Miércoles, 19 de enero de 2011 | Hoy
DEPORTES › LLEYTON HEWITT, ELIMINADO POR NALBANDIAN EN LA PRIMERA RONDA DEL ABIERTO DE AUSTRALIA
En una batalla de casi cinco horas, el cordobés levantó dos match points y eliminó en cinco sets al ídolo local, pese a los calambres que lo afectaron. Chela perdió con Llodrá.
Por Sebastián Fest
Desde Melbourne
David Nalbandian reaccionó al borde del abismo y derrotó épicamente a Lleyton Hewitt en su propia casa para avanzar de madrugada a la segunda ronda del Abierto de tenis de Australia. Nalbandian, 21 del ranking mundial, levantó dos match points para imponerse 3-6, 6-4, 3-6, 7-6 (7-1) y 9-7 en un partido de cuatro horas y 48 minutos de duración, en el que el australiano contó con el apoyo de miles de espectadores en el Rod Laver Arena. “Fue una primera ronda muy dura, él es un verdadero luchador, en el final tenía calambres. Fue muy duro para los dos”, describió el cordobés con la respiración aún entrecortada por el esfuerzo de la batalla sostenida por los dos veteranos de 29 años.
“En los dos match points jugué increíble, hice saque y red por primera vez. Fue increíble, y a partir de eso el partido era para cualquiera de los dos”, resaltó Nalbandian. El argentino, que mostró síntomas de agotamiento en el final, describió las dificultades por las que atravesó en los momentos decisivos del encuentro. “Tenía calambres en la parte delantera de la pierna, luego en la trasera. No podía estirar una que ya se me acalambraba la otra. Lo que me llevo hoy es el luchador que fui en la cancha”, resumió. Pese al agotamiento, el argentino tiene, si se recupera, una gran oportunidad esta noche de seguir adelante en el torneo, ya que su próximo rival será el inexperto lituano Richard Berankis, vencedor del australiano Marinko Matosevic por 6-4, 6-2, 7-5.
Durante casi dos horas pareció que el inevitable triunfador del encuentro sería Hewitt, 54 del ranking mundial pero sumamente motivado tras ganar la semana pasada la exhibición de Kooyong. Veloz, preciso y concentrado, el ex número uno del mundo era claramente superior a un Nalbandian con gran calidad en los tiros cerca del cuerpo, pero con importantes dificultades cuando el juego le exigía moverse. Pero el argentino no se rindió, remontó la desventaja tenística y psicológica en el cuarto set y llevó las acciones a un tie break en el que arrasó 7-1 tras colocarse 6-0.
El set final mostró a Nalbandian ya con un fuerte dominio de la situación y a un Hewitt ni tan fresco, ni tan preciso como en el inicio, aunque luego terminaría reaccionando para elevar al máximo la emoción de la noche.
Tras adelantarse 5-3, Nalbandian dispuso de su saque para definir. Pero el Rod Laver Arena, media hora ya después de la medianoche, ardía, con los espectadores empujando a Hewitt hacia un “milagro”.
Hewitt dispuso de dos break points con 15-40, y el aullido fue general cuando Nalbandian pegó una derecha con dudas para enviar la pelota fuera de los límites de la cancha. Igualdad en cinco, y todo podía suceder. Enseguida, Nalbandian tuvo dos break points sobre el servicio de Hewitt, que ganó cuatro puntos seguidos para situarse 6-5 y poner toda la presión sobre el servicio del argentino.
Otro 40-15 y Nalbandian rozaba el tie break, pero otra derecha fallada dio la igualdad para situar a Hewitt a dos puntos del triunfo. Nuevo error del argentino y match point, que salvó en el punto siguiente con un saque y red definido increíblemente con un sobrepique con aroma a drop. Revés en la red, nuevo match point para el ídolo aussie, y nuevamente Nalbandian atacando y definiendo en la red, esta vez con una volea de derecha cruzada. Instantes después, un revés ancho de Hewitt situaba el partido 6–6.
En Australia, a diferencia del US Open, no hay tie break en el quinto set, y la situación recordaba lo sucedido en los cuartos de final de 2005, cuando en ese mismo Rod Laver Arena Hewitt batió a Nalbandian 10-8 en el quinto set. Hewitt se colocó 7-6 tras un luchado game, y Nalbandian definió el suyo con una sutil volea de revés para el 7-7. El argentino quebró entonces el saque del ex número uno, y aguantó, ambos extenuados ya, para definir el partido con un espectacular globo que dejó clavado en la red al australiano. Lo gritó con el alma, mientras todo el estadio y un país digería la desilusión: el orgullo por el ídolo no compensaba la derrota.
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