Martes, 1 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › REBELIóN A LA EGIPCIA > RICARDO BETTA ROEL, JEFE DE LA SECCIóN CONSULAR EN EGIPTO
Por Ailín Bullentini
El Cairo se prepara para la manifestación más multitudinaria desde el comienzo de la revuelta social que exige el fin del régimen de Hosni Mubarak. Mientras, el jefe de la Sección Consular de Argentina en Egipto, Ricardo Betta Roel, aseguró a Página/12 que todos los argentinos que están en el país, ya sea por turismo o residencia, se encuentran en buen estado, aunque asustados y con ganas de volver. Además, describió la situación en la capital y realizó un análisis de las causas que desataron la furia del pueblo.
–Son aproximadamente 300 los que llegaron a Egipto por turismo. Otros 50 son residentes, establecidos sobre todo en la capital, donde trabajan y viven. Mantenemos contactos diarios con las agencias de viajes que regentean los tours y con los hoteles de los turistas independientes; contamos con los registros de las reservas de vuelos y certificamos que la colectividad de residentes se encuentra a salvo y en perfectas condiciones. Pero están asustados, nerviosos, preocupados y con ganas de irse, cosa que no será posible en lo inmediato. Los aeropuertos están colapsados y mucha gente, no sólo turistas, ha quedado varada. El hecho de que no haya Internet en todo el territorio empeora la situación y complica nuestro trabajo. Las líneas de teléfono se caen a cada rato. Por ahora, no vamos a implementar vuelos de urgencia para repatriar a los viajantes.
–Hace muchos años que la oposición al régimen de Mubarak denuncia al oficialismo por corrupción, violación a los derechos humanos, censura. En El Cairo, las concentraciones de adeptos a la oposición eran normales. Pero la gente, el pueblo, las miraba de lejos. Nunca se sumaba. El despertar de la semana pasada es un fenómeno inédito en la vida política y diaria del país. Esta vez, los sectores sociales medios y los más oprimidos se unieron y se volcaron espontáneamente a la calle. Familias enteras, jóvenes.
–Su regreso conmocionó a la población que, ante el vacío de representación política, depositó en él su reclamo. El Baradei no es un activista político, no cuenta con una gran trayectoria en esa esfera. Pero es un buen amalgamador del reclamo de un cambio total en el país, que sostienen todos los sectores opositores a Mubarak y la mayoría de la población. La gente, sobre todo, lo que exige es la participación de caras nuevas en la vida política de Egipto. Para ellos, el discurso de Mubarak, su supuesta intención de dialogar con la oposición, el nombramiento de un vicepresidente y la modificación del Gabinete no tienen valor. Quieren que desaparezca todo lo relativo al régimen. Es muy similar a lo que ocurrió en Argentina en 2001, que acabó con el gobierno de De la Rúa.
–A lo largo de 30 años de un gobierno con tintes cada vez más monárquicos, Egipto se convirtió en un polvorín a la espera de que alguien encienda la mecha. Túnez fue la chispa. “Si lo hacen al lado nuestro, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros?”, se preguntaron los egipcios, en su mayoría, los jóvenes. La generación de jóvenes egipcios fue la que alzó la bandera de los reclamos esta última semana.
–Los empujó la falta de perspectiva de futuro que afrontan en Egipto. No ven un futuro próspero, de crecimiento personal y social, sino el estancamiento de un statu quo cada vez más encarnado en el poder. En Egipto es muy difícil acceder a un trabajo que permita un ascenso en la escala social y a nivel intelectual. El proyecto de vida que permite la realidad del país es conseguir un empleíto y luchar constantemente por conservarlo para siempre. El acceso a un buen nivel educativo es posible sólo para quienes tienen el suficiente dinero para pagar escuelas y universidades privadas, que son carísimas. Entonces, quieren quebrarlo y Túnez les dio un ejemplo de proceder en ese sentido.
–La sociedad egipcia está partida en dos polos definidos: poca gente con mucha plata y mucha gente en la más profunda miseria. La clase media prácticamente no existe. Más de la mitad de los 80 millones de personas que viven en Egipto está bajo condiciones de pobreza absoluta, con altos índices de analfabetismo. El desempleo es muy alto y, quienes de esa franja trabajan, cobran sueldos paupérrimos. La clase acomodada, sea adepta al régimen de Mubarak o no, no encuentra razones para ir a reclamar por el fin de ese gobierno, porque vive bien, muy bien. En cuanto a los derechos humanos, hace muchos años que las organizaciones que trabajan en la temática proclaman el poco respeto del gobierno a esos derechos, sin éxito.
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