Miércoles, 4 de mayo de 2011 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Facundo Sava *
De Vélez me quedó un excelente recuerdo del campeonato pasado, cuando lo vi en el último partido ante Racing con la posibilidad de salir campeón del torneo Apertura, objetivo que finalmente logró Estudiantes. Llegué temprano, con amigos y mi hijo, y tuve la chance de ver su entrada en calor dentro de la cancha: todos trabajos con pelota y, por momento, simulando situaciones de juego.
Me hizo acordar a los calentamientos previos de Real Madrid, Barcelona, Valencia o Villarreal, a cuyos entrenamientos y partidos había ido quince días atrás en un viaje que hice a Europa para seguir incorporando conocimientos para mi carrera: ya en esos gestos, como Vélez, se manifiestan como equipos distintos. El desarrollo de aquel partido confirmó mi sensación sobre Vélez: jugó de manera extraordinaria. Estudiantes también ganó y salió campeón, pero sé que jugadores, hinchas, dirigentes y cuerpo técnico quedaron orgullosos por lo hecho en aquel certamen. Como lo estuvimos, ese día, los que amamos el fútbol.
La historia de Vélez continúa durante esta temporada, en la que muestra que sus dirigentes entienden lo que es gestionar un club en forma profesional: la Villa Olímpica, por caso, es un lujo, instalaciones que ni siquiera el Barcelona tiene. Porque los dirigentes son de perfil bajo, sobrios, y ponen la energía donde hay que ponerla, en la “búsqueda de la excelencia” como dice el filósofo argentino César Torres. Y el resultado de un partido es también información para esa búsqueda.
Vélez saca constantemente jugadores de divisiones juveniles de gran calidad y profesionalismo, cuando compra un jugador sabe elegir, transfiere al exterior uno o dos futbolistas por año en sumas extraordinarias y reinvierte el dinero en el club, con lo que completa un verdadero círculo virtuoso.
Sus jugadores cobran al día y bien, lo que afianza su felicidad; y la institución los rodea de una estructura eficiente, que los contiene: las instalaciones de Liniers y Parque Leloir y la actividad social son grandísimos ejemplos en ese sentido. En lo organizativo, además, cuenta con un coordinador como Christian Bassedas, excelente persona y muy capaz, con inquietud para seguir creciendo y perfeccionándose; y con un entrenador, Ricardo Gareca, que transmite tranquilidad desde el banco y es muy respetado en el ambiente futbolístico. Por momentos, al verlo en el banco, sentado o parado, remite al entrenador de Barcelona, Josep Guardiola: ambos dan muy pocas indicaciones durante los partidos, confían en sus jugadores y en lo realizado en los entrenamientos semanales.
En lo puramente futbolístico, y siguiendo la comparación con Barcelona, Vélez también tiene centrales fuertes, rápidos y muy técnicos, un arquero seguro y sobrio que juega bien con el pie, laterales que pasan mucho al ataque, mediocampistas que juegan por el medio y llegan al gol y tres delanteros que, sin ser tan fijos como los del Barsa, cambian constantemente de posición.
Los jugadores, del mismo modo, se asocian mucho entre ellos y con toque al ras del piso y casi siempre, el que lleva la pelota, tiene muchas opciones de pase. Se conocen porque hace mucho tiempo que están juntos y eso también es muy importante. Es un equipo que no gasta energía protestándole al árbitro o quejándose por el mal estado de la cancha ni por cuestiones externas que puedan aparecer. Se concentran en jugar, simplemente. Barcelona se entrena con veinte jugadores, entre ellos los arqueros, porque es la única manera de poder mejorarlos individualmente en todos sus aspectos (técnico, táctico, físico y psicológico). Y si hay necesidad de completar un grupo, llaman a los juveniles. En Vélez pasa lo mismo: son pocos pero buenos y ante la necesidad suben a un chico de abajo que, por tratarse de un equipo consolidado, no tiene inconvenientes en adaptarse con rapidez.
Lo que puede mejorar (y esto, claro, es subjetivo), es poner más jugadores en situación de gol cuando sale a presionar alto (cerca del área rival) y recupera rápido la pelota. Si logra hacerlo mucho más durante el partido sería casi la perfección.
Y si a veces no lo logra es porque los defensores retroceden muy rápido, pudiendo mantenerse adelantados; o porque tardan en salir del fondo, haciendo un equipo largo y con mayor desgaste físico.
La otra diferencia con el Barcelona se da en el festejo de los goles. Mientras el equipo catalán suele agruparse en un abrazo único (del que sólo no participa el arquero), los jugadores de Vélez ensayan distintas coreografías que resultan divertidas, el moño perfecto de la obra que regalan y ante la que solamente se puede decir felicitaciones. Y gracias.
* Ex futbolista, entrenador.
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