo, batería, tumbadoras, bongós, tambores orientales, tablas, maderas, cencerros, maracas o triángulos– siguen sonando en discos de todos los géneros, entre otros el último de Gustavo Cerati, Siempre es hoy, editado el año pasado. “El me dijo: ‘Escuchá la base y arriba ponele los bombos como te parezca’. Cuando escuché la base, le pregunté de dónde la había sacado. ‘De un disco tuyo’, me dijo. Después me invitó a tocar en el Luna Park, y también a Charly García. Y al poco tiempo Charly García me estuvo buscando, me dejaba mensajes en el contestador, quería que grabara unas cosas parecidas con él. Pero como justo mi esposa estaba internada, no pude”, contaba con sus ojos chiquitos divertidos, y una vitalidad que lo acompañó hasta el último de sus días.