Martes, 1 de febrero de 2011 | Hoy
DEPORTES › TENIS > NOVAK DJOKOVIC, DESPUéS DE CONQUISTAR EL ABIERTO DE AUSTRALIA
Campeón de la Copa Davis, ahora ganador del primer Grand Slam del año, el serbio se ve con posibilidades de transformarse en el mejor tenista del mundo. “Sigue siendo mi objetivo y voy a dar todo para lograrlo. La consistencia es la clave”, asegura.
Por Sebastián Fest
La pregunta es obvia, y Novak Djokovic no la elude: sí, quiere ser el número uno, busca ponerse por delante del duopolio encarnado en Rafael Nadal y Roger Federer. El tema es cuándo. ¿Es realista pensar que el flamante campeón de Australia pueda conquistar la cima del tenis en la temporada que está comenzando? “El número uno sigue siendo mi objetivo y voy a darlo todo para lograrlo –comentó Djokovic durante una entrevista–. Todos los años tengo las más altas ambiciones, creo en mi calidad, probé que puedo ganar Grand Slams, sé manejar la presión... Es una cuestión de continuar trabajando, de consistencia. Así, el ranking va a venir.”
Djokovic, de 23 años, tiene muy claro que no le será sencillo. “Va a ser muy duro por los rivales que tengo. Murray y Soderling atrás, Federer y Nadal adelante, ganando casi todo lo que juegan. Si quiero ser el mejor, tendré que ganar más Grand Slams y puntos –remarcó el serbio–. La consistencia es la clave para el éxito. Eso es lo que tienen Federer y Nadal”, asegura Nole, que cuenta con una meta muy clara: “El número uno... Cuando hablo de un objetivo lo veo en un par de años, o quizá nunca. Es un objetivo de vida”.
El serbio tiene los ojos empequeñecidos. Durmió muy pocas horas tras su exhibición ante Murray en la final de Australia. La fiesta, contra lo que podría pensarse, no tuvo su epicentro en el VIP de una exclusiva discoteca. La gran fiesta fue en el vestuario de Melbourne Park. “Creo que es la primera vez en la historia de los Grand Slams que una banda de música entra en un vestuario para la fiesta del campeón”, dice con una sonrisa el número tres del mundo. Durante dos horas, Djokovic y su equipo saltaron, gritaron y rieron bailando al son de los ritmos que popularizó mundialmente Emir Kusturica con sus films y sus incursiones musicales junto a la Non Smoking Band. Un video tomado durante la extensa celebración, que se inició después de que Murray dejara el vestuario, muestra curiosas coreografías de adoración al trofeo, ante el que Djokovic se arrodilla y ofrece reverencias en varias ocasiones.
“Anoche, realmente, no pude dormir: estaba bajo la impresión del título aún”, admite el serbio, que se siente un jugador “más completo, físicamente más fuerte, con mejores golpes y más variedad” que aquel que a los 20 años ganó por primera vez en Australia. “En estos tres años viví situaciones nuevas, defender un Grand Slam, cosas laterales que afectaron mi carrera. Soy un jugador emocional, y hubo problemas en mi vida privada que se reflejaron en mi juego. Fue un proceso de aprendizaje. Fue un período de subir y bajar. No tuve la consistencia, el creer en mí mismo cuando lo necesitaba. Ahora mismo siento que realmente puedo ganar. En 2008 era joven, le daba fuerte a la pelota y no me importaba mucho. Luego llegaron la presión y las expectativas por la carrera. Y al mismo tiempo era difícil, porque estaban Federer y Nadal”, destaca Djokovic, que sonríe cuando se le pregunta si a partir de ahora se puede hablar de los “tres grandes” del tenis. “Si la gente me ve entre los tres grandes, grandioso, pero tengo un gran respeto por Rafa y Roger, tremendos ejemplos de campeones dentro y fuera de la cancha.”
Haber ganado la Copa Davis por primera vez para Serbia fue un momento inolvidable para Djokovic, aunque aquello le costara que sus vacaciones se redujeran a dos semanas antes de iniciar la pretemporada. “No sabía si iba a estar listo, pero la Copa Davis me dio viento de cola y me siento grandioso en la cancha”, destacó. Ahora quiere demostrar que también puede ganar en polvo de ladrillo. “Cuando era un niño pasaba la mayor parte del tiempo en polvo, me gusta jugar ahí, es la superficie que más te exige. Mi objetivo es hacerlo bien en polvo de ladrillo como en 2009, por ejemplo, tener mi mejor resultado en Roland Garros.”
Y la sonrisa se le va por un momento cuando se le pregunta por la guerra de los Balcanes y cómo afectó y afecta aún a él y sus demás colegas de la ex Yugoslavia. “Es el período que todos nosotros no queremos recordar. Atravesamos dos guerras. Cuando ves lo que pasaste, valoras más algunas cosas de tu vida actual. Yo no amo a mí país más que los demás al suyo, en absoluto. Pero nuestra experiencia fue especial”, asegura el hombre que tiene como objetivo de vida ser el número uno del mundo.
“¡Dottore, dottore!” Novak Djokovic, el jugador del momento en el tenis mundial, reclama la presencia de un hombre que tiene a unos metros. Cincuentón, barba blanca recortada, chaleco negro sin mangas sobre el pecho desnudo, nadie pensaría que el “dottore” es el “arma secreta” del número tres del mundo. Pero lo es. Sin Igor Cetojevic, tal el nombre del “dottore”, es muy probable que Djokovic no hubiese ganado ni la Copa Davis en diciembre ni el Abierto de Australia en enero. Tras una noche de fiesta y cuatro horas de sueño, Djokovic estaba feliz, muy distinto de lo que vivió desde que saltó al primer plano conquistando el título de Australia en 2008. Entonces, llegaron “las presiones y las expectativas”, y no le fue para nada sencillo controlarlas. Algo de eso notó el “dottore” Cetojevic al ver al jugador por televisión. “Estaba sufriendo, algo no andaba bien en él. Movía los brazos, se quejaba, buscaba excusas”, explicó el psicólogo, mientras Djokovic, a un par de metros, acariciaba el trofeo conquistado el domingo y desgranaba las sensaciones del día posterior a la victoria. Cetojevic, bosnio, no conocía a Djokovic, serbio, pero encontró la manera de llegar a él. “Quiero ayudar a ese chico”, le dijo al entorno del jugador. Poco tiempo después acompañó a Djokovic y su gente en una serie de Copa Davis. “Me invitaron, y yo tenía tiempo libre para ir. Comenzamos a hablar. El me contaba sus problemas, yo le ofrecía soluciones.” Cetojevic insiste una y otra vez en la “enorme inteligencia” de Djokovic, también en lo “buen chico” que es. “Yo no necesito decirle qué hacer. Es una cuestión de que vea las opciones. Ante un problema, siempre le ofrezco dos o tres alternativas, y él decide. Entiende todo muy rápido”, remarca. Djokovic insistió ayer en que sus problemas personales afectaron durante un tiempo su carrera. “Eran cuestiones privadas, de la vida diaria. Somos humanos, todos tenemos problemas. Si no eres feliz fuera de la cancha, no puedes serlo dentro, es difícil trazar la línea. Dediqué toda mi vida a este deporte, pero soy la misma persona dentro y fuera, la misma cabeza”. Cetojevic, que planea estar al menos en todos los Grand Slams junto a Djokovic, coincide con el jugador en que la guerra de los Balcanes en los años ’90 marcó a fuego a todos. “Se baila para curar heridas”, comenta mientras observa un video de la fiesta en el vestuario que Djokovic organizó con una banda de música balcánica en las entrañas del Rod Laver Arena.
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