Viernes, 4 de febrero de 2011 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Pablo Vignone
Que un entrenador deje su cargo es la moneda más corriente, aunque no por ello menos burda, del fútbol argentino. Que lo haga a días de empezar un torneo, y no como consecuencia de malos resultados, tampoco sorprende: lo hicieron en años recientes nada menos que Reinaldo Merlo en River y Alfio Basile en Boca. Que sea, sin embargo, el técnico del equipo campeón el que ponga distancia de sus dirigidos, en uno de los clubes más encomiados por el establishment futbolero a causa de su orden, su organización y sus logros, más que asombrar, subraya el discrecional criterio con que se maneja la lógica en este ambiente.
Sabella argumenta que se marcha decepcionado por dirigentes que no supieron valorar su trabajo: dos títulos, dos finales y un subcampeonato en menos de dos años. Pero la sensación es que abandona para desembarazarse de una red de intereses que tejieron los auténticos dueños del circo pincha: los futbolistas.
Las versiones son múltiples y colaboran para solidificar la impresión. El entrenador se desvivía por lograr que le trajeran un delantero más y cuando el ex jugador del club Ernesto Farías quedó en la mira, el pase fue vetado por un importante referente del plantel que desde hace tiempo está enemistado con Fernando Hidalgo, el representante de Farías, y, en cambio, mira con buenos ojos la tarea de Miguel Pires, el empresario que creció a la sombra de Hidalgo y que llevó a Gabriel Mercado y a Agustín Orion a Estudiantes.
Según otra especie, otro de los referentes del plantel increpó al técnico pidiéndole respaldo para el delantero uruguayo Hernán Rodrigo López, que se sentía disminuido en la consideración de Sabella. Tras fracasar la incorporación de Farías y luego del pobre rendimiento contra River, Sabella quiso plantar un 4-3-2-1 en los entrenamientos, para poner de manifiesto que la carencia de atacantes perjudicaba sus planes. El ensayo terminó 4-0 a favor de los suplentes. Los referentes del plantel volvieron a enfrentar al DT. “¿Cómo vamos a cambiar el esquema con el que salimos campeones?”, se dice que lo cuestionaron.
La última reunión entre Sabella, el capitán Verón y el subcapitán Desábato también fue movida. Los reportes sugieren que hubo términos duros a causa de la intempestiva decisión del entrenador. Esos términos se replicaron luego, cuando el que cerró públicamente el episodio no fue Sabella, ni el presidente Rubén Filipas, sino el propio Verón. “Tenía que seguir por respeto a lo que pregonaba”, fue lo más liviano que le dijo. “Nadie echó a nadie, agarran y se van en un momento en que para nosotros es importante”, se lamentó, como si estuviera dictando los tiempos.
No fue un técnico de un equipo acuciado por el descenso el que dejó su cargo. Fue el conductor del campeón. El éxito no lo tapa todo ni cubre de oro la miseria. Una lección requetesabida que no siempre termina de aprenderse.
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