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El incansable espíritu de Caniggia
Por Pablo Vignone
Hace una semana, decía Claudio Caniggia en un reportaje publicado por este diario: “En el Rangers, al principio, jugué como segunda punta. Después (el técnico Dick) Advocaat quiso jugar con tres delanteros y entonces me volqué a la derecha, como en River, como un wing más abierto. Pero me gusta más jugar sobre la izquierda o en el medio. De chico me acostumbré a jugar mucho sobre la izquierda porque veo mejor el juego. Con la izquierda centreo bien, pero si arranco desde la izquierda puedo enganchar con la derecha también y tirar el centro con la derecha”.
El que vio el partido entendió que Bielsa hizo lo mismo que Advocaat: mandó al todavía rubio puntero a jugar sobre la franja derecha, como un siete clásico –tanto, que hasta el número tenía en la espalda–, un wing que arrancaba desde atrás, paralelo a la raya, para tirar el centro, que ni siquiera era la fórmula ideal para el partido. Lo hizo en dos o tres oportunidades, cuando en cambio parecía que lo mejor era la diagonal, el enganche: jugando en esa posición, dio la sensación de que el riesgo que podía aportar el Pájaro se veía reducido. En una que enganchó sacó el zapatazo abajo que el arquero Jones retuvo tirándose al piso.
Se tiró un rato a la izquierda recién en el segundo tiempo, pero para entonces ya carecía de explosión. Tuvo una clara con un pelotazo de Verón, que inexplicablemente se la sacó Sorín. La seña (algo así como “¿qué me hacés?”) que le hizo al Bielsa boy fue inefable.
¿Bien, mal? Lo sabrá en su interior el entrenador, porque sólo él conoce los postulados con los cuales lo convocó. Con todo, fue el delantero más peligroso que tuvo el equipo argentino. Por lo que hizo y por lo que obligó a hacer.
Una lástima que se perdiera un par de goles en el primer tiempo; en una de esas jugadas –una pelota que cruzó el área chica– no reaccionó a tiempo para empujarla. Por momentos, pareció acusar cansancio en el retorno. Pero su espíritu se advirtió incansable. Sólo por eso se mereció el aplauso.