Sábado, 30 de enero de 2016 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
La supina desculturización que hace demasiado tiempo viene afectando a todos los órdenes de la vida –y no solamente en nuestro país– hace que no llame demasiado la atención que una vez más con bombos y platillos, pompas y ceremonias y demás “boatos”, la mensajería cómplice del gatopardismo –”que todo cambie para que nada cambie”– anuncie “el gran partido”, “el por todos esperado desquite del superclásico de Mar del Plata, hoy en Mendoza” y demás términos, generalmente esdrújulos, porque River y Boca “jugarán”, quizá, menos peor, de lo que fue el bochorno de una semana atrás.
Es que desde el lamentable arbitraje de Patricio Loustau, pasando por las agresiones recíprocas entre futbolistas de los dos equipos –más los de Boca que los de River–, la falta de respeto por la pelota, inclusive el proyectil que le pegó en el cuello a Barovero, pasado alegremente por alto por quienes deben preservar la normalidad en vez de naturalizar la violencia, pocas veces en los últimos tiempos hubo que soportar tanta obscenidad.
Aparentemente fueron mil doscientos los efectivos de seguridad afectados en Mar del Plata o, en todo caso, “hacia Mar del Plata”, lo que agrega un ingrediente más a lo que no debió ser, a menos que quienes corran con los gastos de seguridad sean los organizadores, o quienes tengan los derechos de televisión, o los clubes participantes.
Lo que más que improbable parece imposible. Y más que improbable también parece imposible que hoy en Mendoza, así como el fin de semana próximo con el comienzo de la temporada oficial, haya alguna luz como para avizorar algo menos malo.
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