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Tratándose de presidentes, los financistas los prefieren débiles

Entre los banqueros predomina la opinión de que, si es inevitable que gane Kirchner, es preferible que lo haga por una diferencia no demasiado abultada. Consideran que así podrán ejercer mayor presión sobre un candidato que se resistió a recibirlos durante la campaña.

 Por Claudio Zlotnik

Después del mediodía, en los bancos y en las empresas privatizadas se sucedieron reuniones de máximo nivel. Encuentros que no figuraban en las agendas, pero que se programaron en medio del vértigo político. En general, el diagnóstico de financistas y empresarios fue coincidente: la renuncia de Carlos Menem al ballottage implicaría –al menos en un comienzo– un gobierno de Néstor Kirchner más débil que si la fórmula del santacruceño y Daniel Scioli se imponía en las urnas. Pero contra lo que podría pensarse, ello no tendría por qué tener implicancias negativas para los negocios. Después de todo, razonaban ayer en distintas oficinas del microcentro porteño, una administración que necesitará lograr rápidos consensos podría ser más permeable a las demandas de los grupos de poder.
Horas antes de las elecciones del 27 de abril, el establishment se había esperanzado con una segunda vuelta entre Menem y López Murphy. Quebrada esa ilusión, financistas y empresarios aguardaban impacientes el resultado del próximo domingo. Conscientes de la importante ventaja de Kirchner en las encuestas, se conformaban con que la diferencia no fuera tan abrumadora al momento de contar los votos. A los grupos de poder les molestó la indiferencia del candidato durante la campaña. Esa pobre llegada les hace temer que el futuro jefe de Estado deje insatisfechos sus intereses. Dentro de esta lógica, es comprensible que el establishment suponga que un Kirchner políticamente más frágil sea más permeable a las exigencias sectoriales. Aunque en público sea políticamente correcto lamentarse por la deserción del riojano y su impacto negativo sobre la institucionalidad.
No es casual que los banqueros y ejecutivos de empresas afirmen que es esencial que, no bien asuma, la dupla Kirchner-Scioli tome rápidas medidas para demostrar eficiencia en el poder. En diversas consultas a bancos y privatizadas, Página/12 pudo construir la agenda que el establishment le demanda al gobierno que asuma el domingo 25.
- Acuerdo con el Fondo Monetario. Debería pactarse antes de agosto, cuando vence el acuerdo vigente. En la city existen dudas de que este punto pueda cumplirse en este lapso.
- Deuda en default. Dar una señal inmediata de que los pagos se reiniciarán antes de que termine 2003. Los financistas suponen que entre estos dos puntos se juega buena parte de la confianza en el gobierno.
- Sistema financiero. El primer reclamo que recaerá sobre la nueva administración serán las compensaciones por el CER y los amparos. El tema se encuentra en el Congreso, pero los banqueros piden que salga por un decreto del Ejecutivo. También insisten con un bono compulsivo sobre los depósitos del corralón, por un total de 9000 millones de pesos. Para los financistas, ambos puntos son clave para regenerar el crédito.
- Situación fiscal. Además de tener que cumplir con una meta estricta que será fijada en el acuerdo con el FMI, se descuenta que habrá presiones de los hombres de negocios para eliminar o bien amortiguar el impacto del impuesto al cheque y de las retenciones a las exportaciones.
- Tarifas. Pretenden que el gobierno les asegure un aumento, aunque sea escalonadamente. Prefieren una ley para que la medida no se trabe en la Justicia.
Sobre la virtual decisión de Menem de rehuir del ballottage, ayer en el microcentro porteño se tejían distintas especulaciones. Entre las más escuchadas figuraba que el riojano retendría una cuota de poder bajándose de la segunda vuelta. Superior a si era derrotado con amplitud en las urnas. Algunos financistas recordaban que todavía figura como senador suplente por La Rioja, y que podría llegar a la Cámara alta por esa vía. Y que si bien el menemismo desaparecía como una corriente con vocación de poder, perduraba lo que ya se denominaba como “neomenemismo”, en el cual convergían los seguidores de Carlos Menem en las distintas provincias. En el mejor de los casos, como un árbitro de lo que –algunos suponen en las20 manzanas del microcentro– será la futura pulseada entre Kirchner y Duhalde.

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La city vivió con pulso propio las señales confusas sobre la participación o no de Menem.
 
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