DEPORTES
Dos casos distintos para tener muy cuenta
Por A. D. B.
–Durante el Mundial Juvenil de 2001, Javier Saviola vivía un momento particular, entre la enfermedad terminal de su padre y la solicitud de que lo vendan al Barcelona de España, que fue de público conocimiento. ¿Hicieron un trabajo distinto?
–Hicimos una estrategia con todo el cuerpo técnico, para que él se sintiera cómodo, feliz. Lo ayudamos mucho. El profesor Salorio, preparador físico del plantel, dijo que esperábamos seis goles de él y convirtió once (record en mundiales juveniles). En ese momento crítico de su vida encontró cierto bálsamo, en cierta manera, de aislarse de todo lo que le estaba pasando interiormente. Pudo transformar la presión en motivación y sentirse bien. Mirá lo que se dio: después de estar instalado en Barcelona, el padre falleció, como que el padre vio que el hijo llegó donde quería llegar. Después de cada gol se lo dedicaba al padre y miraba al cielo. Pero fue un trabajo de equipo, fue gracias a todos. El éxito es compartido, y el psicólogo solo no puede hacer nada. La clave es el liderazgo del que maneja el barco, o sea, el entrenador. Eso hay que tenerlo bien claro. Ni somos tan importantes en las derrotas ni tan importantes en los éxitos. Es un granito de arena más para reducir el margen de error. El trabajo en equipo da un plus y es como un pulpo: tiene muchos tentáculos pero una sola cabeza, que es la que no puede fallar. Y con más información es más probable que falle menos.
–En el caso de Mirko Saric, el futbolista de San Lorenzo se suicidó en abril de 2000, a los 21 años, ¿imagina lo que le pudo haber pasado por la cabeza en ese momento?
–Lo que sostengo yo es que se podría haber evitado. Se abrió de una red de prevención que no funcionó porque era precaria. Igual, el que se quiere suicidar, tarde o temprano, lo hace. Lo duro de este sistema es que de repente valés 10 millones de dólares, y un día te lesionás y no valés nada, como le pasó a él. Esa muerte, que aún nos duele, nos tiene que enseñar. Esto es una picadora de carne, es muy cruel.