DISCOS › EL JAZZ EN EL CINE FRANCES DE LA DECADA DEL 50
Música en blanco y negro
Se editan 4 CD con bandas de sonido que incluyen joyas como las improvisaciones de Martial Solal en “El proceso”, de Welles.
Por Diego Fischerman
Boris Vian amaba al jazz. Tocaba la trompeta, escribía sobre jazz y participaba, cuando podía, en violentos enfrentamientos entre los partidarios de los nuevos lenguajes y los tradicionalistas. Sartre e incluso el argentino Julio Cortázar, en los años en que era traductor en las oficinas parisinas de la Unesco, participaron, entre los ‘50 y los ‘60, de ese clima intelectual que tenía al jazz como banda sonora. Y es que pocas músicas podrían haber funcionado tan bien como correlato de las brumas parisinas, de los paseos por la ribera izquierda del Sena, de la callejuela inclinada de St. Genevieve y de las cuevas del existencialismo que ese lenguaje también oscuro, hecho de ráfagas y frenos repentinos, que nadie sabe bien por qué se llamaba Bop. La extraordinaria serie Jazz in Paris, cien volúmenes editados por el sello Verve de los que la filial local ha publicado hasta ahora treinta, recoge ese clima con grabaciones de jazz –en muchos casos inéditas y en otros inconseguibles desde hace años– realizadas en París. Y entre ellos, la pequeña colección de cuatro CD titulados Jazz & cinéma ocupa un lugar de privilegio.
Los títulos corresponden a films más bien menores, salvo alguna excepción, y fueron realizados entre 1954 y 1962. La estrella posiblemente sean los casi tres minutos en que el pianista Martial Solal tocó con Guy Pedersen en contrabajo y Daniel Humair en batería, como parte de la música de Le procès (The Trial), de Orson Welles (incluidos en el volumen 4). Y, desde el punto de vista de la fama de los intérpretes, sin duda se llevan las palmas las músicas de Les tricheurs de Marcel Carné, con Dizzy Gillespie alternando con Roy Eldridge en la trompeta y Stan Getz con Coleman Hawkins en el saxo tenor, junto al pianista Oscar Peterson, Herb Ellis en guitarra, Ray Brown en contrabajo y Gus Johnson en batería y de Les femmes disparaissent, de Edouard Molinaro, con Lee Morgan en trompeta, Benny Golson en saxo tenor, Bobby Thompson en piano, el contrabajista Jymmie Merrit y el baterista Art Blakey, incluidas en el segundo volumen junto a la música de James Campbell para La bride sur le cou, de Roger Vadim.
Barney Wilen, Kenny Dorham, Duke Jordan, Paul Rovére y Kenny Clarke en Un témoin dans la ville de Edouard Molinaro y la orquesta dirigida por Alain Goraguer en J’irai cracher sur vos tombes, de Michel Gast ocupan el volumen 1, Les loups dans la bergerie de Hervé Bromberger (música de Serge Gainsbourgh arreglada por Goraguer) y Les tripes au soleil de Claude Bernard-Aubert (música de André Hodeir interpretada por un grupo vocal) y The connection de Jack Gelber (música de Freddie Redd y de Daniel Humair, con un grupo que incluye al organista Eddy Louiss y a René Urtreger como arreglador) están en el volumen 3 y Touchez pas au grisbi de Jacques Becker (con el armoniquista Jean Wetzel), Le Piège de Charles Brabant (composiciones de Alain Goraguer), La Saint mène la danse de Jacques Nahum (música de Paul Durand) y Les enemis de Molinaro (composición de Gonzalo Fernández con Martial Solal en el piano) completan el cuarto volumen. Existen, por supuesto, dos maneras de escuchar este material magnífico. Una es disco por disco y banda de sonido por banda de sonido. La otra es entendiendo a la totalidad como un relato único (aunque ciertamente involuntario) en el que un aire de familia –ni más ni menos que el sonido de un lugar y una época– lo impregna todo.
Parte del predicamento parisino en el lenguaje del jazz estuvo dado por músicos estadounidenses que, como Bud Powell, huyeron allí de problemas legales en su país natal ocasionados por las drogas, buscando una sociedad más indulgente. Una sociedad que, además, en el caso particular de París, los admiró, protegió e idealizó hasta donde pudo. Pero también hubo una porción importante de músicos franceses que hacían jazz de una manera levemente distinta a la de los estadounidenses y que, en muchos casos, terminaron influyéndolos. En París, eventualmente, se fue desarrollando una tradición jazzística con un color propio y cuyos efectos perduran todavía hoy en artistas como Michel Portal, Louis Sclavis o Henri Texier.El lenguaje predominante en las bandas de sonido seleccionadas en esta serie de CD es el hard bop, esa versión de las enseñanzas de Charlie Parker, Bud Powell, Dizzy Gillespie y Miles Davis corpórea, angular en lo melódico y poderosa en lo rítmico que se cristalizó alrededor de las figuras del pianista Horace Silver y el baterista Art Blakey y sus distintas encarnaciones del grupo The Jazz Messengers. El, el trompetista Lee Morgan y el notable saxofonista y compositor Benny Golson protagonizan algunos de los momentos imprescindibles de esta música de cine en la que el blanco y negro (como en las bellísimas fotos de París que ilustran las tapas de todos los discos de la serie) son los únicos colores posibles.