CULTURA
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Siempre igual, sin arreglo
› Por Osvaldo Bayer
A Juan le dan un premio por ser poeta. Bien, qué más. No puede haber premio mejor. Por poeta. Hace poco nos encontramos en Madrid, donde a él también lo habían premiado. Habló y dijo cosas profundas, sueños y realidades poéticas. Me levanté y le dije: “Vos siempre igual, cada vez mejor”. Su sonrisa con años de poeta. Ninguno más profundo. Me acuerdo bien ese exilio cuando Juan vino a visitarme a Bad Honnef, en Alemania. La búsqueda de sus hijos, de su nieta, su rostro que no se rendía. Y después ese 1983 que le pedí hacer un libro juntos que se llamaría Exilio y su rápida respuesta ya con los originales. Los llamaste “Bajo la lluvia ajena”. Sí, una lluvia de otros cielos, en otras calles, en ventanas desconocidas. Y el subtítulo terrible de la verdad: “Notas al pie de una derrota”. Qué derrota, sí. Habían derrotado nuestra juventud, esos sueños. Pero jamás derrotarían tu poesía. Fuimos por el bosque hasta el Rin. Pero en tu andar no pisabas el suelo, algo te hacía deslizar. El dolor de la derrota. Tus hijos desaparecidos, pero el saber de tu nieta. Y diste un paso adelante, pese al peso del duelo, de la tristeza, del vacío frente a ti. Sabías, adivinabas que la ibas a llegar a ver y a besar. Un beso de poeta siempre poeta. Y escribiste en ese pequeño libro que nos juntó en sueños y realidades: “¿Y qué militar hijo de puta me sacará del gran amor de esos crepúsculos de mayo, donde la ave del ser se balancea ante la noche?” No, no pudieron los militares hijos de puta quitarte los fantasmas de la poesía de tu mente, de tus ojos, de tu palabra.
Cuando te fui a despedir a la estación me di cuenta que no habías aprendido nada: querías seguir la lucha como al principio. No hubo rendición. Y me recitaste una frase muy tuya. Me dijiste lentamente:
Desconsoladamente.
Des
con sol
hada,
mente.
No tienes arreglo, Juan. Vas a seguir poeta. Te van a seguir premiando sólo por poeta. Pero un poeta que piensa en los demás y que ofreció su vida en aquellos años que se luchó por los que no tienen derecho y sí hambre. Para que tuvieran aulas.
Juan: los pibes de la calle que hacían malabarismo con pelotitas ante los autos, ahora lo hacen con mandarinas, porque si viene la policía, por el Código de Convivencia, los lleva presos y se queda con las pelotitas. En cambio, con las mandarinas, los pibes hacen como si se las comieran cuando vienen los uniformados. Viste, han aprendido de tu poesía, como vos, no se rinden.
Nota madre
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