Lunes, 18 de junio de 2007 | Hoy
DIALOGOS › FERNANDO LUGO, EL EX OBISPO QUE PUEDE ROMPER 60 AÑOS DE HEGEMONIA COLORADA EN PARAGUAY
El ex obispo de 56 años fue sancionado por la Iglesia por su decisión de lanzar su candidatura presidencial en Paraguay. Con un respaldo del 60 por ciento de los paraguayos en las encuestas, plantea una reforma agraria y el control estatal de las riquezas naturales.
Por Mercedes López San Miguel
–Su índice de aprobación es del 60 por ciento a un año de los comicios presidenciales en Paraguay (16 de agosto del 2008). ¿Se siente confiado en poder avanzar sobre la histórica hegemonía colorada?
–Es muy difícil poder cambiar de signo político a Paraguay. El Partido Colorado sabe ganar elecciones y tiene en sus manos todo el aparato estatal. Ellos tienen mayoría en la justicia electoral, tienen la Corte Suprema de Justicia, tienen cómo manipular los padrones, el uso de las urnas electrónicas y los jueces electorales. Pero les falta lo más importante: la mayoría de la ciudadanía. No será fácil pero no es imposible. Creemos que la ciudadanía paraguaya está en condiciones, no de derrotar la hegemonía del Partido Colorado, pero sí de derrotar a una cúpula mafiosa que se ha adueñado de ese partido, porque en sus principios fundacionales el partido colorado es popular, servidor del hombre libre, con grandes reivindicaciones sociales. Creemos que los que hoy detentan el poder en Paraguay son un sector que se ha apropiado de la cúpula del gobierno.
–Cuando fue el acto del 30 de marzo pasado se pudo ver que algún sector de la Concertación Nacional no lo acompañó. ¿Comenzaron a verse grietas?
–Hubo malas interpretaciones. Muchos creían que iba a ser un acto meramente político; sin embargo hemos demostrado que ha sido un acto más cívico que político. Ese acto fue convocado por tres organizaciones diferentes: el Bloque Social y Popular, Resistencia Ciudadana y la Concertación. Dos partidos grandes de la Concertación hicieron la falsa lectura de decir que era el lanzamiento de mi candidatura. Mi candidatura ya estaba lanzada, ya estaba en el corazón y la mente de la mayoría del pueblo paraguayo.
–En la visita reciente del papa Benedicto XVI a Brasil en un mismo día primero dijo que la Iglesia no era política y luego criticó a los totalitarismos de la región. En su caso personal, el Vaticano lo suspendió de su tarea. ¿Siente que la Iglesia lo defraudó?
–La Iglesia Católica ha asegurado firmemente su doctrina, sus dogmas y no está mal. Eso hace que se mantenga 2000 años en la historia de la humanidad con sus luces y sus sombras. Y también cuando la Iglesia y el Papa hablan en términos generales, nosotros hacemos la lectura que son adopciones particulares. Depende del contexto en donde se diga. Si habla en América latina se refiere a una situación explícita que vive la región. Yo creo que la Iglesia es política, por algo a Jesús de Nazareth lo condenan dos tribunales políticos y uno religioso. Pero hay un temor a que la Iglesia esté politizada, que la Iglesia se confunda con un proyecto histórico determinado, que la Iglesia apueste a un programa temporal. La Iglesia quiere salvaguardar su historia. En sus discursos siempre ha sido crítica de los totalitarismos, ha sido crítica con el nacimiento del capitalismo y también del socialismo en sus encíclicas desde León XIII y eso lo mantiene.
–¿Vive la amenaza de ser excomulgado?
–No. La Iglesia generalmente da tres sanciones: disciplinaria, moral y doctrinal. Esta última es la excomunión, la moral es para hacer pensar y mucho más leve aún es la disciplinaria, que es la que yo recibí. Fue la suspensión de mi ministerio sacerdotal, que puede ser temporal, para pensar. En el ámbito político se especulaba mucho que yo fuera excomulgado. Yo nunca creí esa opción, porque sé que no he fallado doctrinalmente, sigo creyendo en las mismas verdades de la fe de la Iglesia Católica. Sigo participando como laico en las eucaristías, en las misas celebradas los domingos. Llevo una vida y una espiritualidad diferente pero no me he apartado de este Dios.
–Si fuera ya presidente y se le presentara un doble compromiso en temas donde marcadamente la Iglesia se opone, como ser la legalización del aborto y la despenalización de las drogas. ¿Cuál sería su posición?
–Cuando uno es jefe de gobierno tiene sus convicciones personales y también lo que dicen las mayorías, si uno es verdaderamente democrático. Hay temas conflictivos como el aborto, la eutanasia, la despenalización de la drogas. En tema de la vida, sobre todo, tenemos convicciones muy claras, no solamente por ser católicos. En asuntos que pueden llevar a fricciones con la Iglesia y con la fe, yo creo que está la ciudadanía y la mayoría para decidir. Creo que el presidente algunas veces debe renunciar a sus convicciones personales cuando las grandes mayorías están convencidas que son los cambios que se tienen que realizar.
–Entonces, aceptaría la aprobación de la ley...
–Si hay una ley que se aprueba por mayoría y va en contra de mis convicciones religiosas o morales, hay otro instrumento que es el referéndum para consultar a la ciudadanía. Un presidente no puede ir en contra de una gran mayoría del país, insisto.
–¿Qué tienen en común con su amigo argentino y también ex obispo, Joaquín Piña?
–Piña estuvo 30 años en Paraguay. Hay una vocación en común, la vocación de servicio desinteresado a la población, el ansia de justicia, la indignación por el desprecio que se tiene a los más desprotegidos y la lucha por fortalecer una sociedad más equitativa.
–Usted ha dicho que siguen habiendo elementos del stroessnismo en el actual político de Paraguay. ¿Cómo abrirse un camino?
–Dos elementos muy importantes. El Partido Colorado y el remanente de Stroessner se ha identificado con el Estado, se han adueñado de todas las instituciones estatales y con una amplia discriminación en la participación de las personas. El mejor elemento para ser empleado público en Paraguay sigue siendo la afiliación al Partido Colorado; no la capacidad, ni la formación. Hemos encontrado a lo largo de Paraguay a profesionales que por no pertenecer al partido oficialista no pueden acceder a una fuente de trabajo. Nos parece una injusta discriminación y creemos que podremos dar iguales oportunidades a todos.
–El Partido Colorado quiere impugnar su candidatura. En tanto que domina como usted dice, el Poder Judicial, parece plausible. ¿Le teme a esa posibilidad?
–En una reunión que hemos tenido en el interior del país con campesinos, ellos hacen una lectura bastante clara de la situación: el Partido Colorado propugna que yo tengo un problema jurídico. Sin embargo, los campesinos, los movimientos sociales, dicen que es un problema político. La misma Constitución señala que ninguna persona puede seguir perteneciendo a una organización si renuncia voluntariamente. Si bien yo mantengo mi condición de obispo, ése es un argumento teológico y no jurídico, y nunca un argumento teológico está por encima de la Constitución en ningún país del mundo. Y el problema político se resuelve en las calles. Ese es el gran temor que tienen los colorados. Esta vez la ciudadanía paraguaya buscará que no sea burlada su voluntad. Inclusive sin llamarlos, defenderán por todos los medios legales y pacíficos la esperanza de la mayoría de la gente que se va vislumbrando con mi candidatura. Fernando Lugo tiene la capacidad de atraer a las mayorías más pobres del país y ve más que nunca la posibilidad de llegar al gobierno.
–El mandatario Nicanor Duarte Frutos rechazó postularse a la reelección, cuyo paso previo hubiera sido una reforma constitucional. ¿A quién prefiere de adversario colorado, al actual vicepresidente o a la postulada por Duarte Frutos, la ministra de Educación?
–Que mi adversario sea el vicepresidente Luis Castiglioni o la ministra Blanca Ovelar –que irán a internas en diciembre– es indistinto. Insisto, las bases del oficialismo rompieron con las estructuras y esto no se subsana con discursos.
–Usted no viene de una estructura político partidaria. ¿Quiénes lo apoyan?
–Hoy día el apoyo más explícito viene de los partidos estructurados: el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA); Encuentro Nacional; la Democracia Cristiana, y otros partidos pequeños. Quizás es injusto decir que no tenemos una estructura nacional, pero sí hay un gran referente en todo el país, eso solamente cuestión de organizar y catalizar para tener una estructura nacional. Aparte, creemos que los partidos que conformamos la Concertación Nacional y que apostamos por un cambio real dentro del país se convertirán en esa estructura defensora de esta candidatura.
–¿Podrían aceptar incluso a los seguidores del ex general golpista Lino Oviedo?
–Ellos están dentro de la Concertación y conforman y comparten las grandes decisiones que se hacen dentro de la Concertación Nacional. La Concertación es un proceso en construcción. En otros países hubo acuerdos de este tipo que duraron 20 años y nosotros no llevamos ni uno. Hay avances y retrocesos, pero es una construcción que hoy genera esperanza. La Concertación tiene oxígeno y una fuerza nueva para alcanzar el gobierno.
–Usted ha dicho que no es estatista ni tampoco liberal. ¿Cuál es el plan económico que tiene en mente?
–No creemos en las fórmulas mágicas, no existen los milagros económicos. Yo creo que hay un proceso a inaugurar. Este proceso nacerá de lo más pequeño a lo más grande. Es decir, Paraguay todavía tiene como base social y económica la pequeña finca familiar campesina. Es la base de nuestra economía nacional. Desde allí puede ir naciendo un nuevo modelo en el cual no creemos en la ausencia total del Estado, ni tampoco en un macro Estado que domine y administre todo. Queremos un Estado regulador que tenga su presencia, que dé las normas y direcciones económicas y sociales como política de Estado. Me llamó la atención en la reunión que tuvimos con los indígenas que la primera cuestión que plantearan es que el gobierno tenga una política de Estado en cuanto a los indígenas. Eso nos da la pauta de que los más pequeños, los más excluidos, están pensando en un país diferente, en un país más serio. Quiero revertir los graves desequilibrios sociales que sufre mi país, donde la mayoría vive en un nivel de pobreza y el 30 por ciento en la miseria absoluta. Soy crítico las recetas que vinieron de afuera y de arriba, como del FMI, el Banco Mundial y el Club de París; creo en aquellas que vienen de adentro y de abajo.
–Habló de una reforma agraria
–Sí. El tema de una reforma agraria integral es ineludible en un país donde hay grandes brechas en la tenencia de la tierra; hay una distribución escandalosa en la tenencia de la tierra en Paraguay y no se puede pensar en un país serio, con paz social, sin que se piense en una reforma agraria integral. Con el solo hecho de decir que no existe un catastro nacional de propiedad... Se debe partir de un catastro nacional de propiedades y determinar qué tierras están libres, cuáles no; que hay excedentes en la tenencia de la tierra, que hay terrenos con varias titulaciones, una serie de irregularidades en donde las instituciones estatales han sido cómplices de esa situación. Después, podemos pensar en una reforma con la participación de todos los estamentos involucrados: los Sin Tierra, los pequeños propietarios, los grandes.
–¿Se expropiarán tierras?
–Eso lo contempla la ley ahora mismo. Ahora mismo ya se han expropiado muchas tierras. La ley y la Constitución contemplan que pasen por el Congreso las expropiaciones de tierras y latifundios improductivos.
–¿Podría plantearse nacionalizar los recursos? A semejanza de las medidas en Venezuela y Bolivia.
–Especialmente los grandes recursos energéticos y también del agua y las comunicaciones: creemos que un país no puede renunciar a sus grandes recursos naturales y energéticos porque eso le hace perder cierta estabilidad y solidez como Estado.
–¿Usted de quién se siente más cerca, más afín en proyecto político: de Chávez, Lula, Kirchner?
–Aunque quisiera estar, no lo puedo. No puedo estar cerca de Chávez, porque no tenemos 3 millones de barriles de crudo diario. Yo creo que estoy más cerca de Fernando Lugo. De un proceso hecho desde adentro, Paraguay tiene que hacer su propio proceso. Quizá habrá algunos elementos que se puedan acercar o identificar con los procesos regionales. Pero Paraguay tiene que hacer un proceso diferenciado, partiendo de su propia realidad.
–¿Cómo ve los cambios en la región? El ascenso de Rafael Correa en Ecuador, siendo que usted estuvo en sus primeros años de sacerdote trabajando como misionero en comunidades indígenas de ese país...
–Hay gobiernos que trajeron aire nuevo a la región, como es el caso de Evo Morales, quien rompió esa idea de que hacía falta un partido fuerte, con estructura, para alcanzar el poder, ya que mostró que desde los movimientos sociales también se puede. Los paraguayos no estamos solos. Podemos soñar con el pueblo argentino, ecuatoriano, venezolano, uruguayo, brasileño y buena parte del pueblo colombiano con un continente en el que el esfuerzo valga la pena. A Ecuador lo tengo siempre en el corazón. Mis mejores años los pasé allá y tengo recuerdos muy gratos. El proceso que vive Ecuador hoy día es muy interesante y está lleno de desafíos. Es un proceso de construcción diferente, con una gran participación de los indígenas. Eso nos robustece a los que queremos hacer un proceso diferenciado también en la región. Paraguay tendrá que administrar un proyecto de país que no esté alejado de los procesos regionales: no puede desentonar con los cambios de sus vecinos. Pero tiene que corregir sus relaciones internacionales, su administración de recursos naturales y tiene que ir creando nuevas fuentes de trabajo para que la gran migración de jóvenes no esté desangrando la economía nacional.
–¿Qué plantearía con respecto al Mercosur y a las relaciones comerciales con Argentina y Brasil?
–Creemos que el Mercosur es válido, como todo proceso de integración, pero en tanto haya equidad y no tantas asimetrías en nuestras relaciones. El Mercosur no tiene que ser solamente económico y comercial, sino que tiene que ampliarse al plano político, social, cultural, para ir formando ese sueño de una patria grande. Hay dificultades en el tráfico comercial con Argentina y Brasil. Espero que el Mercosur pueda allanar el camino de integración. Yo suelo afirmar que mientras no se resuelvan asuntos de soberanía energética en cuanto a Yacyretá e Itaipú con Argentina y Brasil respectivamente, no podremos pensar en una paz social en la región. Puede ser que con la incorporación de Venezuela y Bolivia, el Mercosur esté en condiciones de darnos alguna ecuanimidad. Por otro parte, como Concertación y como nuevo movimiento que agrupa a muchas fuerzas es importante tejer redes con los países vecinos, porque nadie puede desconocer la realidad de los que tiene cerca. Una de las primeras políticas es la de buena vecindad.
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