Prácticamente, no hubo batalla de su país en la que haya permanecido ajeno. Formó parte desde muy temprano del movimiento político que acompañó y llevó a Hugo Chávez al poder en la década pasada, ocupó los cargos más relevantes en su gestión y siempre, no por casualidad, en los momentos complicados.

Fue, por ejemplo, el encargado de “recuperar” a Pdvsa para las filas del gobierno después de abril de 2002, cuando en oportunidad del intento de golpe contra el presidente quedó en evidencia la complicidad o simpatía de buena parte de las primeras y segundas líneas –gerentes y jefes operativos– con la intentona. Como general que necesita de todos los atributos para el combate, Alí Rodríguez asumió a la vez como presidente de la petrolera estatal y como ministro de Energía, desde donde llegó al cargo de secretario general de la OPEP.

Posteriormente, se desempeñó como canciller, enfrentando la etapa de más duro ataque internacional, dirigido por Estados Unidos, y ejecutando la audaz estrategia de alianzas internacionales que se trazó Chávez.

El pasado de Alí Rodríguez Araque también lo vincula con los movimientos insurgentes de su país en la década del ’70, lo cual lo ubica en la primera línea de fuego en la mira de los enemigos de la revolución chavista.

Se sabe, sin embargo, que Chávez lo aprecia no sólo por su manejo de la táctica y sus condiciones para el combate. También lo respeta por sus dotes intelectuales. Hoy Alí Rodríguez representa a Venezuela en La Habana como embajador, estrechando vínculos con la Revolución Cubana en un momento muy particular para ambos países. Y para la región.