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Mientras el amigovio de la mujer-policía y jefe de alguna de las asociaciones ilícitas de Boca Juniors, Rafael Di Zeo, sigue prófugo, diligentes camaradas de la amigovia del “barra”, cumpliendo a rajatabla con la misma justicia de la que Di Zeo está profugado, irrumpían en patrulleros en el entrenamiento matutino del martes, para hacer que Raúl Alfredo Cascini compareciera ante el juez Mariano Bergés. Lo que no es ni más ni menos que hacer lo que corresponde, habida cuenta de la incomparecencia del futbolista de Boca al requerimiento judicial.
Desde pocos meses atrás a esta parte, ningún camarada de la amigovia de Di Zeo se apersonó al volante de ningún patrullero al domicilio del profugado presidencial Fernando de la Rúa, pese a las reiteradas citaciones de la jueza María Romilda Servini de Cubría que convocaba al ex presidente a sede judicial, no por estar, por lo menos que se sepa, en la agenda de algún “socio caracterizado”, sino por haber ocupado la máxima magistratura del país –siesta mediante– mientras la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 mataba y hería a mansalva.
Y no podrá decirse que lo de Cascini haya sido un golpe mediático del juzgado de Bergés, si se compara con los remezones que podría haber producido un procedimiento similar en el hipotético caso de que a De la Rúa lo hubieran ido a buscar los camaradas de la amigovia de Di Zeo.
Debe quedar claro que Cascini aparece en la agenda de Di Zeo, y hasta ahora no ha aparecido Di Zeo en la de Cascini. Pero también, que la justicia es prioritaria respecto de un entrenamiento, en la medida en que se haya establecido un horario fehaciente para la declaración judicial del volante de Boca, por parte del juzgado de Bergés. Si así fuere no hay atenuante ni justificativo desde el “voy a declarar después”.
Alguna vez, Jorge “La Chancha” Rinaldi fue prácticamente condenado al ostracismo futbolístico por no haber “aportado” para las barras. Que no haya sido solamente un gesto.