Viernes, 26 de septiembre de 2008 | Hoy
DEPORTES › SEBASTIAN ABREU FUE EL AUTOR DE LOS DOS GOLES DEL TRIUNFO
El uruguayo volvió con todo, en el debut del equipo de Núñez en la Copa Sudamericana, para marcar los tantos de la victoria sobre Defensor Sporting en el Centenario. De esa manera, el conjunto de Simeone volvió a ganar tras dos derrotas.
Sebastián Washington Abreu no defraudó. Acaso vivió su noche más dorada con la camiseta de la banda roja. Especialmente porque pudo respaldar a quienes se habían jugado por él. Sonaba a manotazo de ahogado esta inclusión de último momento, el recurso casi desesperado a un jugador que no se había ido hace mucho, del que la hinchada no se había enamorado del todo, del que se tenían dudas. Pero el uruguayo las despejó a todas, o a casi todas, a fuerza de goles. Intervenciones oportunas, esas ocasiones en las que sólo los goleadores son capaces de rubricar la sonrisa. Dos goles de Abreu le permitieron a River ganar con diez hombres en su debut en la Copa Suda-mericana, en el mítico estadio Centenario, en Montevideo, ante el tibio Defensor Sporting, una victoria que –luego de las dos caídas consecutivas en el Apertura, ante Vélez y San Martín– supo a dulzura en el marco de un torneo al cual el club de Núñez le va a apuntar todos los cañones.
Le salió bien la apuesta a Diego Simeone. En el banco quedó un devaluado Santiago Salcedo, el goleador que todavía no convierte, y a la cancha, casi que tirándose en paracaídas después de su olvidable paso por el futbol israelí, fue Abreu. El mismo que desde el área grande, y escoltado por los centrales uruguayos Curbelo y Risso, le hacía señas con la cabeza al arquero Ojeda para que la tirara allí, que él la bajaba para el pie de terciopelo de Buonanotte.
Eso de la oportunidad quedó patentizado antes de los diez minutos de partido. Ya había producido un par de esas jugadas, acomodándola para Buonanotte o Mauro Díaz, incluso facturó una pared con el joven medalla olímpica que se fue muy cerca del segundo palo tras el remate del chico, y cuando el optimismo crecía lo tradujo en satisfacción.
Sucedió después de uno de esos intentos, cuando forzó un corner desde la izquierda. El centro de Abelairas fue peinado en el primer palo y le quedó en los pies al uruguayo, que entraba por el segundo palo, en plena área chica. El arquero Silva logró rechazar el primer envío, pero volvió a caer la pelota entre los botines del oriental, que, en dos tiempos, la aquietaron pasa sacudir la red inmediatamente después.
¿Querían Abreu? ¡Tenían Abreu! ¿Querían más? Sí, River precisaba más, porque con poco el equipo uruguayo le emparejaba el trámite, lo amenazaba de empate, obligaba al arquero Ojeda a esforzarse sacando un tiro libre muy exigente allá por los 36, y con los dos cambios del entretiempo inclinaba la cancha en el complemento.
Así que el oportunismo del delantero en la noche de su reaparición se vio obligado, una vez más, a dar pruebas de consistencia. Apenas había pasado un cuarto de hora del complemento cuando Abelairas remató desde larguísima distancia, la complicidad del arquero Silva que no logró retener (una vez más) y entonces el Loco Abreu, entrando a la carrera, tocándola con la cara interna del botín derecho, poniéndola allá arriba, cerca del travesaño... Tres minutos después, cuando se golpeó en un cruce, Simeone decidió cambiarlo por Ponzio. Ya se había ganado largamente el descanso. Pero el descuento de Risso hizo que River terminara apretado...
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