Sábado, 26 de septiembre de 2015 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
Después del muy buen desempeño del seleccionado nacional, que aún perdiendo dominó de a ratos a los All Blacks neozelandeses, quedó abierta la posibilidad de alcanzar la siguiente instancia en la copa mundial de rugby.
Es cierto que se cometieron varias infracciones, muchas veces innecesarias –vaya el cuestionamiento en especial para Fernández Lobbe, por su tendencia a apoyarse sin empujar en las formaciones móviles para luego salir velozmente en busca del juego abierto– tendencia que se repitió en el primer tiempo contra Georgia, y que motivó la autocrítica del entrenador Daniel Hourcade y del pilar centro y capitán Agustín Creevy.
Pero todo cambió en la segunda etapa, con un brillante repertorio de variantes ofensivas por parte de Los Pumas, que tanto entre los forwards como en los medios y los tres cuartos arrasaron a Georgia.
La selección argentina hizo todo bien. Tanto con las manos como con los pies y también con la cabeza. Es que en un campeonato del mundo de rugby, ganar el parcial de los segundos cuarenta minutos por 40 a 0 no es cosa de todos los torneos. En especial si se juega “el rugby que le gusta a la gente”.
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