EL PAíS › EL CINEASTA IRANI SIGUE DEPURANDO SU PARTICULAR ESTILO
El nuevo viaje de Abbas Kiarostami
El notable realizador de “El sabor de la cereza” presentó su último film, “10”, donde por primera vez puso a las mujeres en el centro de la escena. Volvió a trabajar con actores no profesionales y comparó la tarea del director de cine con la del entrenador de fútbol.
Por Luciano Monteagudo
Un auto en movimiento, un par de personajes y una cámara. El director iraní Abbas Kiarostami nunca parece haber necesitado mucho más para hacer algunos de los mejores films contemporáneos, como Y la vida continúa o El sabor de la cereza, que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes 1997 y se convirtió en un insólito éxito de público en Buenos Aires, unas temporadas atrás. Pero en el caso de 10, su película más reciente, Kiarostami parece haber depurado su estilo hasta las últimas consecuencias. “Si alguien me preguntara, en tanto realizador de esta película, qué fue lo que yo hice, podría contestar: ‘Nada’. Y, sin embargo, si yo no existiera, esta película tampoco existiría”, dice el director, en una distendida rueda de prensa en el Festival de Tesalónica. La muestra griega fue siempre receptiva al cine iraní en general y al de Kiarostami en particular. El director de El viento nos llevará se deja llevar por las inquietudes que despierta su película, estructurada a partir de diez diálogos socráticos, en el interior de un auto que recorre las calles de Teherán y por el cual van pasando, coloquialmente, todos los temas: la vida, la muerte, el amor, la educación, la maternidad...
Saludada por la crítica internacional como una nueva obra maestra (“La película más audaz, innovadora y relevante de todo el año”, definió la revista británica especializada Sight and Sound), 10 es también la primera obra de Kiarostami en la que las mujeres están en el centro absoluto de la escena. “Mejor tarde que nunca”, ríe Kiarostami cuando alguien le pregunta por qué nunca antes le había confiado semejante protagonismo a la mujer. “De alguna manera, mi película refleja los problemas que enfrenta hoy nuestra sociedad. Yo no soy de aquellos que hacen diferencias de género, pero sí creo que los problemas hay que exponerlos tal como son y las mujeres hoy en Irán tienen mucho para decir al respecto”.
10 consiste de diez capítulos o escenas que tienen lugar en el interior de un auto manejado por una mujer joven, inteligente y moderna en sus actitudes, que va dialogando sucesivamente con su hijo (que le recrimina que se haya separado de su padre para volverse a casar con un hombre que él no aprueba), con su hermana, con una anciana que se dirige a cumplir con sus oraciones religiosas, con una prostituta y con una amiga que acaba de pelearse con su novio y que, en un gesto de rebeldía, ha cometido el desafío de raparse la cabeza, apenas disimulada por el pañuelo que la cubre. Salvo en una ocasión particularmente significativa (la prostituta que va a buscar su lugar de trabajo en la calle), la cámara nunca sale del coche y va registrando de una manera aparentemente pasiva aquello que sucede en ese confesionario vidriado y con ruedas, que puede llegar a parecer también el consultorio de un analista.
De hecho, algo de eso hubo en el comienzo del proyecto 10. “En principio iba a ser un film sobre una psicoanalista que veía a sus pacientes arriba de un auto”, recuerda Kiarostami. “Conocí a esta psicoanalista, que se vio forzada a esta situación cuando le prohibieron la práctica en su consultorio. Recorría una y otra vez las calles de Teherán haciendo terapia, con un pasajero distinto por vez, que eran sus pacientes. Me llevó un año escribir el guión. Tenía muchas ideas para ir agregando, pero lo que me molestaba es que tenía que circunscribirme a la relación terapeuta-paciente. Finalmente me libré de esa estructura y me olvidé de la psicoanalista para poder abordar otros temas y situaciones”.
Para Kiarostami, “uno debe tratar de no repetirse. Para ser original y genuino y sobre todo auténtico con uno mismo, uno siempre tiene que comenzar con algo como si fuera la primera vez. Uno se obliga a buscar y encontrar nuevos temas y nuevas formas de expresión, pero al mismo tiempo está en condiciones de utilizar toda la experiencia acumulada en elpasado. 10 no fue planeada originalmente de esta manera, pero la dinámica propia del film, el tema mismo se fue imponiendo y dio este resultado”.
Según el director, “en esto fue fundamental el encuentro con Mania Akbari, la protagonista de la película. En un comienzo, ella iba a aparecer apenas unos cinco minutos. Sin embargo, descubrí que tenía mucho más para ofrecerme. Cuando trabajo con gente que no son actores de profesión, como es el caso de 10, tengo que estar sumamente abierto y receptivo a lo que veo y escucho de ellos y, una vez que tengo decidido sumarlos a la película, darles toda la libertad que necesitan. Someter a personas que no son actores a ajustarse a una línea específica de diálogo es la manera más rápida de conseguir un desastre. Hay una relación muy estrecha entre la experiencia en la vida real de Akbari, que también se divorció y se volvió a casar, con la mujer que ella interpreta en la película. En las escenas entre madre e hijo todo fue muy espontáneo porque ninguno de los dos sabía exactamente qué iba a responder el otro o qué era lo que yo le había pedido que contestara. Como trabajábamos con una cámara digital pequeña, pensaba que estábamos apenas ensayando y se sentía libre y cómoda. Al cabo de unos días, me preguntó: ‘¿Y cuándo filmamos? Y le contesté: ‘Ya lo hicimos. Se acabó el trabajo’...”
Esa atmósfera de intimidad de la que habla Kiarostami es la misma que percibe el espectador, como si no mediara una técnica entre las intenciones del director y aquello que finalmente se ve en la pantalla. De hecho, la información de prensa del film y hasta los mismos títulos de la película consignan apenas catorce personas en total como artífices del film, incluyendo a los actores y al propio Kiarostami. “Utilicé una única cámara digital montada fija en el capot o en el tablero del coche”, explica A. K. “Una película como 10 no se podría haber realizado con una cámara 35mm, con todo el equipo que eso supone. Ya hice cinco films con una pequeña cámara digital; algunos son apenas unos diarios personales. Y lo que más me gusta de la situación es que puedo estar prácticamente solo conmigo mismo y con los actores. La técnica casi no se interpone más. Es una relación de soledad con los materiales, que me permite pensar el cine de otra manera. Creo que el bajo costo de estos equipos va a ayudar mucho a los jóvenes cineastas, pero también hay que tener mucho cuidado con lo que uno hace con una cámara digital. No todo es tan fácil como parece.
Según una certera metáfora de Kiarostami, “el director de una película como 10 puede compararse un poco con un entrenador de fútbol. Yo debo hacer lo esencial de mi trabajo antes de poner en marcha la cámara. Después, hay que dejar que los jugadores hagan lo suyo en la cancha”.