Martes, 18 de marzo de 2008 | Hoy
Por Pablo Vignone
En Italia es, prácticamente, una cuestión de Estado. La Gazzetta dello Sport, el pulmón mediático por donde respira el deporte de aquel país, se pregunta si no es una crisis y abre el debate a sus lectores invitándolos a adjudicar culpas. Habían pasado dos años desde el último Grand Prix en que las dos máquinas que Ferrari alista en cada carrera no llegaron a la meta, y casi once temporadas desde que la rotura de los motores dejó fuera de combate a todo el equipo. “No éramos unos fenómenos antes ni somos unos desastres ahora”, intentó achicar el pánico el nuevo director deportivo de la escuadra, Stefano Domenicali, el mismo reemplaza definitivamente a Jean Todt, quien desde 1993 hasta la última carrera de 2008 había estado a cargo de la Scuderia.
El misterio rodea la doble defección de las Ferrari, contaminado por los errores cometidos por sus pilotos, el campeón mundial Kimi Raikkonen y el brasileño Felipe Massa. Especialmente porque, aseguran en voz alta, las pruebas invernales mostraron un aceptable record de confiabilidad. ¿Qué fue lo que pasó, entonces, para que el debut de la F 2008 fuera catalogado como un “horrible comienzo de temporada”.
El motor de la Ferrari de Massa duró medio Grand Prix; el que equipaba al coche de Raikkonen llegó casi hasta el final, pero claudicó de manera incuestionable. Más aún: era un motor Ferrari el que se rompió a bordo del Toro Rosso de Sebastien Bourdais cuando el francés corría en cuarta posición a tres vueltas de la bandera a cuadros. ¿Coincidencia?
El reglamento de la Fórmula 1 congeló el desarrollo de las plantas motrices a comienzos de 2007. Es decir, aparentemente estos motores que se rompieron en Melbourne son los mismos que ganaron el año pasado y los que no se quebraban bajo ninguna circunstancia en las pruebas de invierno.
La diferencia radica en que en esos ensayos de enero o febrero en Jerez, Valencia o Barcelona, la temperatura ambiente no superó los 20 grados, mientras que en el Albert Park, a la hora de la carrera, el termómetro marcaba 37 grados. ¿Fue el calor el determinante de la debacle? “No podemos estar seguros todavía”, explicó Domenicali.
Otro elemento decisivo que puede aportar pistas es la ausencia del control de tracción, el dispositivo electrónico que permitía cortar instantáneamente el funcionamiento de uno o más cilindros para evitar los patinamientos. En cierto modo, ese cuidado que el auto se prodigaba a sí mismo frente a los excesos del pie derecho de los pilotos contribuía a mantener la salud del V8. Ya no existe esa delicadeza para con la mecánica. “Sin duda que (la falta de) el control de tracción pudo haber sido un factor”, admitió Domenicali.
En Italia sugieren que la central electrónica estándar que desde este año poseen todos los coches de F-1, que impide la programación del control de tracción, pudo haber tenido que ver con el abandono de las dos Ferrari, señalando malévolamente que son fabricadas y distribuidas por una subsidiaria del Grupo McLaren. El director deportivo de Ferrari señaló al respecto: “No hay que olvidar que con la nueva central electrónica podemos tener problemas sobre cómo integrarla al auto. Todavía tenemos que conocerla bien”.
A Ferrari le duele el doble la derrota, porque la victoria quedó en manos de McLaren. Y esta vez, a diferencia de lo que sucedía en 2007 una vez destapado el escándalo del espionaje, no hay ninguna duda de que los coches ingleses no poseen el más mínimo detalle técnico, cuya propiedad intelectual pueda ser reclamada por los italianos de Maranello. En esta oportunidad, los vencieron clara y llanamente, sin artilugios y –doloroso para los derrotados– sin excusas.
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