DEPORTES › LA EXPANSION DE LOS KHADAFFI EN EL FUTBOL EUROPEO
Lazio no, Liverpool quizás
Por Pablo Vignone
Los Khadaffi extienden su interés en el fútbol mundial de una manera tal que muchos analistas sospechan que esa expansión es parte de una política oficial para mejorar la imagen internacional de un país que, hasta hace tres años, sufría el embargo de las Naciones Unidas.
Pero como el dinero fluye, Saadi no sólo compra clubes, sino que también se los ofrecen: en agosto, Giorgis Batatoudis, el presidente del PAOK Salónica, uno de los principales clubes de Grecia, intentó convencerlo de que se hiciera cargo del club, sumido en la ruina.
“El fútbol se ha convertido en una buena inversión, y los clubes europeos son los mejores del mundo desde el punto de vista de la organización, las facilidades, el potencial y los beneficios”, señaló Saadi al Financial Times.
El mes pasado, a partir de su amistad con Michael Owen, surgió la versión de que Khadaffi Jr. haría negocios con el Liverpool, y el libio no negó la posibilidad, aunque aseguró que no compraría acciones del club. “Seguramente invertiremos en merchandising”, señaló. La imagen de los libios no es la mejor en Gran Bretaña desde el desastre de Lockerbie, en Escocia, donde un avión de la PanAm cayó en 1988 matando 270 personas: un oficial de inteligencia libio fue acusado de poner la bomba.
Saadi Khadaffi dio por finalizadas, el viernes, las tratativas para comprar la Lazio, por la que el quebrado Sergio Cragnotti le pedía 150 millones de euros. La versión oficial de la caída de las negociaciones, dada por el portavoz de Khadaffi en Italia, Gianluca Di Carlo, es que no se consideró “oportuna” la compra “luego de la valoración realizada con autoridades libias”.
Esa valoración tuvo que ver, seguramente, con razones estratégicas: las leyes italianas no permiten a un accionista mayoritario en un club tener acciones de otro, por lo que, de haberse concretado la compra, Khadaffi Jr. debía desprenderse el 7,5 por ciento que posee de la Juventus, por el que pagó seis millones de dólares en enero.
Esa decisión era, a todas luces, nada atractiva para el gobierno libio, que preferiría mantener la sociedad con el Grupo Agnelli, el motor económico de Italia y propietario de la Juventus, antes que hacerse cargo de un club de hinchas con los peores antecedentes racistas de toda Italia, poco dispuestos a permitir que un africano conduzca la entidad.
“Otros países invierten en armamentos, a nosotros nos gusta gastar nuestro dinero en el fútbol.” Así explicó Saadi Khadaffi su nuevo hobby. Algunos lo miran de otra manera: el FBI estadounidense sospecha que el dinero que los Khadaffi invierten en el fútbol a través de la empresa Lafico (Libya Arab Foreign Investment Co.) procede del lavado de dinero que recibe Libia por alojar campos de entrenamiento terroristas en su territorio.