CULTURA › ENTREVISTA AL ESCRITOR CHILENO PABLO I, NUEVO EMERGENTE LATINOAMERICANO

“Me gustaría ser como mis personajes”

Pablo Simonetti presentó su nueva novela, Madre que estás en los cielos, con la presencia de Jaime Bayly. La escribió después de la muerte de su madre y en ella indaga sobre algunas zonas ásperas de la vida familiar en un país como el Chile de hoy, apegado a la religión católica.

 Por Silvina Friera

A pesar de que siempre leyó mucho, su habilidad para las matemáticas y el hecho de que en su familia prevalecieron los ingenieros postergaron al escritor que había en el chileno Pablo Simonetti. Esperó más de treinta años hasta que en 1996 pudo encontrar su refugio en la literatura. Dice que no se arrepiente de haber estudiado ingeniería porque “las ciencias básicas tienen el mismo espíritu estético que la literatura, en el sentido de que ambas persiguen una representación abstracta de la realidad”. Pero la crisis profesional llegó cuando sintió que el mundo empresarial con el que se codeaba era de un mal gusto rampante.
“A mí me gusta la abstracción, estar fuera de lo concreto, de lo corriente. Pero me faltaban la emoción, el contacto con la vida real, y en ese sentido yo me sentía adentro de un closet –recuerda el escritor en la entrevista con Página/12–. Cuando salí y enfrenté mi situación, apareció la literatura como un mundo que estaba disponible y que me había acompañado todo el tiempo. La vivencia de ser diferente, de mi homosexualidad, me distanció de mi circunstancia al punto de que pude empezar a observar las cosas de otra manera.” Su primera novela, Madre que estás en los cielos (Planeta), que Simonetti presentó en la Feria del Libro, acompañado de Jaime Bayly, es el resultado de esa manera introspectiva de mirar el mundo que lo rodea, echando las anclas en su propia biografía.
“La chispa original que inició la combustión de la novela fue la muerte de mi madre en 2001, eso es lo que me hizo interiorizarme en la agonía de una mujer”, cuenta Simonetti, autor de un libro de cuentos Vidas vulnerables, que probablemente se publique en la Argentina en los próximos meses.
Y la voz de su madre fue tomando forma en el personaje de Julia Bartolini, matrona de una familia chilena con antepasados italianos que padece un cáncer terminal. Ella no quiere que su cuerpo sea sometido al ultraje de las quimio o radioterapias y prefiere ocupar el tiempo de descuento en ajustar cuentas con su propia historia y la de su familia. Escribe su biografía evocando su infancia, su matrimonio con el empresario Alberto Sartori y la relación que ella entabla con sus cuatro hijos.
Esa vida sometida a una suerte de examen de conciencia final, a los 77 años y con los días contados, le duele, le pesa y la llena de remordimientos. La obsesión por regular el destino de su hija rebelde o el de su hijo preferido, que para su desazón le confiesa que es homosexual, y el sometimiento a la voluntad de su marido responden a un modelo de mujer y de familia que Simonetti busca desmitificar.
“En este sentido, el título está puesto con toda la mala intención –admite el escritor–. Madre que estás en los cielos en lugar de padre nuestro... Julia es la madre que representa a la Iglesia Católica, ella trata de llevar las reglas de su religión a la familia, pero descubre que ese dogma estricto se le desmadra.” Para el escritor chileno, narrar en una primera persona femenina no le costó tanto como ponerse en el lugar de una mujer que se está muriendo. “Tuve que hacer muchos esfuerzos desde la escritura para mediar la historia que estaba contando a través de la presencia de la muerte”, señala. “Mi madre me dio un mundo lingüístico y verbal muy rico, y como yo era el hijo menor y había mucha diferencia de edad con mis padres, me tocó escuchar un modo de hablar que no se correspondía con mi época”, aclara Simonetti. “Si hay alguien en la novela que tiene mucho de mí es Julia; yo soy Julia Bartolini.”
–Sin embargo, parece que en Andrés, el hijo homosexual, hay mucho de su historia personal puesta en juego...
–Admiro mucho a Andrés como personaje porque él hizo todas las cosas que yo no hice: él es lo que a mí me hubiera gustado ser. Yo fui mucho más cobarde en la relación con mi familia: mi padre nunca lo supo, yo no me fui de mi casa y los primeros años acepté esa mirada compasiva hacia ese pobre niñito que era gay. Después me rebelé y generé una conciencia de mí mismo. Creo que proyecté en Andrés lo que me hubiera gusta ser, hubiera deseado tener la capacidad que él tuvo para decírselo a su madre.
–¿La novela intenta desmontar la construcción de un modelo de familia ideal?
–Yo escribí esta novela como pude, y no es una jugarreta; soy muy humilde con la literatura y siento que el que escribe hace lo que puede. Para mí lo más importante fue darle la mayor verosimilitud a mi personaje, darle un cierto sentido a su existencia y lograr que los lectores puedan sentir que esos personajes respiran, que están ahí, que resulten cercanos, vivos. La proposición inicial fue literaria pero, a posteriori, me di cuenta de que hay una crítica al modelo psicopedagógico magisterial que intenta imponer la iglesia sobre la familia.
–¿Qué opinión le merecen las novedades en el Vaticano?
–Benedicto XVI dice que la mujer está mejor en su casa y que es un ser subsidiario a su marido y a sus hijos, que ése es su papel. Creo que eso falló no sólo en mi familia sino en muchas otras.
–En su libro muestra que el único lugar posible en la vida de una mujer es la familia. ¿Sigue siendo así la situación de la mujer en Chile?
–No, ha cambiado en los últimos veinte años. Ahora tenemos dos candidatas a presidentas de la república, una de ellas, Michel Bachelet, candidata socialista por el bloque más progresista de la concertación, seguramente va a ser la presidenta de Chile. Es doctora, está separada, es atea y uno de los hijos lo tuvo soltera. Yo quiero votar tres veces por ella (risas). Espero que la Iglesia Católica permita alguna vez ordenar sacerdotes mujeres o el matrimonio homosexual.
–Aunque en España se aprobó el matrimonio gay, la asunción de Benedicto XVI como papa representa un retroceso respecto de la aceptación eclesial de estas demandas.
–Tener un papa retrógrado en estos momentos es bastante bueno porque cuando tienes una iglesia comprensiva, cercana, es mucho más difícil darle la espalda, pero cuando la iglesia está tan reglada, y aquí estoy haciendo una clara metáfora de la novela, se vuelve más regulatoria y pierde peso y poder. España tiene una influencia enorme y directa en Chile, no sólo política sino económica. Los partidos políticos siguen el modelo español casi a pie juntillas.
–¿Cómo es eso?
–La derecha chilena se muere de ganas de ser como la derecha de Aznar, pero no puede porque continúa estando sucia por la dictadura. En Chile, el impacto del matrimonio entre homosexuales va a ser muy fuerte, con una oposición de la iglesia que va a perder peso político por su propia intransigencia.
–En el panorama actual de la literatura chilena, ¿usted siente que forma parte de una generación?
–No, porque yo llegué tarde. Además, vengo de un estrato socio-económico alto, lo que hizo que creara cierta antipatía en la gente. Me gusta mucho mi casa, mi mundo, no quisiera estar en un nido de avispas, y en general en Chile, dado que el espacio de lectura es bajo, hay muchas envidias y creo que me miran con cierto recelo. La buena literatura no nace de un cenáculo literario sino del alma de la persona: mientras mayor veracidad y originalidad puedas conservar, mejor.

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“Escribí esta novela como pude. El que escribe hace lo que puede.”
 
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