DEPORTES › OPINION

Riquelme apostó a lo seguro

 Por Facundo Martínez

A juzgar por las expectativas previas, Juan Román Riquelme no decepcionó ante Gales, como sugirieron algunos hiperexitistas una vez finalizado el cotejo. Tampoco se lució, es cierto, como acostumbra a hacerlo en Boca, porque en su club es el hacedor responsable, el único estratega, y en la Selección no pudo serlo, aunque por varios motivos: el equipo no consiguió un amplio dominio sobre el rival, por momentos demasiado rudo, y la responsabilidad con respecto a la creación no le concernía a él exclusivamente sino que fue compartida con Juan Sebastián Verón, que si bien había logrado buenas respuestas de Riquelme –el del Manchester jugó más atrasado y el de Boca unos metros más arriba, en la misma franja– no siempre apostó a esa sociedad, quizás por la preferencia de abrir el juego hacia los costados.
Pero, ¿qué se esperaba de Riquelme? Pisaditas, amagues, que eludiera, que dejara a uno o varios de los gigantes galeses de rodillas sobre el pasto, que hiciera siempre la individual y que no desabasteciera de pelotas a los delanteros. Eso no sucedió.
A Riquelme parecía preocuparle otra cosa, algo más importante que mostrar su gambeta, que obviamente Marcelo Bielsa, como cualquier argentino, conoce. Consciente de que esta Selección es un equipo hecho, su apuesta quizás se limitó a lo simplemente seguro, lo que explica por qué buscó resolver con devoluciones cortas y al pie y casi no intentó desplazarse con la pelota.
¿Presionado? Quizás, pero por encontrar un lugar válido y propio en esa estructura prefabricada; ni más ni menos que viajar a Japón.
Si en algunos pasajes del partido su rendimiento no se hizo notar, fue porque el colectivo también había perdido el rumbo y el orden, sorprendidos con el rival, sin dudas menor, pero muy interesado en friccionar el encuentro.
Los primeros minutos del partido mostraron un Riquelme categórico, limpio y claro para habilitar o para hacer circular la pelota.
En el complemento se vio lo mejor de él. Verón advirtió los beneficios de entablar una sociedad entre ambos y le sacó jugo. El resultado de esa comunión fue la jugada que terminó en el gol de Julio Cruz. Después del empate, Bielsa decidió reemplazarlo por Pablo Aimar; el “ocho” caminó hacia al banco y ahí se quedó. ¿Habrá querido el técnico congelar ese momento, esa jugada? Sólo Bielsa lo sabe, y Riquelme espera.

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